El voto emitido por la Argentina en el Consejo de Derechos humanos, habilitando una investigación contra Israel por crímenes de guerra en los recientes enfrentamientos en la Franja de Gaza, dejó atónitos a muchos de los que fueron testigos de los ataques con misiles a distintas ciudades de Israel.

Durante días se vio claramente como sonaban sirenas en distintos lugares y los civiles israelíes debían correr en pocos segundos a encontrar resguardo en refugios , mientras el escudo de hierro (sistema defensivo) trataba de neutralizar que los misiles disparados cumplan con su objetivo.

El ataque era realizado y lo reivindicaba Hamas, un movimiento considerado terrorista a nivel mundial, y que se encuentran lamentablemente vinculados a los grupos que perpetraron los atentados más grandes que se recuerden en la República Argentina con más de un centenar de argentinos muertos.

Todos asistimos por televisión como las lanzaderas de Hamas estaban ubicados en el medio de la población civil de Gaza a quien usaban como escudos humanos ante el intento de Israel de neutralizarlos. Eso llevó al Primer Ministro de Israel a decir: “Nosotros usamos nuestros misiles  (Cúpula de Hierro) para proteger a nuestra población civil y Hamas  usa a su población civil para proteger sus misiles”

Pero para el gobierno argentino y su cancillería, todo eso no existió. La sorpresa y la indignación por el voto Argentino caló hondo en distintos sectores políticos de la Argentina, aún dentro de las propias filas del oficialismo,  y fundamentalmente dentro de la comunidad judía que mantiene estrechos e indisolubles vínculos con el estado de Israel.

La DAIA, representación política de la comunidad judía, realizó fuertes declaraciones contrarias al posicionamiento marcadamente antiisraelí que había adoptado la Argentina en la votación, y fundamentalmente con la no mención de Hamas, movimiento terrorista,  como agresor. Estas declaraciones de la DAIA generaron inmediatamente un apoyo comunitario unánime  y sin fisuras, a pesar de discrepancias ideológicas que hay en su seno.

La reacción de la comunidad judía generó que el Presidente de la Nación convocara a una reunión a la DAIA que se dio el día de ayer.

Los analistas entendían que dicha reunión traería aparejado un fuerte reclamo de la DAIA y una declaración del gobierno argentino que pueda zanjar estas diferencias y ver como menguar el daño que ya estaba hecho. Pero nada de eso ocurrió.

La DAIA al salir de la reunión  dijo que el gobierno no legitimó nunca a Hamas como un Estado y que le hicieron conocer al Presidente que la abstención hubiera sido lo más prudente. Conocidas estas declaraciones generaron mucho malestar en las filas de la comunidad judía, que vieron en ello una actitud insulsa y hasta condescendiente con la instrucción dada por el presidente. 

La DAIA pecó de ingenuidad, no debió ser ella la  intérprete del gobierno y tratar de explicar la posición del mismo en relación a Hamas, ni tampoco debió ser la que aconsejara que a posición más prudente hubiera sido la abstención.

La DAIA debió haber sido respetuosa con el Presidente, pero enérgica, y exigir que sea el propio gobierno, en un comunicado o a través de la Cancillería,  el que definiera claramente su posición frente a Hamas y a los ataques, como se lo dijo en la reunión.  Asimismo debió haberle expresado al Presidente que hubieran esperado un voto negativo de la República Argentina, no una abstención como manifestaran.

Las declaraciones del gobierno, posteriores a la reunión, contradijeron los propios dichos de la DAIA. Sus únicas declaraciones fueron que Argentina respeta históricamente el multilateralismo y que lo que hicieron fue atender el informe Bachelet. Y quiso dejar en claro que no tiene ningún problema con Israel, sino todo lo contrario.

En pocas palabras, en privado el gobierno, según los asistentes,  dijo que se equivocó, y públicamente volvió a ratificar su posición en el voto y nada dijo sobre Hamas, y solo se preocupó por no profundizar las diferencias con Israel, a quien le están pidiendo apoyo científico.

La Argentina, lamentablemente, se alineó en la votación del Consejo de Derechos humanos con países que poco se preocupan por la democracia y los derechos humanos (Turquía, Irán, Siria, China, Sudán, etc) y que se convocaron en tiempo record en defensa de los intereses de Hamas. Este delgado equilibrio vuelve a poner en agenda los posicionamientos de los países de occidente. Esperemos que la actitud tomada por la Argentina no se convierta en una línea de posicionamiento habitual del gobierno y de una vez por todas madure y abandone esa errática política internacional que viene llevando a la práctica.

En resumen, la de ayer fue una reunión políticamente correcta con gusto a nada.