Esta historia cuenta con tres personajes. Leo, un alumno sumamente responsable y estudioso, que se esfuerza día a día por superarse. Del otro lado tenemos a Pancho, alumno más holgazán, que estudia muy poco y le encanta la fiesta, el ocio. Leo y Pancho comparten la misma docente, Fernanda, una mujer a la que muchos describirían como autoritaria y demagoga.

En las puertas de un examen, Fernanda anuncia a sus alumnos que la calificación mínima para aprobar es de 6.

Leo emprende el estudio con la convicción de superar cómodamente la nota, sabe que si se esfuerza, las chances de conseguir un buen puntaje son mayores. Sus amigos lo tientan con algunas salidas pero la fecha está cerca y no quiere arriesgarse. Por su lado, Pancho se “prende” en los planes de sus compañeros, liderando una seguidilla de fiestas que él mismo organiza. Estudia por “arriba” algunos apuntes y se la juega a rasguñar el 6. 

Llega el día del examen sin sorpresas: Leo obtiene un 8 y Pancho un 4, un resultado esperable debido al tiempo y esfuerzo invertido por cada uno. Pero Fernanda no podía tolerar semejante desigualdad,  tenía que alterar las notas para que ambos aprueben y para que ambos sean “iguales”.

Decide entonces una “redistribución de las calificaciones”, restándole 2 puntos a Leo, el alumno estudioso y responsable, para dárselos a Pancho, el irresponsable y holgazán, evitando así la estigmatización del chico poco apegado al estudio. Por lo tanto, la calificación de Leo baja de un 8 a un 6 y la de Pancho sube de un 4 a un 6, llegando a la igualdad absoluta de notas para aprobar finalmente a los dos alumnos. El deseo inocultable de la maestra Fernanda se había hecho realidad.

Pero esa simple redistribución generó efectos indeseados -¿o tal vez deseados?-  en la clase de Fernanda: rompió el esquema de incentivos que rigen naturalmente en toda acción humana.  La docente, en definitiva, desalentó a Leo, le quitó estímulos, atenuó las virtudes del esfuerzo y la responsabilidad, y en cambio, potenció los vicios de Pancho, la haraganería y la negligencia.

A la hora de rendir el próximo examen, Leo decide no esforzarse demasiado, porque sabe que le quitarán puntos para mejorar la nota de otro, por tanto estudia menos. Pancho por su lado, también estudia menos a la espera del salvataje de Fernanda. 

Los nuevos resultados son distintos a los de la primera evaluación: Leo obtiene un 7 y Pancho un 3. La docente vuelve a recurrir a su “modelo redistributivo”, quitándole nuevamente 2 puntos a Leo para otorgárselos a Pancho. Así, Leo cae de un 7 a un 5 y Pancho trepa de un 3 a un 5. La igualdad se consigue, pero esta vez los resultados son peores y ambos desaprueban.

Ahora Fernanda se enfrenta a un dilema: ¿restablece el esquema de incentivos, permitiendo que cada uno conserve la calificación que se merece o simplemente baja la vara y establece que a partir de ahora se aprueba con 5?

Conociendo el criterio de la docente de esta historia, parecería que tomará el segundo camino, sumergiéndose en un círculo vicioso de decadencia con inexorables resultados paupérrimos para los dos estudiantes.

La historia de Leo, Pancho y Fernanda es aplicable a la vida actual Argentina, donde por un lado tenemos a la Argentina trabajadora, la del esfuerzo y el mérito, representada en Leo y por el otro, una Argentina asistida, planera, encarnada en Pancho, beneficiada por el Estado Benefactor representado en la figura de Fernanda.

Efectivamente, el Estado argentino se rige con el criterio escolar de la docente Fernanda. Castiga a la Argentina trabajadora con impuestos estratosféricos que gravan cada movimiento de la vida, para volcar recursos a la Argentina asistida provocando el mismo efecto de desaliento en el laburante e  impulsando la cultura de la dádiva. Un formato donde se estimulan los planes sociales en vez de las pymes, un formato que destruye la cultura del trabajo y la meritocracia, potenciando la indolencia y la “ineptocracia”.

La pulseada de las dos Argentinas tiene un resultado inevitable: un país cada vez más pobre y atrasado, inadvertido para el mundo, poco competitivo, alejado de la sociedad del conocimiento, el progreso y en definitiva el bienestar. Una sociedad contumaz, necia, empachada de estatismo, incapaz de vincular causa-efecto, que se repite a sí misma escribiendo esta triste historia. La historia de Leo, Pancho y Fernanda, la historia de las dos Argentinas.