En su controversial carta, y en una clara señal a la inflación y la economía, Cristina Kirchner (CFK) asegura que “la Argentina es ese extraño lugar en donde mueren todas las teorías”. No puedo estar más en desacuerdo. Argentina es, de hecho, ese país que confirma hasta el cansancio los principios más básicos de la teoría económica. La carta de CFK es otro ejemplo más la difícil relación entre el kirchnerismo y los datos.

CFK se preocupa por el bimonetarismo de Argentina; que se usen pesos para las transacciones cotidianas, pero que se ahorre en dólares. Cree que Argentina es el único país que sufre de bimonetarismo. Es claro que está equivocada, sólo tiene que apuntar su mirada a lo que sucede en Venezuela, país que conoce bien. ¿O acaso cree que el bolívar es una moneda fuerte? También difiero con que el bimonetarismo es un problema. El bimonetarismo es una solución para los millones de argentinos que hacen lo que pueden para mantener algo de ahorros a resguardo de un gobierno insaciable de recursos.

Ahorrar en pesos no sirve. O la inflación se come los ahorros, o el gobierno lo expropia, como el caso de las AFJP ¿Acaso los funcionarios públicos no ahorran en dólares también? ¿Y muchos de ellos en el exterior? Los bolsos que vimos depositar en un convento hacia el final del mandato presidencial de CFK tenían dólares, no pesos. Los aún desaparecidos fondos de Santa Cruz tampoco eran pesos precisamente. En otras palabras, el bimonetarismo es una solución a los desmanejos económicos del gobierno como los propios actos de los funcionarios públicos demuestra.

CFK parece temer lo que ya se percibe como inevitable. Una fuerte crisis cambiaria. No queda claro si la intención de la carta es que la oposición pague parte del costo de la crisis vía un acuerdo político, o si realmente cree que un acuerdo político puede evitar la crisis. Lo que sí es claro a esta altura es la ilusión kirchnerista de que la política domina a la economía. Sin embargo, así como los acuerdos políticos no pueden torcer la ley de demanda, los acuerdos políticos tampoco pueden torcer las leyes de demanda y oferta.

Poner la ciencia económica por detrás del arte de la política dificulta la solución a la crisis económica. Hay dos problemas. El primero es la creencia peronista de que a la economía la mueven grupos de poder con intereses políticos. Los banqueros, la oligarquía, la clase media, etc. De allí la idea de generar “acuerdos” políticos, para tener bajo control a los grupos de poder. En verdad, la economía es el resultado de millones de individualidades que pueden no tener ningún interés político, su único interés es sobrevivir lo mejor posible en la locura económica que es Argentina.

El segundo error es la falta total de credibilidad del gobierno. La misma carta de CFK es un ejemplo de este problema. CFK no sólo presenta una memoria parcial y selectiva de su gestión, sino que llama a la unidad política a la par que se descarga con fuertes críticas a la principal oposición a su partido. Más que un llamado a un acuerdo político, la carta parece ser un llamado a la sumisión a la doctrina de su gobierno. De nuevo, si todos son K, entonces la falta de conflicto político resulta, como por arte de magia, en ausencia de problemas económicos. Sin embargo, ¿cómo creerle a un BCRA cuyo Presidente cataloga de criminales a humildes ahorristas que no tienen otro remedio que recurrir al dólar blue? ¿Cómo creerle al mismo gobierno que hasta hace poco mentía con algo tan obvio como la inflación? Si Alberto Fernández promete un giro de 180 grados en materia económica e institucional, ¿quién le cree? ¿No hemos perdido ya la cuenta de las veces que el Presidente se ha contradicho a sí mismo? La falta de credibilidad es un serio problema del kirchnerismo.

Esta percepción distorsionada de la economía lleva a insistir con alquimias económicas sin resultados. La inflación es un claro ejemplo. CFK afirma que el bimonetarismo “es un problema estructural” del país. Sin embargo, el problema es político. Son los políticos quienes insisten con un nivel de gasto impagable, endeudarse, y monetizar el déficit. Cómo enseña cualquier manual de economía en cualquier parte del mundo escrito por cualquier autor, la inflación es un fenómeno monetario. Para solucionar la inflación hay que mirar al BCRA y al Tesoro.

La inflación y la crisis cambiaria no se solucionan ni con acuerdos políticos de dudosa intención ni con la alquimia de la heterodoxia económica del gobierno persiguiendo supuestos grupos de poder. La inflación y la crisis cambiaria se solucionan con una seria revisión del gasto público y un creíble shock institucional. Lamentablemente, dos cuestiones que se encuentran en las antípodas de la ideología y credibilidad K.