En un simpático episodio del Chavo del 8, el Profesor Jirafales le pregunta a Quico: si tengo 4 naranjas y me como una, ¿cuántas me quedan? Quico no sabe la respuesta. Algo así ocurre con las tarifas de electricidad y gas.

¿Cuál es la respuesta al problema del atraso tarifario? Todos queremos que la energía sea barata y abundante. Lo que se discute es el nivel de las tarifas (que sean caras o baratas), pero no la estructura, ni la carga impositiva ni mejorar la distribución del ingreso ni la utilidad que tienen para contener precios.

Tenemos tarifas congeladas desde mayo de 2019 y lo mismo hay inflación. Tuvimos tarifas casi congeladas durante casi 15 años y también hubo inflación. No son las tarifas las que causan inflación. Pero sí son un gran componente de los costos, por lo que tienen incidencia. Repito: no son la causa aunque sí son importantes.

No debemos olvidar que hay una relación entre lo que se paga (las tarifas), la calidad del servicio (posibilidad de hacer mantenimiento o inversiones) y quien pone la diferencia entre el costo y la tarifa (subsidios diversos). Lo que se paga no alcanza para cubrir los costos, ni hablar de inversiones y ni siquiera alcanza para el mantenimiento. Es como si comiéramos una naranja y creyéramos que aún hay cuatro.

La tarifa que pagan los consumidores es aproximadamente mitad impuestos y con la otra mitad se paga la generación, transporte y distribución de energía. Es equivalente a que el profesor Jirafales preguntara: Si tengo 4 naranjas y me como 2, ¿cuántas me quedan? La mitad que queda es insuficiente para cubrir los costos de las empresas por lo que se les dan subsidios. Hoy se cobran impuestos para luego dar subsidios. Lo que queda después de impuestos no alcanza para cubrir costos.  Es una “intermediación” que pudiéramos evitar. El consumidor paga 4 naranjas pero las empresas reciben 2.

Al discutir el aumento de tarifas, estamos hablando del monto  de las mismas. Pero también deberíamos hablar de la estructura de las tarifas, es decir, cómo están diseñadas en función del consumo y los diferentes escalones. A mayor consumo, mayor precio por KW. Esto surgió al considerar -erróneamente- que un bajo consumo es indicador de bajos ingresos o capacidad contributiva del usuario.

No parece tener mucho sentido. Si se desea subsidiar algunos hogares, no es un mecanismo apropiado tener tarifas diferenciales, no sólo porque hay errores de exclusión (gente que no lo recibe y podría) y de inclusión (gente que recibe el subsidio y no debería). La tarifa social es un paso en la dirección correcta.

El método más eficaz es entregar dinero y que el consumidor decida en qué prefiere gastarlo. Puede ser por medio de una deducción impositiva, un aporte de fondos, una tarjeta prepaga, o varios otros métodos. Puede haber fondos específicos u ONG o Fundaciones que auxilien a electrodependientes, etc. Sin embargo, aferrarse a una escala tarifaria tiene poco sentido. Las naranjas del profesor Jirafales son todas iguales.

Sabemos que el subsidio surge de impuestos  que  pagamos todos, en todo el país. En otras provincias todos pagan tarifas mucho más altas y además con sus impuestos aportan al subsidio. O peor, en el interior, puede haber familias que ni siquiera tienen acceso a electricidad y sin embargo pagan IVA por las naranjas que va a subsidiar el servicio… de los que lo tienen.

Si se considera que hay que beneficiar  a algunas familias u organizaciones como escuelas o clubes, entonces es obvio que  el escalonamiento de las facturas no tiene ningún sentido, ya que consumen mucho. 

Por si esto fuera poco, la Ley 24.065 prohíbe que unos usuarios subsidien a otros. Si continuamos obviando este “pequeño detalle legal”, lo mismo deberíamos ver que el esquema no es consistente: las 4 categorías más bajas pagan más por kw/hora que las 3 siguientes. Tampoco tiene sentido que haya un cargo fijo diferente en función del nivel de consumo. Si se corta la luz la empresa debe acudir y atender de igual manera, donde sea y a quien sea. Otra vez: las naranjas del profesor Jirafales son todas iguales.

Si queremos ayudar a quienes más lo necesitan, no confundamos el objetivo con un instrumento (en este caso las tarifas escalonadas). Definido el objetivo, busquemos el mejor instrumento.

Justamente, hay diferentes objetivos a cumplir: reducir el déficit fiscal, mejorar el servicio, y mantener el poder adquisitivo de las familias y empresas. A las empresas les interesa que  haya aumentos para poder cubrir sus costos y no depender de subsidios que deben negociarse cada vez. A  los ciudadanos nos interesa que el sistema funcione y que sea coherente, por lo cual el esquema tarifario actual debe ser analizado y modificado. No es sólo una cuestión del nivel o monto de la tarifa, sino de su estructura.

Por supuesto hay muchos otros temas aún más importantes: costo del capital, necesidades de inversión, reducción del déficit fiscal, reducción de la carga impositiva. Espero que cuando esos temas se analicen (¡algún día se hará!) este tema de la estructura tarifaria se incluirá, ya que genera grandes distorsiones e inequidades.

Evitemos que la respuesta al gran problema de lograr energía barata y abundante sea más subsidios, que sería como la respuesta que dio Quico al profesor Jirafales. Lejos de reconocer su error dijo: “Yo sé la respuesta, pero con manzanas”.