Nada es más efectivo que un ejército que realmente lucha por su vida, su patria y su propiedad. Siquiera la garantía de bienestar que proviene de una buena paga. 

Maquiavelo

Nicolas Maquiavelo se dedica a partir del Capítulo X de El Príncipe a generar un indicador preciso para medir la fuerza de los principados, pero es en el XII en el que centra su atención en el ejército, no solo señalando como factor de importancia la cantidad de las tropas sino también su cualidad.

En este memorable fragmento dedicado a los mercenarios, contra la creencia común de su tiempo, Maquiavelo rechaza la utilidad de este tipo de fuerzas con la contundencia de estas palabras: “[…] Las mercenarias y auxiliares son inútiles y peligrosas. Si un príncipe apoya su Estado con tropas mercenarias, no estará firme ni seguro nunca, porque ellas carecen de unión, son ambiciosas, indisciplinadas, infieles, fanfarronas en presencia de los amigos, y cobardes contra los enemigos, y que no temen temor de Dios, ni buena fe con los hombres. Si uno, con semejantes tropas, no queda vencido, es únicamente cuando no hay todavía ataque. En tiempo de paz te pillan ellas; y en el de guerra dejan que te despojen los enemigos […]”

Salvando la enorme distancia de tiempo y espacio, la campaña de Javier Milei parece por momentos inspirada en esta máxima del florentino. Independientemente de su indudable capacidad carismática para despegarse del fondo mediático, llamar la atención y transmitir ideas disruptivas para un electorado anquilosado en consignas mustias, es indudable que el aporte que hacen sus seguidores, desde la absoluta fidelidad y sin retribución material alguna, resulta determinante.

Desde esta perspectiva, resultaría inexplicable ese 13% histórico que obtuvo en las elecciones PASO de Septiembre, sin el apoyo, no tan solo ya en las redes sociales, sino incluso en la realidad de las plazas convocadas y en las mesas de fiscalización, de un conjunto de militantes convencidos de que este candidato puede ser quien aporte la clave para terminar con las décadas de decadencia que ha experimentado hasta el momento nuestro país. 

Twitter

Twitter es una red social singular con respecto a la política. En términos numéricos resulta profundamente lejana a un universo representativo, pero ha mostrado ser peligrosamente influyente dentro de aquellos que son más activos en este rubro. En tal microcosmo, Javier Milei ha logrado un blindaje superlativo, constituido por una militancia joven y convencida que dista mucho en su efectividad, compromiso y resultados, de aquellos memorables centros de trolls pagos, que se han utilizado y se siguen utilizando desde otras fuerzas.

En las últimas horas, mientras los seguidores de Milei implementaban campañas de guerra sucia de forma espontánea y casi con un tono lúdico, intentando convencer a los votantes de JxC de que su líder Mauricio Macri se inclinaba por apoyar al economista, desde el otro lado se apresuraron a convocar a las principales figuras afines al espacio para contrarrestar. 

El ataque directo que recibió en pocos minutos Juan José Campanella, con imágenes e información de algunos hechos de su pasado que lo vinculaban con el kirchnerismo, tras intentar relacionar con suspicacia al candidato liberal con Sergio Massa, dio cuenta de que la estrategia centralizada que en las campañas de 2015 y 2017 resultaron útiles, ya no tienen la misma efectividad.

A las pocas horas se había vuelto claro que el blindaje de Milei en redes sociales es prácticamente absoluto y solo dependiente de la atención que sus propios seguidores prestan de forma voluntaria a defender a su candidato y contratacar a como de lugar. Sin necesidad de validación, órdenes o estrategia comunicacional. 
Milei solo se limitó a recoger los argumentos de su militancia y a replicarlos, conforme se hacía claro que había superado una nueva batalla.

Un cambio de paradigma 

Mientras muchos observan el fenómeno desde la perspectiva de los sorprendente que se vuelve que un candidato nuevo, con todas las dotes de un outsider extremo, coseche votos de forma creciente frente a un aparato político colosal como el de Horacio Rodríguez Larreta y en su propio territorio, lo destacable es en sí un cambio de paradigma de fondo.

Nadie puede asegurar por lo antedicho que Javier Milei podrá a futuro acumular mayor poder que el que le ha garantizado hasta el momento llegar a su primera diputación. Aún así, lo ocurrido en las últimas semanas señala un nuevo uso de las redes sociales en tiempos de campaña; uno en el que los enormes galpones de trolls que a la vieja usanza de los call centers recibían instrucciones precisas que solo se limitaban a ejecutar, encontraron en la autorregulación y espontaneidad de jóvenes militantes un contendiente perfecto dispuesto a condenarlos a la jubilación.

De más está decir, que no todos los candidatos tendrán ni el carisma ni el don de oportunidad que Javier Milei y su mensaje han mostrado hasta el momento. Pero quizá como un homenaje digital a la gran obra de Maquiavelo, estas últimas semanas sirvan para recordar que nada es más efectivo que un ejército que realmente lucha por su vida, su patria y su propiedad. Siquiera la garantía de bienestar que proviene de una buena paga.