Otra semana donde se confirman las sospechas acerca de las tensiones existentes en el oficialismo respecto al rumbo de la política económica. En primer lugar, la diputada Fernanda Vallejos defendió a viva voz el aumento del 40% para personal del Congreso. Más allá de la discusión de ese caso puntual, implícitamente se está habilitando la posibilidad de rediscutir paritarias. Las mismas fueron determinadas hasta el momento por la pauta inflacionaria del Presupuesto de Martín Guzmán (29% a diciembre).

Parte de esta estrategia, de hecho, era decir que los trabajadores y el Estado hicieron un esfuerzo pero los empresarios tienen la culpa de ‘desmarcarse’ de la referencia del 29% del presupuesto. Batalla que está perdiendo el Ministro dentro de la discusión interna y no es la primera.

En segundo lugar, como si el Basualdo gate no hubiera sido suficiente, se le suma la medida aprobada por el Diputados en un clima de jolgorio muy distante del ánimo de la sociedad. Reducción de tarifas de gas para zonas frías, una medida que le impone más dificultad a los objetivos de no retrasar tarifas.

Mientras tanto, el BCRA sigue con un ritmo de depreciación que está operando por debajo de la mitad de los precios afectando al objetivo de competitividad atenuado por la apreciación de las monedas de países de la región. No obstante, la tensión por el cierre de exportaciones de carne y el mayor protagonismo de la Secretaría de Comercio desalienta la inversión y las tan ansiadas exportaciones que pedía Guzmán y que está definido como un objetivo en la Ley de Presupuesto y en los ‘pilares’ que anunció Matías Kulfas.

En resumen, salarios, tarifas, carne y tipo de cambio. De esos precios hablaba Cristina Fernández el 28 de diciembre pasado en el acto en el Estadio La Plata haciendo un balance de la gestión remarcando la gestión de Axel Kicillof en su gestión. Estaban también las jubilaciones en el discurso, una deuda pendiente de este gobierno que por ahora no la está cobrando nadie.

Mientras uno se acerca cada vez más a esa política económica explícita en el discurso y vivida durante 2011-2015, se aleja cada vez más de las intenciones del Ministro: aumento de las exportaciones, generación de divisas, prudencia fiscal y arreglo de la deuda. La prudencia fiscal fue debido en parte por un incremento de la presión tributaria como consecuencia del proyecto de Máximo Kirchner referido al aporte extraordinario. Un punto que incluso el Ministro terminó agradeciendo públicamente.

No es Guzmán el eje de la cuestión acá, sino la imposibilidad de tener una política económica distinta a la que tiene la vicepresidenta y, como consecuencia, la incomodidad que genera para el Presidente dirigir esta coalición de gobierno. Alberto Fernández venía a representar algo distinto a Cristina Fernández, pero si en lugar de ello sigue cuestionando al capitalismo, entonces ya no hay valor en su imagen.

Imagen que encima no se está encargando de recomponer. Los gaffes en materia de relaciones internacionales siguen y así como el rol del Ministro de Economía quedó reducido a la negociación de la deuda, el discurso del Presidente está siempre teñido y filtrado por la disposición de vacunas y la pandemia. Al final de esta semana, en la inauguración de un centro de medicina nuclear insistió sobre el tema y pidió a que los ciudadanos “vayan y vacúnense” como si el problema fuera el poco interés en inocularse y no la escasez de las vacunas. Discurso alejado de la realidad y que en suma a lo mencionado hace pensar que el problema es tanto del barco como del capitán.