“No se ve una solución”; “Sin dialogo entre los partidos políticos no se puede avanzar en solucionar los problemas de la Argentina”; “Parece que tenemos que chocar contra la pared para reaccionar”, son solo algunas de las frases que se escuchan tanto en foros de empresarios como de dirigentes políticos.

¿Por qué no es  posible sentar en una mesa de dialogo a los referentes políticos? Desde el partido gobernante responden: “es imposible con gente que miente, que tiene un discurso de odio”. Del lado de Juntos por el Cambio afirman: “nosotros no tenemos problema con dialogar, pero antes tenemos que estar de acuerdo con ciertos valores morales”.

Para el macrismo dichos  valores son por combatir  la corrupción, no permitir el atropello a las instituciones como sucede –argumentan- con la Corte Suprema, respetar la libertad de prensa, no avanzar sobre las empresas (Grupo Vicentin), entre otros.

En tanto, desde el entorno del presidente, la respuesta que se escucha en “on y en off” es la misma, “nos dejaron un país destrozado”, “son unos mentirosos”; son “corruptos”, etc.etc.

Así las cosas, resulta cada vez más lejano el día que la dirigencia política lidere un llamado a todos los actores de la sociedad para acordar políticas de mediano plazo que garanticen dejar atrás décadas de estancamiento.

“Ustedes se imaginan lo que sería la discusión para lograr algunos acuerdos de mediano plazo en temas urticantes como reforma laboral, impositiva, o temas judiciales”, se preguntaba un empresario.

Un requisito para consensuar es tener la capacidad de autocrítica: aceptar la responsabilidad de lo que “se hizo mal”, es decir lo que llevó a que Argentina esté, nuevamente, al borde del abismo.

La transición presidencial y la relación pacífica entre Fernández y Macri, un recuerdo lejano.

Las últimas apariciones públicas del ex presidente Mauricio Macri dejaron en evidencia la falta de autocrítica, actitud que es cuestionada por María Eugenia Vidal, Horacio Rodríguez Larreta, entre otros dirigentes de Cambiemos que piensan que con la grieta es “imposible gobernar”.  Es más, la aparición mediática de Macri dejó la sensación de que está dispuesto a disputar la centralidad en su partido.

Desde el gobierno acusaron recibo de estas acusaciones y  fue el propio Alberto Fernández quién salió a responder haciendo responsable a Macri de los desastres heredados y el “esfuerzo en medio de una pandemia que está haciendo el gobierno”.

En realidad, “ninguno de los dos tienen mucha autoridad para levantar el dedo acusador” se quejan en el mundo empresario.  Tanto desde el  kirchnerismo como en Juntos por el Cambio se sostiene que los errores “son responsabilidad del otro” o de la fatalidad, de la sequía, de la pandemia.

Teniendo en cuenta estas divisiones, están aquellos que sostienen que la política va a reaccionar cuando choquemos.

Otros piensan que es necesario el dialogo a como dé lugar para salir de esta crisis.

Y hay quienes creen que el problema es culpa de los que conspiran, la oposición, los especuladores, etc.

Advertencia

Lo que está fuera de toda duda es la profundidad de la crisis. A punto tal que el propio Fondo Monetario Internacional abandonó su lenguaje diplomático y la titular del organismo Kristalina Georgieva, advirtió que: Argentina enfrenta desafíos muy dramáticos. El país está en una profunda recesión, las condiciones sociales están empeorando, los des balances económicos están creciendo, el divorcio entre el tipo de cambio oficial y los otros tipos de cambio se está expandiendo”.

La titular del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva.

A continuación sugirió “la tarea más importante del país es que brinde una hoja de ruta para saber cuál es la dirección que está adoptando y como sabemos que está alcanzando el destino que se busca”.

El plan económico, para el gobierno, ya fue presentado en el proyecto de presupuesto y con las medidas que se van anunciando.

Sin embargo, el panorama no es para nada alentador. Lo mostró con claridad la encuesta de IDEA: casi el 70% de los empresarios estima que este segundo semestre será peor que el primero (que ya fue muy malo).

¿Por qué siempre esperamos chocar para reaccionar? Se preguntaba un importante empresario que hace tiempo mudó la mayor parte de sus negocios al exterior. Según su opinión, “el choque es un tema de tiempo” y cree que la falta de reacción del gobierno lleva a que se acorten los plazos.

Máxima tensión

El mayor problema que enfrenta el Gobierno a corto plazo es la falta de dólares. Y entre los analistas económicos se sostiene que el riesgo de una devaluación importante de la moneda es creciente. Lo acaba de señalar en su último informe, por caso, Eco Go al afirmar que “las chances de comprimir la brecha cambiaria sin un salto discreto del dólar oficial… se achicaron fuertemente”.

El cuadro de situación que presenta la consultora dirigida por Marina Dal Poggetto es claro en cuanto a la magnitud de las tensiones que presenta el mercado de cambios. Las reservas netas suman apenas 4.560 millones de dólares y están conformadas en su totalidad con Oro y DEGs.

Así, la brecha cambiaria se sitúa arriba del 110% y la tasa de interés en dólares de la deuda recientemente reestructurada se ubica en torno del 15% para los plazos más cortos y 14% para los más largos –es decir pone a la Argentina entre los países más riesgosos del mundo -.

En el mismo sentido, los datos de Ecolatina, muestran que en los primeros 8 días del mes las reservas líquidas cayeron u$s 288 millones -alcanzan a menos 300 millones- en tanto que los depósitos en dólares se redujeron en 506 millones.

En tanto, al asumir Mauricio Macri -a fines de 2015, eran de unos u$s 4.000 millones-.

En cuenta gotas

Hasta el momento las distintas medidas que adoptó el Gobierno para frenar la salida de dólares e incentivar la liquidación de los exportadores vinieron fracasando. A lo sumo, ganó un poco de tiempo ya que con las restricciones, el ritmo de venta diario de dólares por parte del Banco Central pasó de 100 millones en la primera mitad de septiembre a 60 millones promedio desde entonces.

“No alcanza para llegar a fin de año (cuando aumenta la oferta de la exportación por la cosecha de trigo) ni tampoco hasta obtener un apoyo del FMI”, evalúa uno de los economistas más consultados de la City.

Ante este fracaso, en los últimos días las autoridades tomaron nuevas resoluciones. Subieron la tasa de interés y acentuaron los controles a las importaciones.

En el mercado de cambios existen dudas en cuanto a que estas decisiones – “parches” para algunos – logren descomprimir las tensiones. El problema –señalan– es que ya no hay margen para convivir mucho tiempo con una brecha cambiaria en niveles superiores a 100% sin consecuencias inflacionarias y sobre el nivel de actividad.

En lo inmediato, al decidir aplicar más restricciones sobre las compras externas, el Gobierno opta por evitar una fuerte devaluación del tipo de cambio oficial aún a costa de afectar la actividad económica.

Recesión

La jugada es costosa en momentos en que la economía se encuentra severamente dañada. Según el INDEC, en el segundo trimestre del año los ingresos de las familias cayeron 11% en términos reales interanual  y los puestos de trabajo se redujeron en 3,7 millones, hasta 17,1 millones en un solo trimestre.

El consumo masivo volvió a caer en septiembre, 2% interanual, tras un retroceso de 5,4% en agosto, según los datos de Scentia.

Tan sólo algunos sectores escapan a la crisis general, como es el caso de algunos rubros de la construcción ya que la gente que puede, realiza arreglos – en septiembre el índice Construya subió 19%-. Pero para la economía en su conjunto el pronóstico sigue siendo negativo – la caída del PIB llegaría a 12/13% en el año, según los últimos cálculos privados -.

El Gobierno está dispuesto a resistir con todos los medios a su alcance una fuerte devaluación del dólar oficial, comentan en la Casa Rosada. Es que con 47% de pobreza, una suba en la cotización impactaría sobre la inflación, particularmente sobre los precios de los alimentos, “acentuando los problemas de gobernabilidad”, según analistas.

Giro pragmático

En tanto, tiende a deteriorarse el humor social. El 61% de la gente cree que la situación en los próximos meses va a ser peor, en lo que constituye el nivel más alto de pesimismo en años, según una encuesta de la consultora Synopsis.

Al tiempo que crece la preocupación por la situación económica – dos tercios cree que la primera urgencia del Gobierno es poner en marcha a la economía -, se deteriora la imagen del gobierno.

El presidente Alberto Fernández tiene 52,4% de imagen negativa y solo 32,7% de imagen positiva, según la última medición de Synopsis. Se invirtió de esta forma la situación al comienzo de la pandemia, cuando el presidente cosechaba 59% de imagen positiva y solo 20% de negativa.

Alberto Fernández, participe de los actos en memoria del Día de la Lealtad a Juan Domingo Perón

La extendida cuarentena y los malos resultados en el combate contra el coronavirus son centrales para explicar estos ánimos. La Argentina ya se ubica en el puesto 12 entre los países con más casos, el 15 por la cantidad de muertos y recién en el puesto 78 por cantidad de testeos, (descontando países con menos de un millón de habitantes).

Y la expectativa es que la pandemia se quedará por mucho tiempo. No por nada, tras varias postergaciones, los organizadores del festival Lollapalooza corrieron para noviembre de 2021 el festival en la Argentina. Se explica en este contexto que casi la mitad de la población tenga problemas de ansiedad, según estudios de organizaciones de salud.

Frente a esta crisis de carácter multifacético – política, económica, social y sanitaria – algunos analistas creen que el Gobierno no tendrá más opción que dar “un giro pragmático”, en palabras de Romero.

Reacción

Quienes creen que es necesario actuar rápidamente sostienen que se tendría que intentar bajar el nivel de confrontación o acercarse a los Estados Unidos para acelerar el apoyo del Fondo Monetario Internacional (en este sentido se interpreta la condena que finalmente hizo el país a Venezuela por los derechos humanos).

Esta semana que culminó hubo actos pro mercado. La presencia presidencial en IDEA; el lanzamiento del postergado “Plan Gas en Vaca Muerta”, una mirada “friendly” hacia la Minería;  el llamado al presidente de Francia, entre otros.

También algunos memoriosos aventando temores sobre el rol de la vicepresidenta, recuerdan que ante una situación similar –caída de las reservas– durante su segunda presidencia, Cristina mandó a Axel Kicillof, en aquel entonces su ministro de Economía, a arreglar en tiempo récord las deudas con el Club de París.

La estrategia era normalizar las relaciones financieras internacionales, hasta que el juez Thomas Griesa rompió el intento al declarar el default de la deuda argentina. 

Además, enfatizan que fue Cristina quien habría conminado a Guzmán para que “cierre de una vez el tema de la restructuración de la deuda externa” con los acreedores privados, afirman en el entorno presidencial. De esta manera, salen a tranquilizar a quienes sostienen que la crisis de confianza es por la presencia de Cristina.    

Hasta el momento, en la Casa Rosada no se habla de cambios de gabinete, se lo ve fuerte a Guzmán, e incluso el amigo del Alberto, Miguel Pesce sigue en su puesto pero subordinado al titular del Palacio de Hacienda.

Así, Guzmán de los foros académicos de Columbia pasó a tener la suma del poder en el Palacio de Hacienda, cartera que también sumó la estratégica Secretaria de Energía -curiosamente también incluyó a Yacimientos Carboníferos Fiscal, cuyo titular es Aníbal Fernández – y ahora controla el Banco Central.

Un dato a tener en cuenta es que Sergio Chodos fue quien presentó a Martín Guzmán tanto a Cristina como a Alberto Fernández y, se sabe que hoy tiene una gran influencia en las decisiones que se adoptan en el ministerio de Economía. Eso sí, bajo la atenta mirada de la vicepresidente.