Como presidente de la CELAC, Alberto Fernández lamentó las exclusiones dispuestas por los Estados Unidos en la IX Cumbre de las Américas y propuso modificar la potestad que tienen los países anfitriones de disponer un "derecho de admisión" para los países de la región a la hora de formular las invitaciones.

En su discurso ante el plenario del encuentro continental -que se extendió por unos diez minutos- el mandatario argentino cuestionó el bloqueo que sufren Cuba y Venezuela y le reclamó a Joe Biden que revea su política para la región: "es momento de abrirse de modo fraterno para favorecer los intereses comunes".

"Lamento que no hayamos podido estar presentes todos los que debíamos estar, en este ámbito tan propicio para el debate", inició su discurso el mandatario argentino ante el auditorio principal del Centro de Convenciones de Los Ángeles. Y acto seguido comenzó a enumerar su preocupación por el proceso de endeudamiento en la región.

"Nos preocupa que América Latina y el Caribe hayan emergido de la pandemia como la región más endeudada del mundo en desarrollo. El peso promedio de la deuda externa supera el 77 % del producto bruto regional", detalló.

"Nos preocupa la informalidad laboral que hoy supera el 50 %. Nos duele esta suerte de lotería del nacimiento que hace que quienes nacen en humildes pueblos de nuestra región, vean reducir casi 15 años sus expectativas de vida respecto de quienes nacen en barrios acomodados", agregó.

"Distribución inequitativa de la riqueza"

En el momento más álgido de su alocución, Fernández planteó que "el mundo central ha fijado reglas financieras evidentemente inequitativas" por las que "unos pocos concentran el ingreso mientras millones de seres humanos quedan atrapados en el pozo de la pobreza".

Acto seguido volvió a plantear su postura frente al accionar estadounidense en perjuicio de los pueblos cubano y venezolano: "Cuba soporta un bloqueo de más de seis décadas impuesto en los años de la Guerra Fría y Venezuela tolera otro mientras que una pandemia que asola a la humanidad arrastra consigo millones de vidas, con medidas de ese tipo se busca condicionar a gobiernos, pero en los hechos solo se lastima a los pueblos".

El Presidente expresó su deseo de accionar para que los próximos encuentros tengan una dinámica diferente: "hubiésemos querido otra Cumbre de las Américas, el silencio de los ausentes nos interpela"  y agregó que "el hecho de ser país  anfitrión de la Cumbre no otorga la capacidad de imponer un derecho de admisión sobre los países miembros del continente".

Dirigiéndose a Joe Biden afirmó: "es momento de abrirse de modo fraterno en pos de favorecer intereses comunes" y aprovechó para cuestionar a la administración de Donald Trump, al calificar los años de su gobierno como "signados por una política inmensamente dañina para nuestra región desplegada por la administración que lo precedió" y reclamó que "esas políticas cambien y los daños se reparen".

Más adelante cuestionó duramente el rol de la Organización de los Estados Americanos (OEA). "Se ha utilizado a la OEA como un gendarme que facilitó un golpe de estado en Bolivia. Se han apropiado de la conducción del Banco Interamericano de Desarrollo que históricamente estuvo en manos latinoamericanas". Inmediatamente efectuó una propuesta drástica: "La OEA, si quiere ser respetada y volver a ser la plataforma política regional para la cual fue creada, debe ser reestructurada removiendo de inmediato a quienes la conducen".

"Unidos o dominados"

Alberto volvió a insistir con su bandera principal en materia de política exterior: "En esta Cumbre debemos analizar el presente y proyectar el mañana en pos de una reconstrucción creativa del multilateralismo. No se puede imponer un pensamiento único en un mundo que exige la armonía sinfónica frente a los dramas comunes", remarcó.

Luego, Fernández introdujo el contexto mundial, con el conflicto ruso-ucraniano como telón de fondo: "la invasión de Rusia sobre Ucrania impacta de lleno sobre nosotros. Es urgente construir escenarios de negociación que le pongan fin a la catástrofe bélica. Sin humillaciones ni deseos de dominación. Sin geopolítica deshumanizada ni privilegios de violencia".

Luego de los diagnósticos, llegó el turno de las propuestas: "Ante tanta desigualdad, debemos plantear la necesidad de políticas impositivas progresivas, aun cuando las élites domésticas nos presenten como un peligro para la calidad democrática. La renta inesperada que la guerra entregó como un regalo a grandes corporaciones alimenticias, petroleras y armamentísticas debe ser gravada para  mejorar la distribución del ingreso". Y cuestionó los planteos redistributivos mezquinos del neoliberalismo: "No hay teoría del derrame de riqueza que haya funcionado. Ya es hora de que tomemos nota y actuemos en consecuencia".

Ya sobre el cierre, el presidente argentino efectuó una convocatoria amplia para "construir juntos, en unidad, un renovado humanismo, que, como enseña el Papa Francisco, comience por los últimos, para llegar a todos y todas. Unidos o dominados. Unidos por la “casa común” o dominados por la codicia económica. Unidos por el multilateralismo o dominados por la polarización. Unidos por la democracia con inclusión social o dominados por el individualismo y la miseria colectiva".

Y cerró con una frase donde demostró su voluntad de no romper, sino de edificar una estrategia conjunta para superar la crisis humanitaria: "Estoy aquí tratando de construir puentes y derribar muros. Sueño que en una América fraternalmente unida, nos comprometamos a que todos los seres humanos que habitan nuestro continente tengan derecho al pan, a la tierra, al techo y a un trabajo digno".