“Amo a la Argentina con la misma intensidad que amo a mis hijos”. Con esas palabras el candidato a presidente de Unión por la Patria Sergio Massa finalizaba el discurso con el que asumió la derrota y confirmaba lo que por lo bajo, desde hacía horas, se sabía: Javier Milei es el nuevo presidente de la República Argentina. 

El discurso de Massa desde el escenario del Centro Cultural C, ubicado en Avenida Corrientes y Dorrego, el mismo lugar que ofició de búnker en las PASO y las generales, fue corto, medido, cortés y, en la medida que pudo, elegante: agradeció a los fiscales, a la militancia, a su familia y le dio el reconocimiento correspondiente al nuevo mandatario electo. 

"Lo más importante que le tenemos que dar a los argentinos y argentinas es el mensaje de que la convivencia, el diálogo y el respeto por la paz, frente a tanta violencia y descalificación" porque, dijo, ese "es el mejor camino que podemos recorrer", aseguró el ministro de Economía desde el escenario secundado por Malena Galmarini, Cecilia Moreau, Axel Kicillof, Máximo Kirchner, Agustín Rossi, Héctor Daer y otros referentes del oficialismo. 

A Unión por la Patria no le alcanzó y busca respuestas en medio de una transición caliente

El mensaje de Massa parecía un guion escrito por quién buscaba digerir rápido un mal trago, sin dar muchas explicaciones, excepto por dos momentos: cuando aseguró que comienza una nueva etapa en su vida (por el momento se habla de una posible licencia a su cargo en el Ministerio de Economía), y cuando volvió a traer a escena al presidente Alberto Fernández, a quién dejó líder de la transición. "Desde mañana, la responsabilidad y la tarea de dar certezas y transmitir garantías sobre el funcionamiento político, social y económico de Argentina es responsabilidad del presidente electo", advirtió también. 

Las palabras enunciadas desde el escenario del barrio de la Chacarita no coincidían con el clima que había apenas horas antes. Cerca de las 16, la militancia copó la zona con bombos, carteles y las tradicionales parrillas con choripán. Cantaban, bailaban, festejaban. Ahora, mientras Massa hablaba, lloraban y se abrazaban. Se sostenían y exorcizaban lo que comenzó como un rumor minutos después del cierre de los comicios: el peronismo perdió y con una diferencia contundente. 

Los datos llegaban sin parar a los celulares de todos los periodistas acreditados y con todas las formas posibles, con copia de actas de algún pueblo, boca de urnas caseras, mensajes de fiscales, etc. Quién escribe lo confirmó cerca de las 19 a través de un intercambio por WhatsApp con una persona del riñón del ahora excandidato: “perdimos”. A secas. Sin nada más. 

Massa decidió adelantarse a la imagen de la página con los resultados oficiales. Con suerte, a las 21 horas la diferencia sería menor.

60 días antes, en ese mismo escenario, el ministro recibió los resultados de la voluntad popular que lo dejaron tercero, en las generales primero, a menos de cuatro puntos de ganar en primera vuelta, y ahora lo veía derrotado de nuevo. El giro de la narrativa electoral es fascinante e impredecible. Fascinante para contarla, impredecible por el futuro que ya es el presente y que el próximo 10 de diciembre se hará oficial. 

De las elecciones generales a la segunda vuelta, Massa sumó menos de ocho puntos y quedó a 11, 5 del vencedor Milei. "El esfuerzo empieza mañana de vuelta. Tenemos 60 días para ganarle a aquellos que convocando desde el odio, construyeron un principio de una nueva mayoría", dijo ese 14 de agosto fatídico que ahora volvía en forma de una derrota contundente y sin otra chance bajo el brazo. 

¿Qué falló? ¿Qué faltó? ¿Quiénes faltaron?, son algunos de los interrogantes que surgieron en UxP y que, posiblemente, no encuentren una respuesta única ni inmediata. Por estas horas buscan más caras para la derrota: la de Alberto Fernández y la de Cristina Kirchner. ¿Puede una cara condensar un resultado catastrófico como el de este domingo? ¿Es una cara la verdadera responsable o es un conjunto de políticas que no lograron convencer al electorado?.

El peronismo comenzará esta misma noche a pensar como se posicionará durante los próximos cuatro años en los que les toca el rol de oposición. Final abierto para descubrir si elegirán un verdugo como ofrenda de la derrota o la catástrofe facilitará acuerdos. Tal vez, también, algunas jubilaciones anticipadas.