Se acerca el cierre de lista y la hoja cada vez se hace se hace más chica. La danza de nombres no se detiene. Sin embargo, son pocos los aspirantes que exponen sus deseos de integrar la Legislatura bonaerense. “Si suena, suena”, decía Néstor Kirchner. Y tanto desde el oficialismo como desde la oposición ya hay varios renglones completos en cada sección electoral.

Quien dio el primer paso fue Ricardo Alessandro, intendente peronista de Salto, quien en las últimas horas dejó en claro su intención de pasar dejar su función ejecutiva y pasar al cuerpo legislativo. En diálogo con Data Clave, el jefe comunal dejó en claro sus pretensiones y motivos: “Ya voy cinco mandatos. Tengo 69 años y estos dos últimos fueron terribles. Estoy destrozado, pero no desesperado. Me siento útil para estar en la Legislatura”.

Y sobre los motivos, es claro: “Pase lo que pase con la reelección indefinida ya tengo como sucesor a mi hijo. En 2023 estaré en la Legislatura, en algún rol del ejecutivo o en mi casa, pero no voy a volver a ser intendente. Mis intenciones ya las conocen todos los referentes de la sección y el secretario de Municipios, Avelino Zurro, con quien me une una gran amistad y respeto. Solo me falta hablar con Kicillof y Máximo Kirchner”.

El deseo del “Cura” Alessandro es el de varios intendentes que ven la posibilidad de pegar el salto. Incluso su vecino de San Pedro, Cecilio Salazar. Quien también ya levantó el cuello es el intendente de Maipú, Matías Rapallini, uno de los pocos jefes comunales del interior que acompaña a Gustavo Posse en su deseo de encabezar la lista de diputado nacional por la UCR y competir en una interna con Facundo Manes.

¿Pero cuáles son los principales motivos que llevan a los intendentes a intentar pegar el salto de poder? Los factores son varios. Pero hay tres muy marcados. Para empezar, el fin de la reelección indefinida obliga a que muchos piensen en cambiar de aire por temor a que no se resuelva legalmente. Y es por eso que quieren anticipar su pase. Sobre todo en aquellas secciones electorales que en esta oportunidad votan para ingresar a diputados (segunda, tercera, sexta y octava).

Pese a que son varios los que ya dejan en claro que no irán por un nuevo mandato más allá de que la ley que pone fin de las reelecciones indefinidas se pueda frenar judicialmente, los intendentes se aprestan a oficializar sus intenciones en busca de lograr un impacto mediático.

Pero los motivos crecen. Y en ese sentido el factor económico no es menor. Los sueldos de los intendentes son variados, es cierto. Van de los 150 mil pesos en mano que cobra el jefe comunal de Morón, Lucas Ghi (Frente de Todos) a los 560 mil que percibe Héctor Gay (Juntos por el Cambio) en Bahía Blanca.

Con una particularidad. Desde la pandemia, fueron varios los que optaron por bajar su salario entre un 20 y un 40 por ciento con motivo de la situación que atraviesan algunas comunas que debieron recibir fondos de Provincia para poder pagar los sueldos locales.

Ser intendente significa trabajar 24x7, tardar tres horas en ir a comprar una pizza y cobrar en porcentual menos que lo que gana cualquier laburante de planta permanente”, le dice a este medio un jefe comunal que también quiere dar el salto, pero que aún no lo dice.

La diferencia es clara. Los diputados y los senadores provinciales perciben un salario por encima de los 250 mil pesos lo que para algunos podría significar casi el 70 por ciento más de lo que ganan en sus distritos.Pasás de saludar a todo el mundo a cada paso a tener una oficina donde no te conoce nadie”, agrega la misma fuente.

Claro, no todos prefieren dejar de ser cabeza de ratón para pasar a ser cola de león. Sin embargo, para algunos es un salto económico, un espacio de tranquilidad luego de vivir la pandemia en el frente de batalla y la posibilidad de acomodarse en un espacio de poder que les permita dar otro tipo de salto.

Y es que ahí reside la última cuestión. Para varios intendentes del interior, pasar a la Legislatura significa acercarse al centro del poder provincial. Una jugada que les posibilitaría acomodarse a futuro en otro rol, ya lejos de la gestión diario. Y con la intención de poder dejar de ser la primera ventanilla del reclamo general.