Hoy ha triunfado la verdad sobre la muerte, la desidia de funcionarios y empresarios y sobre quienes negaron desde el 22 de febrero una realidad irrefutable: que la corrupción enquistada en los despachos del poder político y económico generó en febrero de 2012 la muerte de 52 inocentes.

Con la confirmación por parte de la Corte Suprema de Justicia de las penas dictadas en 2015 por el Tribunal Oral Federal Número 2 damos un gran paso en este camino en búsqueda de justicia. A los asesinos condenados ya no les queda otra instancia que afrontar su responsabilidad tras las rejas, adonde están desde 2018. Para la enorme mayoría de ellos ya no quedan recursos para evadir la justicia, ni dilaciones absurdas para retrasar lo inevitable: hoy su responsabilidad ha quedado confirmada por el máximo tribunal. Celebramos la lucha, la unión de este grupo de familiares, y el acompañamiento de una enorme parte de la sociedad que vio reflejado en nuestro dolor el suyo propio y que estuvo a nuestro lado desde el primer día.

Celebramos la entrega a este camino que elegimos desde el primer día con el alma destrozada, celebramos cada lágrima que cimentó nuestro espíritu. Pero no hay nada que festejar. La muerte de los 52 inocentes no debe ser en vano. La historia de este país debe dejar reflejado para siempre que los asesinos de escritorio no pueden tener nunca más lugar entre quiénes guian los destinos de nuestro amado país.

Hoy recorremos entre nuestros recuerdos buscando aquel día en que nos unimos dejando de lado los intereses particulares para conformar un todo que se puso como horizonte el fallo que hoy ha sido dictado. Y al verlos, estamos orgullosos de cada minuto. Nunca nos guió el odio ni la venganza a pesar de haber sido atacados de todas las maneras posibles por quienes vieron en nosotros un grupo de ciudadanos que debían ser negados, olvidados, ignorados. Este camino recorrido lleno de dolor hoy ha tenido la respuesta que los 52 inocentes merecian desde el mismo 22 de febrero de 2012.

No olvidamos ni perdonamos ni nos reconciliaremos jamás con los responsables de masacre ni con cualquiera que haya relativizado nuestra lucha por nuestros objetivos. Y eso no es venganza. Es memoria, factor fundamental para que tragedias como la de Once no vuelvan a suceder.

Justicia para los muertos y heridos de Once.

Familiares de las víctimas de la Tragedia de Once