“Todo lo que quieran saber sobre mí está en mis antecedentes y mis sentencias, léanlos”, les dijo a los periodistas que la esperaban en su casa cercana al Botánico una camarista civil a comienzos de 2004. La vigilia en ese edificio de Palermo se justificaba porque esa mujer acababa de ser anunciada como candidata a integrar la Corte Suprema de Justicia de la Nación.

Elena Highton de Nolasco dio a conocer de manera pública que abandonaba a partir del 1º de noviembre su lugar en la Corte tras 17 años dentro del cuarto piso del Palacio de Tribunales. Se lo había anunciado antes a Alberto Fernández, que tendrá que definir su reemplazo en breve. La jueza tiene 78 años y se había mantenido en el puesto tras un fallo que le permitió seguir después de sus 75 y que no fue apelado por el macrismo en su momento.

Con la renuncia de Highton, la Corte se queda con varios espacios vacantes: no solo por la dificultad que presupone un tribunal par (donde para desempatar se debería llamar a un conjuez) sino porque lógicamente es la única mujer y también la única que tenía un recorrido judicial. Fue defensora primero, luego jueza civil y más tarde camarista de ese fuero. Sus colegas en la Corte vienen de otros ámbitos: Horacio Rosatti y Juan Carlos Maqueda tienen un recorrido más político mientras que Ricardo Lorenzetti y Carlos Rosenkrantz poseen un perfil más académico (o de ejercicio de la profesión).

Highton deja su lugar tras una situación de tensión que vivió con la elección como presidente de Rosatti. La jueza no quiso participar del zoom donde se eligió al santafesino tras que se conociera que Lorenzetti no iba a participar de la deliberación. 

Más allá de la sorpresa, hasta ahora desde las distintas áreas de Gobierno no lanzan nombres aunque aseguran que efectivamente la candidata para reemplazar a Highton será una mujer. Recuerdan principalmente que es lo que exige no sólo la normativa a nivel internacional (con los compromisos asumidos en cuanto a igualdad de género) sino por lo que está previsto en el famoso decreto 222/03 que se impulsó durante el gobierno de Néstor Kirchner y que fue considerado uno de los pilares en la renovación de la Corte Suprema.

“Resulta necesario tener presente, a la hora del ejercicio de tal facultad, las circunstancias atinentes a la composición general del Alto Cuerpo en cuanto a diversidades de género, especialidades profesionales e integración con un sentido regional y federal”, se sostiene en el decreto. La cuestión de género, ante una Corte integrada por cuatro hombres, impone que la candidata a ocupar el lugar sea una mujer.

En Tribunales, sostienen que en los momentos de vacantes, los gobiernos tienden primero a tirar nombres muy cercanos al núcleo para luego generar consensos ante otros posibles candidatos. Por eso no confían en absolutamente ninguno de los nombres que empezaron a girar y hasta se ríen de aquellas que comenzaron con un “operativo clamor”. Mientras tanto, desde el Gobierno solo atinaron a confirmar la preferencia de Alberto por nominar a una mujer

En la elección de la candidata hay varios factores: si se elige a alguien de recorrido académico/profesional, la Corte no tendrá a nadie que haya recorrido el camino judicial desde adentro. Si es alguien que pertenece a una estructura federal, se dejaría afuera a muchas candidatas de la Ciudad de Buenos Aires. La Corte tiene dos jueces santafesinos y uno cordobés remarcan en Tribunales y afirman en esa línea que podría sumarse a una porteña o alguien de cuyo o del sur.

¿Constitucionalista? ¿Penalista? ¿Civilista? ¿Derecho público o derecho privado? ¿Qué tipo de jueza es necesaria para esta etapa de la Corte? ¿Pesa la relación que puede llegar a establecer la candidata con sus futuros colegas? El perfil de magistrada también es uno de los misterios que tendrá que resolver Alberto. Néstor Kirchner hizo un mix: Lorenzetti, la propia Highton, Raúl Zaffaroni y Carmen Argibay. Cuando Cristina Fernández de Kirchner tuvo la oportunidad -aunque no llegó a concretarlo-  propuso primero al actual embajador en Italia Roberto Carlés aunque después retiró su pliego y propuso a los jueces Domingo Sesín y Eugenio Sarrabayrouse. Macri (aconsejado por distintos integrantes de su mesa judicial) se inclinó por Rosenkrantz y Rosatti -aunque de este último se arrepintió-.

Después de la definición del nombre, vendrá el dilema por los dos tercios, la misma dificultad que atraviesa hoy el pliego de Daniel Rafecas, el juez candidato a ocupar el rol de Procurador General de la Nación. Para ser elegida integrante de la Corte, la candidata tendrá que pasar por un criterio de selección con audiencias públicas y presentación de antecedentes para después pasar al Senado, donde el oficialismo no tiene una mayoría absoluta e incluso corre riesgo de perder su mayoría simple si se repiten algunos resultados electorales en noviembre.

La posibilidad de negociar con la oposición (“uno para vos, uno para mi”) parece muy remota a la luz de la relación que está atravesando el oficialismo con los principales referentes de Juntos, a quienes necesitan si o si para llegar al número mágico.