Cuando todavía no se cumplieron tres años de mandato del Frente de Todos, el póquer de variables que condicionaron la presidencia de Alberto Fernández no estaban en los planes ni del más acérrimo opositor. La pandemia del coronavirus fue un golpe inicial que poco a poco comenzó a erosionar la confianza con el gobierno. Luego llegó la guerra entre Ucrania y Rusia que potenció la crisis y disparó una inflación que ya arrastraba dificultades. Pero este jueves llegó el peor de los acontecimientos: un intento de magnicidio contra la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner, hecho que puso en jaque a la democracia tal como está e invitó a una profunda reflexión a todo el arco político.

En ese proceso de introspección y debate interno, también afloró una espontánea y abrumadora reacción popular en las calles en apoyo a CFK y en defensa del sistema democrático en general. Es cierto, estuvo motorizada por el oficialismo, que convocaron a Plaza de Mayo -hasta el propio Presidente- pero no menos real es que se acercaron muchos apartidarios a manifestarse. El clima de hartazgo general por el clima de violencia se vive de uno y otro lado de la grieta, y claro, en la ancha avenida del medio.

Lo cierto es que, adrede o no, Cristina recuperó la centralidad de la política nacional. Incluso cuando ella misma eligió mantener un perfil bajo -dentro de lo que le permite su figura- y “dejar gobernar” al Presidente. Pero la tan mentada Causa Vialidad primero, el alegato del fiscal Diego Luciani después y el vallado gate en las inmediaciones de su casa de Recoleta despertaron un sentir en el kirchnerismo que estaba dormido. “Si la tocan a Cristina, que quilombo se va a armar”, vitoreaban los días previos al fatídico jueves. Y la tocaron al final. O lo intentaron. Y la escena volvió a cambiar. De la acusación de la proscripción al intento de asesinato. De acá en más, el futuro político es incierto, en todos los sentidos.

Meses atrás, la cosa parecía juzgada. Un oficialismo errático ensayaba su último gran acto para intentar dar vuelta la taba con la llegada de Sergio Massa al ministerio de Economía. El gobierno nacional no le encontraba el agujero al mate y el oriundo de Tigre aparecía como el mesías, el elegido para salvar al Ejecutivo del naufragio. Allí se esbozó un principio de unidad, pero con el Frente Renovador en el centro de la escena y el kirchnerismo apenas como partener. Ahora, la dirigencia K vuelve a hacer valer sus credenciales con su máxima figura como as de espadas.

Unidos y organizados, por el espanto: el peronismo se reagrupa en el Sur tras el atentado a CFK

Y por supuesto, si se ordenan los melones arriba, abajo la cosa se acomoda rápido. Sobre todo en el peronismo. Aunque parezca, no es un anticipo del 2023, por más gorras que aparezcan ni el deseo de buena parte de la militancia. No, todavía falta correr mucha agua por debajo del puente. Sí hay reacomodamientos. Diferencias en el peronismo hubo, hay y habrá, más no siempre se vieron reflejados en el resultado final. Pero si de derrotas se trata, el justicialismo vio truncas sus aspiraciones electorales en los últimos comicios patagónicos.

El 2021 marcó un fuerte retroceso para el peronismo en las urnas. En Neuquén, quedaron terceros y por poco no pierden la banca que ponían en juego. Al salvar la ropa se maquilló una derrota contundente no solo contra Juntos por el Cambio sino contra el Movimiento Popular Neuquino, que estuvo cerca de duplicarlo en votos. Si se compara con la compulsa provincial del 2019, el traspié es todavía más duro: en aquella oportunidad habían quedado en segundo lugar.

De cara al ‘23, el exsecretario de Energía Darío Martínez es número puesto, aún sin confirmaciones. Sus diferencias históricas con Oscar Parrilli y el descontento de otros sectores de menor volumen condicionan sus chances. “Acá está todo bien, ya pasó la interna. Se organiza todo en conjunto”, confían desde la cúpula del PJ neuquino a Data Clave, que preside el ahora exfuncionario nacional.

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En Río Negro no es mejor el panorama. El oficialismo provincial Juntos Somos Río Negro, creció de manera exponencial y hoy es una fija para renovar. El resultado sería todavía más contundente si se presenta el líder del espacio y actual senador Alberto Weretilneck. También allí, el peronismo quedó relegado al tercer lugar. Para peor, arrastran una interna feroz entre el ministro de Justicia Martín Soria y el senador Martín Doñate. Además, irrumpió el Frente Renovador en la provincia y generó otro foco de conflicto. A tal punto, que Doñate y otros dirigentes fueron suspendidos del partido.

En efecto, el escándalo del PJ rionegrino incluyó el desplazamiento del presidente del partido, Sergio Hernández, quien es además intendente de Lamarque. El alcalde es uno de los impulsores de la alianza “Nos Une Río Negro”, donde confluyen con el Frente Renovador, que si bien a nivel nacional es parte del mismo espacio, en la provincia no. ¿Quién tomó la posta de la conducción? Ni más ni menos que la hermana del titular de la cartera de Justicia nacional, María Emilia Soria. La menor del clan Soria es jefa comunal de General Roca y su nombre suena fuerte para disputar el sillón provincial el año que viene.

Chubut es uno de los casos más emblemáticos del deterioro del músculo peronista. En 2019 el escenario no podía ser mejor para tomar el control del gobierno, con un Mariano Arcioni que no daba pie con bola, ni podía pagar los sueldos. Pero una vez más, las divisiones internas lograron lo que parecía una hazaña imposible: el Gobernador retuvo el poder 4 años más. De allí en más, el justicialismo fue en caída libre. En las legislativas del año pasado fueron ampliamente superados por Juntos por el Cambio, donde Ignacio Torres del PRO se encamina a ser el gran aspirante a la casa de Gobierno.

Para el final pero no menos importante, la cuna del kirchnerismo. En Santa Cruz, desde el ‘83 a la fecha gobierna el peronismo. Sin embargo, en las elecciones del 2021 sufrieron un duro traspié y quedaron relegados al tercer lugar. El dato, un viejo aliado, el dirigente petrolero Claudio Vidal, se lanzó en soledad con su partido SER y no solo le restó votos sino que los superó y quedó en segundo lugar, detrás de JxC. La alianza opositora llega otra vez con chances de quedarse con la victoria, envalentonados por lo que hasta ahora era un panorama nacional favorable.

Ahora bien, todos estos escenarios cuesta arriba eran previos a la efervescencia peronista de los últimos días. Si kirchneristas, justicialistas y massistas juegan bien sus cartas en cada provincia, tienen chances de dar pelea. Con matices y cuestiones externas que también juegan, pero al menos se abre una oportunidad que hasta la fecha era muy remota. Los últimos días fueron prueba de que la tan mentada unidad es posible, resta ver si también es sostenible. El desafío es que no sea solo una foto ni un encuentro basado en el espanto.