Durante los cuatro años que estuvo cautivo en la ESMA, Víctor Basterra documentó y fotografió a cada uno de los represores que lo tuvieron cautivo en ese centro clandestino de detención ilegal, donde fue empleado como mano de obra esclava por parte de los represores de la Armada.

Pero al recuperar la libertad asumió el compromiso de aportar esa información a los organismos de Derechos Humanos y a la Justicia para que la sociedad conociera la verdad de lo ocurrido en ese lugar, uno de los sitios más emblemáticos que la maquinaria del terrorismo de Estado instaló en Buenos Aires.

Víctor falleció en noviembre de 2020, pero sus testimonios y la información que registro se utilizaron en varios procesos judiciales y aún resultan útiles en los juicios que se siguen en el marco de la megacausa ESMA. Hace una semana, una de las tantas fotos que tomó en ese infierno al que fue sometido, permitieron la identificación del exagente de inteligencia naval Jorge Luis Guarrochena, quien recibió una condena de prisión perpetua por el Tribunal Oral Federal Número 5.

Víctor Basterra: el testimonio de un sobreviviente que aún permite hacer justicia

Al cabo de un proceso oral y público que comenzó en junio del año pasado --y en el cual se analizaron delitos cometidos en perjuicio de 400 víctimas--, los magistrados Fernando Canero y Daniel Horacio Obligado y la jueza Adriana Palliotti encontraron a este represor culpable de los delitos de privación ilegítima de la libertad agravada, imposición de tormentos agravados, sustracción de personas menores de edad, abuso deshonesto, violación y homicidio agravado.

En tanto, el fiscal federal Felix Crous ponderó en su alegato que las fotografías que tomó Basterra durante su cautiverio en ESMA, posteriormente aportadas a la Justicia,  resultaron de “vital importancia para probar la responsabilidad de Guarrochena en los delitos que se le imputaron".

Basterra militó desde los años '70 en el Peronismo de Base y trabajó como obrero gráfico en varias empresas hasta que en agosto de 1979 fue secuestrado por un grupo de tareas de la Armada y conducido a la Esma.

Ese año visitó el país una delegación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y Víctor, junto con los prisioneros que encontraban en esa unidad militar de la Armada, fue trasladado a una isla del Tigre llamada "El Silencio", donde debió soportar duras condiciones de detención.

Al año siguiente, los marinos lo ubicaron en Capucha, un altillo ubicado en el Casino de Oficiales de la ESMA que era una suerte de antesala en la que se decidía el destino final de los prisioneros.

Así es como en 1981, Basterra pasó al "sector cuatro", un área donde trabajó en condiciones de esclavitud para sus captores, elaborando impresiones y tomando fotos para confección de documentos falsos que se usaban en operativos de inteligencia del grupo de tareas 3.3.2 que usaba la Esma como base.

En ese lugar, empezó a tomarles fotos a los represores y a guardar las copias. Juntaba todo ese material con algún propósito que en ese entonces no conocía cuál podía ser. Pero lo hacía de forma meticulosa y paciente.  

Los marinos y prefectos retratados por este obrero gráfico devenido en fotógrafo se sacaban fotos para un DNI, un registro de manejo, una Cédula de Identidad o una credencial de una fuerza policial.

Víctor contó que les sacaba cinco fotos, les daba un negativo a sus captores y con eso no despertaba sospecha.  Usaba cuatro para armarles los documentos y se quedaba con una. Así fue cómo empezó con el armado de un cuaderno que pensaba a utilizar algún día, cuando dejara esa presión ilegal.

En 1982, los marinos le concedieron el beneficio de salir los fines de semana mientras trabajaba a las órdenes del capitán de navío Julio César Binotti, condenado a ocho años de prisión en el juicio de la causa Esma III.

En esos meses, transcurrió la guerra de Malvinas, y mientras seguía con su trabajo, Basterra escuchaba la BBC y se informaba sobre el desarrollo de la contienda bélica que terminaría en derrota para las fuerzas argentinas.

Un año después, en el que retornó la democracia, Víctor recuperó su libertad y se instaló junto con su compañera en una vivienda de la localidad de José C. Paz.

Pero era vigilado por el prefecto Jorge Manuel Díaz Smith, que le realizaba visitas esporádicas que se prolongaron hasta agosto del año siguiente, cuando ya gobernaba el presidente Raúl Alfonsín.

Víctor recordó en varias entrevistas que Binotti le había advertido un día que no se hiciera “el tonto, porque los gobiernos cambiaban, pero la comunidad de inteligencia continuaba”.

Esa amenaza no hizo mella en su vocación de dar testimonio y al recuperar la libertad empezó a contactarse con los organismos, los familiares de las víctimas, la Conadep y la Justicia para darles la información que tenía sobre la ESMA.

Muchos familiares lo miraban con desconfianza por su condición de sobreviviente, y no faltó quien pensara que era un agente de inteligencia destinado a infiltrarse en los organismos. A pesar de eso, en agosto de 1984 presentó toda la información que tenía a la Justicia y al diario 'La Voz', que vendió dos ediciones completas gracias a ese material. Por precaución, se trasladó a Neuquén para que estuvieran lejos de los marinos y empecé a declarar.

Basterra prestó testimonio en el juicio a las Juntas y tras las leyes de Obediencia Debida, Punto Final y los indultos siguió con sus denuncias públicas a los represores y declaró en los procesos que se abrieron en el exterior.

En su alegato, la Fiscalía sostuvo que, de acuerdo con la investigación desarrollada en la causa, las fotos de Basterra pudieron determinar que Guarrochena actuó en la ESMA bajo el apodo de “Raúl” y el sosías “Carlos Alberto Encina”.

Otro imputado en la megacausa ESMA, el médico naval Carlos Capdevilla indicó que Guarrochena se hacía llamar “Raúl”, e integraba el Grupo de Tareas de la ESMA. La fiscalía remarcó que esos datos se condicen con el tiempo en que el acusado figuraba formalmente desempeñándose como enlace entre la Armada y del Batallón de Inteligencia 601 de Ejercito, entre 1979 y 1980.

"Fui el último en dejar la ESMA como prisionero y por eso pienso seguir declarando en todos los juicios a los que me citen. Siento que tengo esa obligación. Esta es una tarea en la que no hay un techo. Hacer Justicia es la única forma de garantizar que no volvamos a tener otro genocidio en Argentina", enfatizó Basterra una vez en un reportaje publicado por la agencia Télam.

Victor dejó este mundo hace casi cuatro años, pero su compromiso de dar testimonio se mantiene vivo y aún permite hacer justicia.