En Argentina puede haber muchos vaivenes en el plano económico, pero una constante: siempre habrá un plan de pagos para deudas impositivas, y un blanqueo de capitales porque: “ahora si se comienza todo de nuevo y hay oportunidades”.

Tal vez el proyecto de Ley de Blanqueo de Capitales que presentará en las próximas horas el ministro de Economía, Sergio Massa, sea el primero que no tiene esas premisas.

Más allá de que el Gobierno podría pedir los datos a Estados Unidos de quienes sospecha están evadiendo el pago de impuestos por tener radicados fondos sin declarar en el país del norte, sin necesidad de recurrir a este nuevo convenio, lo cierto es que el proyecto de Blanqueo de Massa se suma a otro presentado, no hace mucho, por otro sector del Gobierno: el kirchnerismo.

Fue a fines de marzo que el senador Oscar Parrilli y un grupo de parlamentarios cercanos a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner presentaron un proyecto para la creación del “Fondo Nacional para cancelar la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI)”, por US$ 44.000 millones, que sería financiado por un porcentaje de los bienes en el exterior que no estén declarados ante el Estado.

El “aporte especial de emergencia”, como explica el documento, llegaría al 20% en caso de hacer el blanqueo de forma voluntaria dentro de los primeros seis meses desde que entre en vigencia la ley y al 35% después de ese plazo.

Lo cierto es que este proyecto nunca se trató, e ingreso por el Senado, cuando las iniciativas sobre temas impositivos tienen que ingresar por Diputados.

Pero, además, durante el gobierno del Frente de Todos ya se hicieron dos blanqueos, orientando el dinero de lo recaudado al sector de la construcción. Sin embargo, entre ambos, no llegaron a los US$ 1.000 millones.

Entre otras cosas porque el Gobierno le había prometido a la Cámara de la Construcción que impulsaría un sistema de créditos hipotecarios atados a la evolución del salario, y no ligados a la inflación, como fueron los préstamos UVA de Mauricio Macri, y la reforma de la Ley de Alquileres que provocó el efecto contrario al que se buscaba. Ninguna de estas iniciativas fue abordada.

Desde la ortodoxia apuntan a que un blanqueo es “exitoso”, siempre en términos relativos, porque su origen es dinero sin declarar, cuando existe confianza en el Gobierno, estabilidad económica del país, seguridad jurídica, y una baja imposición para los bienes a ser declarados, como para que la ecuación “costo-beneficio” interese a los potenciales beneficiarios. Veremos que de todo esto se cumple en los próximos días.