Nadie es optimista en Davos, pero Kristalina Georgieva, actual titular del FMI, parece ser la menos pesimista. Este lunes la economista búlgara directora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) aseguró ante los empresarios y funcionarios más poderosos del mundo que la institución espera un deterioro de la actividad económica mundial en este 2023, en el que esperan que el Producto Interior Bruto (PIB) "tocará fondo", aunque de cara a 2024 el crecimiento volvería a acelerarse. Las declaraciones de Georgieva no pasaron desapercibidas en Buenos Aires. 

Y es que la Argentina mira muy de cerca las previsiones del Foro Económico de Davos (WEF, por su siglas en ingles). No solo para conocer los destinos de la humanidad, sino por una razón doméstica más importante: el 2023 es un año electoral y la previsión de crecimiento del PBI del Presupuesto es del 2%, algo que en un país que vive del complejo agroexportador y que atraviesa su peor sequia en 60 años, en un mundo que encima no crece, preocupa cada vez más. 

Los datos locales son devastadores. El costo de la sequía por la caída en las cosechas de soja, trigo y maíz pasa los US$10.425 millones y de acuerdo a la Bolsa de Comercio de Rosario, la sequía borraría 2,2 puntos del PBI para el 2023. Para colmo de males, el pesimismo no es solo local. 

En Davos, dos tercios de los principales economistas encuestados por el WEF creen que es probable que haya una recesión mundial en 2023, y casi uno de cada cinco dice que es muy probable que ocurra. Y no solo eso: el 73 % de los directores ejecutivos de todo el mundo consideran que el crecimiento económico mundial disminuirá en los próximos 12 meses. 

Estos datos son los más pesimista desde que se realizó por primera vez la encuesta WEF hace 12 años. "Nuestra proyección es que bajaremos medio punto porcentual con respecto a 2022. Sin embargo, la buena noticia es que esperamos que el crecimiento toque fondo este año y que 2024 sea un año en el que finalmente veamos la economía mundial al alza", le dijo Georgieva a la cadena CNBC. 

Georgieva agrego tambien que China -que el martes anunció un crecimiento del PBI del 3% en 2022-, "no volverá a los días en que China generó alrededor del 40% del crecimiento mundial, esto no va a suceder". El gigante asiático es el socio comercial más importante de la Argentina despues de Brasil. 

Lo cierto es que el futuro no es luminoso para los lideres mundiales, que desde la semana pasada y desde la nieve de la exclusiva estación de esquí de Davos, en Suiza, discutieron a puertas abiertas -y cerradas- el Informe de Riesgo Global que hace el WEF.

La lectura del reporte deja un sabor amargo a quien lo lea y señala que “la próxima década se caracterizará por crisis ambientales y sociales, impulsadas por tendencias geopolíticas y económicas subyacentes”. En el informe de Davos, la crisis del costo de vida e inflacionaria es el riesgo global más grave para los próximos dos años. La pérdida de biodiversidad y el colapso de los ecosistemas se considera uno de los riesgos globales de más rápido deterioro durante la próxima década y los seis riesgos ambientales figuran entre los diez principales riesgos durante los próximos diez años. 

El informe es lapidario y señala que “la inflación continua impulsada por la oferta podría conducir a una estanflación, cuyas consecuencias socioeconómicas podrían ser graves, dada una interacción sin precedentes con niveles históricamente altos de deuda pública. La fragmentación económica global, las tensiones geopolíticas y una reestructuración más inestable podrían contribuir a un sobreendeudamiento generalizado en los próximos 10 años”.

Pero pese a este diagnostico, todos los reunidos en Davos parecen sostener que la economía mundial no debe cambiar de rumbo, sino acelerar la marcha, pero en la misma dirección. En ese sentido, Klaus Schwab, cofundador del WEF, sostiene que el cambio debe darse a través del  "capitalismo de partes interesadas". Asi lo explica el mismo Schwab: “En términos generales- señala Schwab- tenemos tres modelos para elegir. El primero es el capitalismo de accionistas”, adoptado por la mayoría de las corporaciones occidentales, que sostiene que el objetivo principal de una corporación debe ser maximizar sus ganancias. 

El segundo modelo es el “capitalismo de estado”, que le confía al gobierno la tarea de establecer la dirección de la economía, y ha cobrado prominencia en muchos mercados emergentes, entre ellos China. Pero, frente a estas dos opciones, la tercera tiene más que recomendable. El “capitalismo de partes interesadas”, un modelo que "propuse por primera vez hace medio siglo, posiciona a las corporaciones privadas como fideicomisarios de la sociedad y es claramente la mejor respuesta a los desafíos sociales y ambientales de hoy”

Las grandes corporaciones deben ser los 'fideicomisarios de la sociedad' y la fuerza principal para resolver los "desafíos sociales y ambientales de hoy". Pero necesitamos reemplazar el 'capitalismo de accionistas' donde "el enfoque único está en las ganancias para que el capitalismo se desconecte cada vez más de la economía real". Según Schwab, “esta forma de capitalismo ya no es sostenible”. Por el contrario, las grandes corporaciones, junto con los gobiernos y las organizaciones multilaterales, pueden desarrollar un "capitalismo de partes interesadas" que puede "acercar al mundo a lograr objetivos compartidos".

Las palabras de Schwab , dicen muchos economistas críticos, se mueven más en el terreno de lo motivacional que de lo real. Y muestran como ejemplo los datos de la organizacion Oxfam, que publicó coincidentemente con la reunion en Davos su informe anual sobre la desigualdad. El economista britanico Michael Roberts señala que los datos de la Oxfam “muestran la hipocresía del capitalismo de partes interesadas". Y es que el informe evidencian que la salida de la pandemia fue muy beneficiosa para los más ricos del mundo: "Durante los últimos dos años, el 1 por ciento de los superricos del mundo ha ganado casi el doble de riqueza que el 99 por ciento restante combinado”, señala el trabajo. 

“Nos enfrentamos al espectro de una nueva Guerra Fría que podría fragmentar el mundo en bloques económicos rivales” dijo Georgieva frente a los lideres mundiales. Una fragmentación que dejaría ganadores al norte y perdedores al sur del mundo y que preocupa - y mucho- a los economistas locales.