El subteniente de la Policía Bonaerense Adrián Gonzalo Baeta estuvo prófugo de la Justicia durante medio año. Un día se lo dejó de ver en su despacho de la Delegación Drogas Ilícitas de Quilmes, en el sur del conurbano bonaerense.

Se le perdió el rastro cuando la jueza federal de San Isidro, Sandra Arroyo Salgado, ordenó una serie de allanamientos para desbaratar una organización, supuestamente encabezada por el fiscal del Departamento Judicial de San Isidro, Claudio Scapolán.

Se trataba de lo que se conoce como una banda mixta, integrada por policías, ex convictos y lo más llamativo, representantes del Ministerio Público como Scapolán, un fiscal con un enorme poder hasta que fue suspendido de su cargo en agosto del año último.

La tesis de la investigación de la Justicia Federal es que la banda secuestraba cargamentos de narcotraficantes, blanqueaban una parte en causas con visos de legalidad, y luego se quedaban con el resto, para venderlas obviamente en el mercado ilegal.

Emprendedores del negocio narco, que usaban las herramientas que les brindaba la ley para hacerse ricos. Y en el trayecto se dedicaban al armado de causas, en general contra competidores del rubro, y hasta podían ordenar crímenes de personajes molestos.

Las andanzas del subteniente Baeta llegaron a su fin el 6 de enero, cuando fue arrestado en la zona de Rincón de Milberg, en el partido de Tigre, en el norte del conurbano bonaerense, muy lejos de su radio de influencia.

El Día de Reyes recibió la llegada de un grupo táctico de la Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) en el lujoso complejo de departamentos Villa Los Remeros donde se escondía, desde que se había ordenado su arresto.

Baeta tenía un papel central en la banda encabezada por Scapolán. Cuando la jueza Arroyo Salgado le dictó su procesamiento esta semana, lo hizo como organizador de la asociación ilícita, abuso de autoridad, incumplimiento de los deberes de funcionario público y tenencia de estupefacientes con fines de comercialización, entre otros delitos graves.

Uno de los hechos más graves que se le adjudican a la banda es el robo de más de 500 kilos de cocaína durante un procedimiento que se hizo en el año 2013, cuando se interceptó un cargamento de una tonelada de cocaína.

La droga había estado oculta en una quinta de Moreno, que tenía dos leones de yeso en la entrada, por lo cual el operativo se llamó para los medios “Leones blancos”. El operativo de interceptación, que se hizo en el Camino del Buen Ayre, fue ordenado por Scapolán.

Lo que la prensa no supo entonces, fue que la mitad de ese cargamento, 555 kilos de cocaína, fueron cargados en una camioneta y llevados a un local que Baeta, tenía en el partido de Quilmes y que se cubría bajo la fachada de una concesionaria de venta de automóviles.

Luego la droga fue llevada a la costa bonaerense durante el siguiente verano, cuando se le vendió a los turistas, con el auxilio de otros cómplices que operaban en las localidades balnearias.

Todos estos elementos figuran en la causa gracias el testimonio como arrepentido de Carlos Maidana, un ex policía que había sido reclutado por la banda, que le permitía llevar adelante negocios ilegales a cambio de colaboración con el grupo cuando se la requería.

Maidana dijo que él se encargó de cargar los bolsos con cocaína en una camioneta Chevrolet y llevarlos hasta el domicilio de Baeta, a quien además de procesarlo con prisión preventiva, la jueza Arroyo Salgado le impuso un embargo de 1.000 millones de pesos.