Los investigadores del homicidio de Fernando Pérez Algaba esperaban que el chip que tiene alojado en el cuerpo su perro bulldog francés de la víctima les hubiera ayudado a establecer sus últimos movimientos antes de su muerte.

Pero los expertos establecieron que el chip de la mascota no tiene geolocalización, por lo que no sirve para determinar los lugares por donde estuvo. Se trata solamente de un dispositivo que guarda su historia clínica nada más.

"Es un chip común que se usa en Estados Unidos, que casi todos los perros de raza tienen y que almacena su historia clínica", explicó a la agencia Télam un investigador del caso, del hombre que fue descuartizado, luego de que lo hubieran matado de dos tiros. 

El perro fue encontrado durante el fin de semana y lo entregaron a la policía, pero ahora se lo van devolver al hermano de Pérez Algaba, tras establecer que el famoso chip no puede arrojar ningún dato relevante. Y aunque hay algunos políticos que así lo creen, los perros no hablan.

Los pesquisas manejan como principal hipótesis un ajuste de cuentas por deudas económicas que Pérez Algaba tenía con numerosas personas tanto por operaciones financieras vinculadas a la compra de criptomonedas como con su empresa dedicada a la compra venta de vehículos de alta gama.

Pero además de deber dinero, algunas personas le debían a él abultadas sumas en dólares y, según surge de la pesquisa, entre esos deudores estaban su examigo Nahuel Vargas y Maximiliano Pilepich, un hombre vinculado al rubro de la construcción que era dueño de la camioneta Land Rover Evoque 2012 blanca en la que Pérez Algaba se movilizó dos días previos a su desaparición y que el propio dueño entregó el pasado viernes a los investigadores del caso.

Según detallaron a la agencia Télam fuentes vinculadas a la causa, Vargas y Pilepich le debían a Pérez Algaba 150.000 dólares, 75.000 de los cuales le habían devuelto en una escribanía de Castelar, mientras que la suma restante supuestamente se la restituyeron durante un encuentro que mantuvieron los tres en un descampado de la localidad de General Rodríguez el 18 de julio, último día en que "Lechuga" fue visto con vida.

De la pesquisa surgió que ese día, Pérez Algaba y Vargas fueron juntos hasta General Rodríguez a bordo de la Land Rover blanca que Pilepich le había prestado cuando el empresario volvió de Estados Unidos.

Allí los dos se encontraron con Pilepich y el empresario, tras recibir el dinero que le debían, le regresó el rodado a su dueño y permaneció en el lugar a la espera de que alguien -según dijo- pasara a buscarlo.

Desde ese momento no se supo nada más de "Lechuga" hasta que su cuerpo descuartizado fue encontrado adentro de una valija roja y una mochila en un arroyo de la localidad bonaerense de Ingeniero Budge, partido de Lomas de Zamora.