Una nueva misión frente al FMI se vio empantanada por la aceleración inflacionaria a principios de año acompañada por datos desalentadores en materia de actividad y del frente fiscal. A esto se le suman las dificultades aún presentes en materia energética que impulsaron el déficit comercial del primer mes del año.

La misión argentina acude con excusas seguramente, ya como es habitual, pero que convencen cada vez menos al staff del fondo; el cual empezará a exigir acciones concretas para el cumplimiento estricto del programa. En ese sentido, este año ya las tres metas cuantitativas están amenazadas.

En el frente fiscal, los subsidios a la energía parecen representar nuevamente un problema, al menos a corto plazo. Ya sin precios ridículamente elevados, es difícil posponer un aumento de tarifas. La dificultad radica en que esta medida implica una caída de los ingresos disponibles en pleno año electoral.

Asimismo, las prestaciones sociales se elevaron fuertemente en enero y no se espera que se moderen en el corto plazo por la misma excusa, es un año electoral. En suma, estimamos que buena parte del cumplimiento de la meta se dio gracias a generar deuda flotante que debe ser afrontada en estos meses.

Los ingresos, por su parte, ya sin la ayuda de una aceleración inflacionaria respecto al año anterior, no parecen ser un gran socio del Tesoro; así que la posibilidad de licuar parte de los gastos en ingresos inflados por inflación no parece opción, o si la es, será con consecuencias sociales poco deseables.

En materia de reservas internacionales está el principal desafío. No hay forma de disimular la falta de dólares. Sin la posibilidad de acomodar el tipo de cambio oficial por razones políticas, no se puede esperar un superávit comercial fuerte. A esto se le suma la alta brecha que lo único que genera es una demanda infinita de importaciones, pues quien puede importar a dólar oficial hace plata fácil.

En lo que respecta a la meta de financiamiento monetario del déficit también hay problemas. El mercado de deuda en pesos está cada vez más estresado, y si bien la solución parece relativamente sencilla, aún no se ha puesto en marcha ninguna licitación exitosa que permita despejar ese problema. En los dos grandes desastres macroeconómicos, crisis de inflación y de deflación, las primeras surgen de la imposibilidad del sector público de quedarse ilíquido que lleva a una emisión sin respaldo en valor económico. Ese escenario podría llevar a la economía a una situación de (aún más) alta nominalidad. Al mismo tiempo, el mercado de deuda en pesos puede mostrar rasgos de una crisis de deflación de precios de activos, algo que sería el fin del programa actual.

Como se pudo recorrer a través de estos párrafos, la principal dificultad de la economía actualmente es llevar adelante determinados arreglos por dificultades políticas. Estas no fueron saldadas en 2022 y menos esperamos que tengan solución en un año como el actual. El mejor escenario parece ser que todo se mantenga en un status quo como el actual hasta que el cambio de gestión de el margen político de acción necesario.