Ante una tragedia, cuando la justicia finalmente llega, sabemos que no tiene la capacidad de retrotraer  el estado de las cosas tal como estaban antes de que los hechos sucedieran. La muerte no es reparable, pero la justicia cuando actúa trae la calma para que el duelo pueda finalmente concluir su ciclo y que las víctimas puedan descansar definitivamente en paz.

Llegamos a este nuevo aniversario del atentado a la sede de Amia/Daia en zozobra, con angustia, decepción y enojo. El daño de la impunidad es devastador. Corroe los cimientos de la democracia, quita credibilidad a los gobiernos porque siembra desconfianza en las instituciones. La impunidad por sobre todo impone miedo porque implica desprotección y abandono del ciudadano.

El acto de recordación (este año en forma virtual por la pandemia) nuevamente será de reclamo cuando debería ser después de 26 años un profundo acto de memoria y homenaje, de encuentro y educación. Será un dejà vu, exigiendo una vez más las respuestas que no llegan. Irán y los terroristas inculpados con alertas rojas deben comparecer ante nuestra justicia con las normas y procedimientos de que ella establece.

La cooperación internacional tiene que ser efectiva y no declarativa porque los inculpados no pueden recorrer el mundo libremente sin ser detenidos. La justicia argentina debe profundizar las investigaciones pendientes porque adormecerlas en los despachos no puede ser la  normalidad.

El juicio en ausencia debe ser discutido en el Congreso Nacional, nos merecemos el debate.  El porqué y para que del Memorándum debe ser aclarado. Los colaboradores locales deben ser finalmente desenmascarado al igual que los que obstruyeron e imposibilitan hoy que haya avances.

Hay muchas preguntas que deben ser contestadas y no solo depende de Irán. Ya no basta decir solo que es una deuda de la democracia la ausencia de justicia. El atentado a la Amia/Daia representa una vergüenza en el desarrollo de nuestro país que nos abofetea aunque muchos miren para otro lado. Dimensionar el tiempo transcurrido debería sacudirnos en lo más profundo.

Dos generaciones han nacido, crecido  y desarrollado tras el atentado con todo lo que ello representa en la vida de las personas. No fueron testigos,  pero se convierten en ello porque están y estarán los que llevan siempre la antorcha de la memoria y el reclamo de justicia: los familiares, los sobrevivientes y las instituciones de la comunidad Judía, y los hombres y mujeres de buena fe, aquí y alrededor del mundo.

Una frase célebre atribuida a Gandhi dice que "Lo más atroz de las cosas malas de la gente mala, es el silencio de la gente buena". Por ello en este nuevo aniversario con más fuerza debe retumbar en cada hogar, en los más íntimo de cada uno, en las bases del Estado el reclamo de Justicia para la víctimas de la Amia. Obtenerla será en pos de la salud de nuestra sociedad y detener asi la degradación que sufre a causa de la indiferencia, la hipocresía y la impunidad.