Comienza el 2022 y al gobierno le esperan dos años desafiantes por delante. Lo lamentable para Argentina es que, pasan los años y los problemas de fondo continúan sin resolverse. En concreto, el elevado gasto público sigue siendo el talón de Aquiles de Argentina generando un déficit fiscal constante en los últimos 60 años (con excepción del 2003 al 2008).

Recordemos que el gasto público en Argentina a nivel agregado se ubica en torno al 45% del PBI, mostrando un fenomenal avance en los últimos 20 años ya que en el 2002 rondaba en aproximadamente 30% del PBI. Este incremento tuvo como destino los subsidios sociales, los subsidios económicos, las jubilaciones y el empleo público. En este último caso, los números asustan. Hoy el Estado Nacional posee 22 Ministerios y Jurisdicciones, 8.579 Unidades Organizativas, 9.148 Cargos Jerárquicos, 39 Organismos Desconcentrados, 74 Organismos Descentralizados y 90 Entes del Sector Público Nacional. A pesar del inmenso tamaño del Estado, los servicios que ofrece dejan mucho que desear.

Desde luego, este nivel de gasto público no es financiable, a pesar de la presión tributaria récord que posee el país. En Argentina existen más de 170 impuestos a nivel Nacional, Provincial y Municipal. Sin embargo, sólo 10 de ellos explican el 90% de la recaudación. Esto nos habla de la innecesaria burocracia que posee el sistema impositivo. Se podrían eliminar una gran cantidad de impuestos sin tener un alivio concreto en los ciudadanos, pero al menos el panorama sería mucho más claro y ordenado.

La presión tributaria es tan grande en Argentina, que según IARAF, los argentinos trabajan 214 días para pagar impuestos y el remanente para ellos mismos. Estos niveles se asemejan a los que tienen los países nórdicos. Claro que éstos últimos sí ofrecen buenos servicios a diferencia de Argentina.

Argentina hace décadas que intenta siempre la misma receta fallida con un Estado demasiado intervencionista. Los malos resultados están a la vista. Es necesario comenzar a cambiar el enfoque y entender la urgencia en la necesidad de reducir el gasto público y la presión impositiva. Dado que los desequilibrios económicos de Argentina son de carácter estructural, entonces sus reformas también deberán serlo. En este marco, también es imprescindible modernizar el mercado laboral. El empleo privado hace diez años que no logra generar empleo. Está claro que así como está, el mercado laboral no es eficiente y se vuelve cada vez más importante debatir cómo modernizar y mejorar el mercado de trabajo.

El objetivo de todo esto es buscar de que manera incentivar la economía para lograr una migración del empleo público y de las personas que viven de planes sociales hacia el sector privado productivo. Pero para lograrlo, se necesitan incentivos. Mientras Argentina continúe por el mismo camino, los problemas se irán agravando con un mercado laboral estancado, una economía que no crece y un Estado enorme que termina recurriendo a la emisión monetaria o a la deuda para financiarlo con sus consecuencias económicas.

La negociación con el FMI puede presentar la puerta ideal para comenzar a transitar este camino, que será largo, pero que es la única alternativa para que Argentina abandone la decadencia.