El Banco Central argentino ha aumentado varias veces la tasa de interés en los últimos meses. Por razones diferentes, varios Bancos Centrales de Europa subieron sus tasas el jueves, algunos de ellos sorprendiendo al mercado por el salto. El objetivo es detener la inflación que -como en todas partes- deteriora salarios, ahorros y beneficios.

Suiza, Hungría e Inglaterra subieron sustancialmente sus tasas sólo horas después que la Fed de EEUU también aumentara sus tasas por el mayor porcentaje de 3 décadas. 
Un día antes el Banco Central Europeo, que es el Banco Central de los 19 países que han acordado utilizar el euro como moneda, había acordado ayudar a países como Italia o Grecia. 

El Banco de Japón todavía espera mantener su tasa alrededor de 0%, pero aun así se observó un pequeño aumento con respecto a la tasa casi negativa que venía manteniendo. 

La razón para estas subas generalizadas está en la inflación que comienza a golpear: la emisión que en muchos lados se utilizó para combatir los efectos de la pandemia no se contrajo a la misma velocidad. Ya sabemos que si hay más dinero y no hay más producción o ahorro, los precios aumentarán. 

La sorpresa de la invasión rusa a Ucrania produjo un shock en precios, especialmente en energía, que se sumó a los elevados índices de inflación de comienzos de este año. Más emisión, menos actividad económica en algunos sectores (turismo, etc.) y saltos en precios de energía y alimentos configuran un cocktail para el cual todos los remedios son dolorosos. 

Las medidas de política que tomen los gobiernos deben ser apropiadas para un doble problema.  El primero cronológicamente es la inflación, que ya se manifestaba en los últimos meses en un aumento generalizado de precios. Reduciendo la emisión y con tasas de interés más altas, se la puede combatir. Sin embargo, el salto en precios o lo que es lo mismo, la modificación en precios relativos por aumentos en energía y commodities, no puede solucionarse con tasas de interés.  

En ese caso será necesario un reacomodamiento de diversos sectores, en muchos casos perdiendo ventas. La razón es simple: las familias tienen que comprar algunos elementos mucho más caros con el mismo ingreso anterior, con lo cual reducirán la cantidad de lo que puedan comprar. Si sumamos el efecto contractivo de un aumento de tasa de interés y el impacto de reajustar la canasta de consumo, indudablemente las perspectivas de una recesión no son bajas. 

Hay similitudes y diferencias con Argentina. En nuestro caso la energía tiene precios extremadamente bajos, por lo menos hasta que estén en marcha los nuevos esquemas tarifarios y quita de subsidios. El shock en los precios se distribuye entre toda la población, sean o no consumidores, ya que el mayor precio se paga con impuestos o emisión y no en la factura de cada usuario. Más que afectar el consumo, afecta al déficit fiscal. Veremos si las nuevas tarifas contribuyen a reducir este problema. 

También es diferente el objetivo de aumentar nuestra tasa, que ya está en niveles mayores a 50%, y que subió no tanto con el fin de paliar la inflación sino de contener el dólar. Las comparaciones son odiosas, pero deberíamos saber que en Suiza el SNB modificó su tasa a -0.25% (no es error de tipeo, la tasa era negativa en -0.75%). En ese caso, el Franco Suizo se fortificó frente al dólar. 

Las similitudes en aumentar la tasa de inflación creciente que tiene Argentina con otros países no deben llevarnos a confusión. Los valores y razones son diferentes, y no deben asimilarse.  En nuestro caso la inflación supera ya el 60%, el volumen de crédito es muy bajo y no actúa como transmisor de la política monetaria, nuestro déficit es muy elevado, el nivel de gasto público no se contiene y tenemos un gran problema de productividad. Argentina deliberadamente contiene el precio de algunos bienes o servicios para reducir la inflación, mientras que en otros países el salto en esos precios desencadena movimientos en los demás.

Otra diferencia es que ninguno de los Bancos Centrales mencionados tiene deudas significativas. Por el contrario, el BCRA tiene un fenomenal endeudamiento que hace muy difícil reducir el déficit y combatir la inflación. 

La emisión de los bancos centrales contra deuda de sus gobiernos es tolerable en la medida que los gobiernos puedan algún día honrar esa deuda. Cada país es diferente y en nuestro caso podemos decir que la emisión no tiene respaldo.

Esta desgraciada situación internacional puede- sin embargo- favorecer a Argentina. No es sólo por el potencial exportador que algún día quiero creer que liberaremos. Lo que nos beneficia es que la inflación va licuando nuestras deudas en dólares. Al revés de lo que se cree, la deuda en pesos será cada día más cara por estar indexada a la inflación o Badlar, mientras que la deuda en dólares tiene tasa fija.

Los Bancos Centrales del mundo siempre tienen que caminar con notable cuidado, ya que si aumentan mucho las tasas pueden llevar a una recesión. Por nuestro lado debemos agregar que al intentar mantener una política de tipo de cambio con cepos y restricciones a las importaciones se genera una brecha que afecta a toda la economía. 

Tenemos más problemas y menos grados de libertad que otros países y por lo tanto, el Banco Central no puede hacer magia. Debe utilizar con cautela la tasa para contener el dólar, mantener reservas y moderar la inflación. Parecido no es lo mismo.