En el 2019, y después de dos años de fuertes ajustes vía devaluación del peso y contención del gasto público, el déficit primario nacional resultó de 0,44% del PIB. En 2020, ya con pandemia y otro gobierno, el déficit primario apunta al 8% del PIB, fruto de una fuerte caída en la recaudación, por efecto de la recesión, y de un importante aumento en el gasto público, especialmente erogaciones destinadas a compensar los efectos sanitarios y sociales de la pandemia (gastos extras en salud, pago del ATE y ATP, etc.), que se acercarán a 4 puntos del PIB este año.

¿Qué se puede esperar respecto a los números fiscales en 2021?

Vamos a suponer que existe algún rebote en la economía, y el PIB sube 4%, que si bien no logra recuperar el nivel de actividad que existía previo a la recesión que comenzó en el segundo trimestre de 2018, puede generar lo suficiente para que los recursos se ubiquen en 18,2% del PIB, un nivel similar al del 2019. Esto plantea tres escenarios:

Primer escenario: El gobierno Nacional quiere bajar todo lo que se pueda el déficit, y por ende, deja de efectuar en 2021 los gastos que surgieron como consecuencia de la pandemia (IFE, ATP, etc.), y al resto del gasto de 2020 (el “gasto normal pre pandemia”) lo aumenta igual que la inflación, para que no caiga en términos reales. Así, podría cerrar el año próximo con un déficit primario de 2,1% del PIB.

Segundo escenario: Todo igual que el anterior, pero al “gasto normal pre pandemia” el Gobierno nacional decide subirlo a la par del PIB nominal, para que mantenga la relación con éste. En este caso, el déficit primario en 2021 podría ubicarse en 2,9% del PIB.

Tercer escenario: Este último es el más probable, dado que el Gobierno viene logrando despejar los vencimientos de deuda en 2021/22, y tratara de lograr lo mismo con la deuda comprometida con organismos internacionales. Si lo consigue, podrá ejecutar un gasto en 2021 mayor al pre–pandemia, para intentar incentivar la actividad económica. Por supuesto, en esta estrategia el gobierno tratará de financiar parte del déficit primario con emisión de deuda local en pesos, y en otra porción a través de asistencia del BCRA al Tesoro Nacional, vía emisión monetaria.

Si el Gobierno sube el “gasto normal pre pandemia”, se ubicaría en 22,2% del PIB, esto es, 1,1 puntos porcentuales por arriba del nivel de gasto “normal” que ejecutaría en 2020.

El riesgo de esta estrategia, además de lo que genere en términos de impuesto inflacionario, es que los nuevos gastos resulten permanentes, y luego ya sea muy difícil obtener superávit primario en 2023, como sería necesario para aumentar la posibilidad que esta vez no caigamos nuevamente en default.

En este marco, la negociación con el FMI será vital para que, aún prorrogando los vencimientos con dicho organismo para después de 2023, el Gobierno nacional quede comprometido a bajar fuertemente el déficit en 2021, lograr el equilibrio primario en 2022 y un superávit en 2023, para que así el gobierno que administre en 2024 pueda tener chances de hacer un esfuerzo adicional viable para obtener un nivel de superávit que le permita cumplir con los servicios de deuda desde entonces, y no caer nuevamente en default.

Es necesario lograr superávit fiscal en el 2023 para que el próximo Gobierno no caiga en default