Arranca la campaña electoral de cara a las legislativas 2021 y como si todos los argentinos viviéramos en un deja vú eterno, vuelven las mismas discusiones, chicanas y cruces estériles e inútiles que le sirven a quienes lucran con la politiquería barata, pero que no resuelven los grandes problemas que aquejan al país. Corre el calendario electoral y vuelve con fuerza la maldita grieta, que hace oídos sordos a las voces alternativas y en ese mecanismo, invisibiliza a grandes sectores de la sociedad olvidados históricamente por la dirigencia política.

El abogado y analista Martín Erramuspe Busch los definió como “los invisibles”, categoría que representa a la mayoría de los argentinos que andan de a pie, que no ostentan ningún tipo de privilegio y que luchan todos los días para sobrevivir a una pandemia que hizo estragos en sus vidas, proyectos y sueños. 

Los invisibles son los cientos de trabajadores/as que salen todos los días a ganarse el pan, son los comerciantes que tuvieron que volver a desempolvar la libreta del fiado porque la plata no alcanza y aún menos con una inflación sin control; los empresarios pymes, profesionales, técnicos que piden auxilio del Estado y reciben a cambio migajas en forma de créditos. 

Son los que mueven el país, produciendo sobre nuestra tierra. Son los productores agropecuarios, los tamberos. Son los productores ganaderos nuevamente perjudicados por un Gobierno. Están confiados que con sus medidas perjudican sólo a los dirigentes de la Mesa de Enlace, pero se están olvidando de las miles de familias que trabajan en la cadena y que en el último tiempo perdieron sus trabajos o fueron suspendidos por el cepo a la exportación de carne. 

Ellos no ostentan ninguno de los  privilegios de una clase política que les da la espalda. No tienen choferes, ni asistentes o asesores. No son amigos de jueces, gobernantes o empresarios. No cortan rutas, ni calles. No buscan perjudicar a nadie, solo quieren lo mejor para ellos y sus familias. 

Son los que siempre cumplen las normas y no se buscan saltear la cola, pero que son históricamente víctimas de un sistema que los invisibiliza y los maltrata de diferentes maneras. Transitan rutas destruidas, y muchas veces tienen accidentes, acuden a hospitales sin los medios suficientes, sus hijos concurren a escuelas que no dan clases, y viven en barrios inseguros.

Son los mismos que después descreídos y desilusionados van a las urnas a expresar su bronca o escepticismo con el voto blanco o voto bronca. No creen que sus vidas vayan a cambiar por votar a tal o cual candidato y siguen haciendo lo que saben hacer, trabajar, esforzarse, intentar progresar frente a la adversidad que cíclicamente trunca el destino de los argentinos/as. 

Esa es la verdadera grieta que hay que combatir. No es la grieta entre Macri y Cristina ni la de Juntos por el Cambio y el kirchnerismo. Es la grieta que divide a la dirigencia política de todos los argentinos que ya no se sienten representados. 

Este año tenemos la obligación y la oportunidad de interpelar a esos millones de argentinos que no se sienten escuchados, que sostienen las bases de este país y que tienen derecho a ser parte de la Argentina.