El presidente termina la semana en desacuerdo con la región en la asunción de Jair Bolsonaro al frente del Mercosur que mencionó ya la intención de reducir aranceles y ‘modernizar’ al bloque mientras que Uruguay ya adelantó que va a negociar tratados de comercio por fuera de la unión aduanera. Argentina queda en una posición muy débil para continuar el proceso de integración regional. 

No es algo tan asombroso dado el grado de improvisación en materia de política exterior, pero contrasta con otras dos imágenes. La primera es la de su propio ministro de economía que participa en la cumbre del G20 junto al FMI. Foros internacionales donde siempre el Ministro se muestra a favor del multilateralismo, intentando además proponer cambios en el funcionamiento del FMI, como ampliar plazos de pago a más de 10 años o redistribuir con otro criterio los DEG que se emitirán el mes que viene.

En esa reunión se espera que haya avances entre los equipos técnicos. La advertencia de tener que ir con plan propio para que este no sea impuesto desde Washington la recibe tanto desde la oposición como desde adentro de su coalición. Vale recordar que Cristina Fernández, en el acto de Lomas de Zamora esta semana, contó que le molesta la ‘sarasa’. 

La segunda imagen con la que contrasta es con la del ex presidente Mauricio Macri presentando su libro con apoyo de varios gobiernos y oposiciones a nivel internacional de "centro derecha". En el mercado electoral pone al consumidor entre un modelo más integrado al mundo o uno que "vive con lo nuestro". Quizás ese sea el mayor aporte que puede hacer desde la oposición, sino no se entiende esa agenda en el medio de cierre de listas. 

Mientras, en ese cierre de listas insisten en quitarle espacios en el gabinete a Alberto Fernández, Santiago Cafiero o Daniel Arroyo como candidatos a diputados casi forzados confirman que post elecciones habrá una renovación del gabinete. Renovación necesaria que sólo falta definir cuál es el mejor momento para hacerla porque se conjugan distintos eventos entre diciembre y marzo del año siguiente: el resultado electoral, el cumplimiento de 2 años de gobierno, quizás un respiro de la segunda ola y el anuncio de un acuerdo con el FMI. En todo caso, el resultado electoral será interesante para ver cómo se conforma ese cambio. 

En este escenario político la economía empieza a presentar algunas dificultades. La inflación no retrocede del 3% mensual y el salario, más que por objetivo electoral o de política económica, necesita una recuperación luego de un primer semestre que se consumió casi la totalidad de la inflación presupuestada para el 2021 y lo dejó rezagado.

Es difícil pensar en que un incremento salarial podrá revertir la caída del poder de compra cuando el mismo salario formó parte de la estrategia anti inflacionaria. Con la actualización del salario mínimo, las prestaciones sociales y aumentos discrecionales de las jubilaciones se intentará cambiar al menos el clima en los meses previos a los comicios, pero desde un nivel tan bajo que difícilmente puedan traccionar la actividad y lograr entusiasmar al público. 

La brecha cambiaria empezó a reaccionar tal como se esperaba y el ritmo de variación del tipo de cambio oficial necesitará profundizar su atraso respecto al de los precios para compensar al ancla salarial. Estrategia difícil de sostener encima cuando empiezan a caer los términos de intercambio y Brasil deprecia su moneda. 

En caso de que la política fiscal haga desbordar al tipo de cambio el Gobierno quizás se tenga que ver obligado a negociar rápidamente un acuerdo con el FMI. Se trata de un escenario no deseable, pero que no se puede descartar. En ese caso, sería interesante empezar a conocer los trazos gruesos del acuerdo con el fondo.

Por más que al presidente no le gusten los planes, con estos funciona el organismo y ya advirtió en el G20 que en nuestro país es necesaria una consolidación fiscal y recuperar confianza en la política monetaria, por si quedaba alguna duda.

El FMI ya tiene un plan y hacia dentro de la coalición de gobierno aún no hay acuerdo en el diagnóstico y el rumbo a seguir. Tal vez las elecciones sirvan para dar una señal a la política de una sociedad que está extenuada tras diez años de estancamiento secular y dos de crisis sanitaria.