A partir del fuerte poder de propaganda que tienen los gobiernos y los políticos, interesadamente porque ello les permite continuar con sus políticas de gasto excesivo, se ha instalado la idea de que la inflación es lo mismo que la suba del IPC, calculada según algún método “aceptable” de los muchos que hay con resultados diferentes. La idea está tan masificada que, incluso aquellos que saben de este error, se dejan arrastrar y terminan viéndolo igual. 

Los precios se mueven permanentemente y esto es una mecánica básica del funcionamiento del mercado natural ya que este movimiento es imprescindible para la eficiencia, esto es, para la mejor asignación de recursos en pos de la mayor producción y distribución -empezando por los que lo necesitan con más urgencia- de las mercaderías y servicios.

Ahora, por otro lado, llama la atención cuando se produce una enorme catarata en el aumento de precios de manera desordenada. Pero esto no es inflación, es lo que vimos, valga la redundancia, un aumento de precios en catarata desordenada. La pregunta es por qué se produce esto. Y eso intentaremos analizar. 

De un lado de la ecuación están los bienes y servicios y del otro el peso. No es posible pensar que los bienes y servicios puedan variar su cotización propia de esa manera salvo que ocurra una catástrofe externa de magnitud extraordinaria, como una feroz guerra nuclear, ya que es un principio de la naturaleza el de la evolución por maduración y nunca por revolución, es decir, las cosas en la naturaleza se modifican solo paso a paso. De modo que, el problema debe estar en el peso. 

La clásica curva de oferta y demanda es incontestable, es una simple lectura de la realidad: cuanto más bajo es el precio, más gente quiere comprar y, cuanto más alto, más gente quiere vender. O las inversas. Y las contrapartes, esto es, cuánta menos oferta existe de un bien o servicio, más se cotiza y cuánto más oferta, más se desvaloriza. Entonces, con el peso ocurre, pues eso: cuanta más oferta, más se desvaloriza. Así, un exceso de oferta monetaria por sobre la demanda provoca la inflación real, la desvalorización del peso.     

Entonces, en Argentina ¿suben los precios? ¿Sube el IPC? ¿O se desvaloriza el peso? Veremos. Comparemos la desvalorización del peso con la suba del IPC.

En un mercado tan distorsionado -por ende, ineficiente- como el argentino, en donde el Estado permanentemente interfiere artificialmente, es muy difícil encontrar patrones confiables, por ejemplo, es muy difícil estimar cuánto se desvaloriza el peso. Así las cosas, el mejor patrón para estimar estas devaluaciones es el dólar blue, ya que es el parámetro más libre -con menos interferencias artificiales del gobierno- para evaluar la devaluación, la inflación, del peso. Y el siguiente gráfico publicado por El Cronista muestra el movimiento del blue: 

La suba del IPC es el “blanqueo” de la inflación

Como se observa en el gráfico, el movimiento del blue se disparó en 2020 y pero en lo que va de 2021 se ha tranquilizado y variado mucho menos que el IPC, como se deduce de la siguiente figura de Invecq que marca la “inflación” -la suba del IPC, en rigor- promedio mensual: 

La suba del IPC es el “blanqueo” de la inflación

En esta curva podemos destacar que el promedio mensual en 2020 es menor al del 2021. Comparando ambos gráficos, llama la atención que el blue se dispara en 2020 cuando el IPC está más tranquilo y el IPC se dispara ahora que el blue está más calmo. Es que el aumento del IPC actual es solo el blanqueo de la inflación, como veremos.

La emisión monetaria del 2020 ha sido estrafalaria. En diciembre del 2019 la cantidad total de dinero en poder del público -efectivo, cuentas corrientes, cajas de ahorro y plazos fijos- llegaba a los era de $ 3,7 B pero en junio de 2021 ya alcanzaba a $ 8,5 B, un aumento del 126% mientras el IPC subía “solo” un 70% acumulado. La diferencia es enorme y eso es un IPC reprimido, no inflación reprimida ya que no puede reprimirse desde que es intrínseca, es decir, si se imprime demás necesariamente perderá valor independientemente de que los precios se fijen. 

En cambio, este año 2021 se estaba -veremos cómo sigue porque pareciera acelerarse- emitiendo relativamente poco. Cuenta Roberto Cachanosky -y lo dibuja en el gráfico siguiente- que el BCRA en lo que va del año ya emitió $ 1,11 B, el 70% en los últimos 3 meses. Pero 1,11 B significa una expansión de alrededor del 13% de la base monetaria, a lo que hay que descontarle el aumento de la demanda de moneda que solo el mercado conoce, pero, en principio, debería darse por el (débil) rebote del PBI y porque la suba del IPC -la “inflación”- supone la demanda de más moneda para comprar el mismo producto. 

La suba del IPC es el “blanqueo” de la inflación

El IPC de septiembre 2021 tuvo una variación mensual del 3,5%, interanual del 52,5% y acumulada en lo que va del año del 37%. Notemos que la segunda categoría con mayor aumento fue “IPC Núcleo” (3,3%) y por último los Regulados, que registraron un aumento del 3%. En parte por esto, en la última semana el Gobierno ha decidido el congelamiento de precios de 1.245 productos hasta enero de 2022 con la idea de frenar la “inflación” -que confunde con el IPC- lo que va a empeorar la cosa porque lo que se está reprimiendo es a los precios que, como dijimos son fundamentales para la eficiencia económica. Ergo, esto va a perjudicar a la economía bajando la demanda de dinero, ergo, empujando a la inflación.  

O sea, lo que aquí ha sucedido es que los precios han sido reprimidos no así la inflación que no puede contenerse ni reprimirse por mucho que se lo intenten porque eso significaría desestimar la curva de oferta y demanda como quién desestima la ley de la gravedad. Entonces, la inflación ha quedado en evidencia en el aumento del blue en 2020 mientras que la represión de los precios se mostró al no subir el IPC tanto como la inflación real. 

Esa represión ahora en 2021 está estallando y por ello el IPC sube más que el blue que marca mejor a la inflación. Y el saneo del frente fiscal incorporará un incremento tarifario, entre los “regulados” que gatillará parte de este proceso para el año próximo. Y por ello el consenso de los analistas elevó en 3 puntos su estimación para 2022, que posiciona la “inflación” -la suba del IPC en rigor- en torno al 46% para el año próximo, similar a la actual.

Además, desde el frente cambiario, las apuestas siguen subiendo. La curva de Rofex indica que muchos estiman que el ritmo de devaluación oficial se acelerará a partir del mes de diciembre, pasadas las elecciones, y que tendrá su mayor salto en el mes de enero, con una suba cercana al 6%.

El siguiente gráfico muestra como el dólar oficial no es más que otro precio regulado -reprimido- y que se utiliza para contener al IPC dado que muchos insumos y demás precios están en dólares. 

La suba del IPC es el “blanqueo” de la inflación

Obviamente, en cuanto al tipo de cambio, si bien es cierto que la devaluación oficial impacta sobre los precios, sobre el IPC, no impacta sobre la emisión monetaria, sobre la inflación.  

Además, hay que tener en cuenta que el dólar se fortalece a nivel global -mejor dicho, se debilita menos que las otras monedas- como se ve en el gráfico siguiente y se encarecen los precios globales. El costo de la energía continúa en aumento y, según la Agencia Internacional de Energía, la actual crisis energética impulsará la demanda de petróleo en 500.000 b/d durante los próximos 6 meses, ya que los precios récord del gas, el carbón y la electricidad desencadenan el cambio de combustible.

La suba del IPC es el “blanqueo” de la inflación

Lo que, por cierto, ha ayudado a la noticia de la semana, esto es, que el Bitcoin (BTC) tocó los USD 62.940 horas después de la apertura de Wall Street el viernes pasado, al llegar la noticia de que los reguladores de la SEC, de EE.UU., estarían a punto de aprobar dos solicitudes de fondos (ETF) después de años de trámites. ETFs que tendrán futuros de Bitcoin de CME como activo subyacente, en lugar de Bitcoin en sí. Y se espera que la SEC comience a decidir el destino de los ETF "físicos" el próximo mes.

La suba del IPC es el “blanqueo” de la inflación