De un tiempo a esta parte, las fórmulas para surfear la inestabilidad del mundo contemporáneo pasaron de los entornos VUCA (volatilidad, incertidumbre, complejidad y ambigüedad) a los entornos BANI, donde, por sus siglas en inglés, todo es frágil o quebradizo (“brittle”), lo que manda es la ansiedad y nada es lineal. La “i” es de “incomprensible”. El mundo no atraviesa su mejor momento, pero estas fórmulas parecen más adecuadas para la Argentina. Y hasta podría decirse que le quedan chicas.

Desde hace al menos una década lo que prima es la incertidumbre, y si hubiera que destacar otra “i”, seguramente sería la inflación. Nuestros problemas crónicos de escasez de divisas (por la razón que fuera), el peso del déficit y la deuda, el atraso de nuestra infraestructura productiva y la tragedia de tener a más del 40% de la población debajo de la pobreza pintan a un país que pudiendo tener todo, parece condenado a la nada.

Y sin embargo, Argentina tiene las capacidades para dar vuelta esta foto. Y que la película completa sea otra. Las industrias de conocimiento y particularmente el sector fintech permiten entusiasmarse con eso. Y a continuación daremos 5 razones para esto:

Tierra de talentos

Solo en 2021, se duplicaron los unicornios argentinos. De la lista original con los pioneros Mercado Libre, Globant, Despegar y OLX, pasamos a 11 compañías que superaron los US$ 1.000 millones de valuación. El talento de los emprendedores que lideran estos casos de éxito y del equipo que los acompaña es una muestra del potencial tecnológico de nuestro país. La valuación de estas compañías, independientemente de sus diferencias entre sí, muestra que aún en el mal momento económico argentino, los inversores internacionales confían en nuestro valor agregado.

Para generar empleo, Argentina necesita empresas exitosas y capital que las financien. En ese sentido, los unicornios funcionan como embajadores; imanes que atraen la atención. Y esto es especialmente relevante para el sector fintech, que si bien ha mostrado una enorme capacidad, necesita acelerar sus planes para ganar más mercados y consolidar sus modelos de negocio. La digitalización de las finanzas ocurre a escala regional, cuando no mundial. Ese “chip” ya está instalado en la mayoría de los emprendedores que sueñan con escalar sus empresas. Apenas se normalicen ciertas variables económicas y nos convenzamos de que la estabilidad es negocio, el potencial se volverá inmenso.

Me puedo programar

“La mitad de los argentinos se sienten atraídos por carreras TIC”, afirmó un estudio de la consultora Morning con el apoyo de Salesforce, donde explican que el gran impulso que cobraron los salarios en el sector del Software convencen a cada vez más jóvenes compatriotas. Argentina tiene registrados alrededor de 450.000 empleos en los servicios basados en el conocimiento, cerca del 7% de los empleos totales. Pero el universo es mucho más grande. Lamentablemente, la brecha cambiaria empuja a muchos talentos a buscar empleos que paguen en dólares “libres”, lo cual también resiente la competitividad de nuestras empresas a la hora de contratarlos.

Como sea, Argentina cuenta ya con grandes profesionales de formación alta y media, y con un enorme universo de personas dispuestas a trabajar en industrias que crecen. A diferencia del resto de la economía, las industrias del conocimiento tienen un problema en la demanda de empleo, no en la oferta. En los próximos años, gracias a la proliferación de opciones de formación alternativas y la modernización de las instituciones educativas, ese pool de talento se convertirá en (más) valor agregado.

Fuente de divisas

En 2021, la industria del Software y otras actividades basadas en la economía del conocimiento exportaron servicios por alrededor de US$ 6.000 millones. Aunque aún está por debajo del pico de 2017 (US$ 7.335 millones), el número sigue siendo muy relevante en un entorno adverso para las exportaciones: con una brecha del 100% entre los tipos de cambio paralelos, desafortunadamente, los incentivos para exportar desde el país son bajos. Y eso tiene dos consecuencias lamentables: la decisión de muchas empresas de instalarse en otros países y la huída de profesionales de todo tipo hacia empleos que paguen en dólares cash. ¿Por qué, dado este panorama, podemos ser optimistas? Porque con un cambio de frente en las políticas macroeconómicas, la competitividad de nuestro país aumentaría fuertemente.

En medio de las discusiones con el FMI y frente a una inflación desatada, parece haberse formado el consenso en Argentina de que debemos aumentar las exportaciones. La ventaja de este tipo de industrias es que su capacidad de crecimiento no depende de factores climáticos o naturales; su escalabilidad puede ser mucho más veloz. Mientras tanto, la demanda de este tipo de servicios en el mundo todavía no observa un techo. El cielo es el límite si estamos realmente convencidos de que la salida es por acá.

El poder de la innovación

Lo dicen todos: estamos pasando de un capitalismo industrial a un “capitalismo de ideas”. Pero lo que a veces no terminamos de comprender es que la innovación se contagia hacia todos los sectores. Es decir que invertir en la formación de profesionales vinculados a la tecnología o promover industrias como la del software no solo impacta en esos sectores sino en el resto de las actividades económicas. La sensorización, el manejo de big data, internet de las cosas, Inteligencia Artificial: no debemos pensar a estas tecnologías en sí mismas sino en su capacidad para transformar a las demás.

Existen mil ejemplos: desde la agilización de procesos que trajeron innovaciones Fintech como los e-cheq hasta la trazabilidad vía blockchain de los alimentos, desde el campo hasta la góndola. La innovación contagia innovación, incluso en sectores que no teníamos previsto. Para resumir: no solo necesitamos apostar por las nuevas tecnologías para fortalecer la industria del software sino pensando en que ellas también fortalecerán al agro, a la energía, al retail y a las actividades industriales.

Una vida más vivible

En casi todos los desarrollos tecnológicos parece cumplirse una ley: sistemas complejísimos que tienen como objetivo simplificarnos la vida. La pandemia no solo mostró la utilidad de servicios fintech o de ecommerce durante situaciones extremas. Nos demostró a gran escala que esas nuevas formas de hacer eran mejores que las anteriores en situaciones normales. La digitalización de trámites, transacciones, procesos, nos sirve en bandeja ese commodity que es cada vez más preciado: el tiempo.

Tiempo para dedicarnos a lo que realmente tenemos que dedicarnos y tiempo para disfrutar de lo que más nos gusta. De eso también se trata el aumento de la “calidad de vida”. Este sector que genera empleo, nos aporta divisas, moderniza nuestra economía y nos coloca a la vanguardia en el mundo también tiene la capacidad para aportar ese valor que a veces olvidamos. Y por eso también vale la pena fomentarlo.