Tengo que correr/ tienes que correr/ a toda velocidad/ A toda velocidad”, canta Fito Páez en La Despedida; y sangra, en su versión de Conurbano, la Gata Varela. Lo cierto es que desde el corazón del sur, en Avellaneda, late algo que podría convertirse en el epicentro de un movimiento político sin segundas lecturas.

Y es que, a un año de las elecciones, los intendentes que “pegaron” el salto a la Nación y a la Provincia empiezan a ver cada vez más cerca la necesidad de tomar una decisión en cuanto a lo que será su reposicionamiento rumbo al 2023.  

Pasa en Avellaneda como en San Martín. Pero también en Hurlingham, Escobar o Tordillo, por nombrar algunos casos puntuales en los que los alcaldes que decidieron pedir licencia hoy se vuelven espejo de sus propios actos y analizan, en privado, cuáles son los beneficios de volver a bajar al territorio. ¿Volver o no volver? Esa es la cuestión con la conviven hoy los intendentes que se convirtieron en funcionarios nacionales o provinciales. La duda interna sobre el eterno retorno. 

Sucede que, tras la decisión que hoy sigue siendo celebrada hasta por buena parte de la oposición como uno de los puntos altos de la gestión,  tras poder lograr llevar el rol de gestión de los intendentes a un plano mayor, los jefes comunales saben mejor que nadie que para sobrevivir en la patria chica hay que soltar. Y nadie quiere quedarse atado.

El mal momento político y económico, con la inflación y la suba desenfrenada del dólar, lleva a que los ministros-alcaldes redoblen sus esfuerzos tierra adentro con el fin de poder mantenerse firmes en su cuadrado. Y es que, se sabe, el impacto de bolsillo tiene una repercusión nacional que no tiene en el ámbito municipal.

No se trata de un cambio de matriz. Es más bien una estrategia de supervivencia. Es que, en lo concreto, ninguno de los más de 10 jefes comunales que dieron el salto a Nación o a Provincia dejó de prestarle atención a su distrito. Allí estuvieron siempre presentes ante cada anuncio, obra o visita de otro funcionario de peso.

El caso de Avellaneda sirve como ejemplo. El jefe comunal Jorge Ferraresi nunca dejó el distrito pese a que asumió en el Ministerio de Desarrollo y Hábitat. Incluso en los últimos días redobló su exposición local. Primero como firme soldado de la vicepresidenta Cristina Kirchner en un acto en el que volvió a ponerse la camiseta de kirchnerista. Y luego, junto al primer mandatario Alberto Fernández, en la entrega de viviendas y créditos.

El plan es para todos el mismo: sostener el búnker. Sobrevivir en medio de la crisis. Es por eso que los ministros Gabriel Katopodis y Juanchi Zabaleta volvieron a ganar exposición pública en materia de gestión. Caminatas, firma de convenios y presencia de base.

La situación no difiere con lo que pasa con el jefe de Gabinete y el ministro de Infraestructura, los jefes comunales de Lomas de Zamora y Malvinas Argentinas, Martín Insaurralde y Leo Nardini, respectivamente, quien pese a tener otro tipo de panorama (con más margen que la Nación) también siguen el paso a paso con gran presencia en terreno sin descuidar el mapa electoral del próximo año. Con la opción de ser los principales referentes y, de ser necesario, ponerse al frente de la boleta.

Martín está completamente abocado al rol que le toca. Y se lo nota muy entusiasmado. Logrando no solo acuerdos en favor de la Provincia sino también con la venia de la oposición como un funcionario que no cierra sino que suma”, le dice a Data Clave un dirigente cercano al funcionario provincial.

Lo cierto es que la duda hoy persiste y pese a que ante los consultados, hoy no hay una resolución, ni tampoco la va a haberen lo inmediato, los jefes comunales no se despegan de lo que podría ser una salida más que elegante para un proceso en crisis.