Jorge Olivera y Marta Ravasi volaron a Italia en julio de 2000 para celebrar sus bodas de plata. Veinticinco años juntos en los que formaron una familia y siguiendo la carrera de él, se afincaron en las diferentes ciudades que el Ejército les marcaba como destino. Muchas imágenes muestran los hitos más importantes de una vida familiar que podría haber sido igual a tantas otras, si no coexistieran con esas fotografías públicas los negativos nunca revelados, imágenes fantasmales que solo aparecen cuando se las pone bajo la luz. 

Una de ellas es la de Marie Anne Erize, la bellísima modelo de origen francés cuya imagen pobló las revistas de los 70. Olivera la conoció bajo las luces de la prensa, y en las sombras de las cuevas de tortura. 

Fue poner un pie en el aeropuerto romano de Fiumicino y Olivera fue encerrado en la cárcel de Regina Coeli. Lo buscaba la justicia francesa por  la desaparición de 16 ciudadanos de esa nacionalidad durante la última dictadura, entre ellos, la joven Erize, quien fue secuestrada por un comando de militares del Regimiento 22 de Infantería de Montaña el 15 de agosto de 1976 en San Juan, del cual el entonces teniente Olivera era el jefe de Inteligencia. Él mismo dirigió el operativo que la cercó mientras ella estaba en una bicicletería sanjuanina, y la llevó al centro clandestino "La Marquesita", donde la torturó y violó. El cuerpo de Marie Anne nunca apareció. 

En el nombre del padre: más historias oscuras del sacerdote e influencer religioso Javier Olivera Ravasi

Durante su detención en Italia, Olivera rápidamente consiguió abogados: lo defendió Augusto Sinagra, ex defensor de Licio Gelli, y  otro letrado de extrema derecha, Marcantonio Rezicheri, quienes presentaron un acta de defunción (luego se comprobó que apócrifo) de Marie Anne que pretendía demostrar que Olivera nada había tenido que ver ni con su vida ni con su muerte, y quedó en libertad. 

Pero mientras tanto, Marta Ravasi, su esposa, volvió a Argentina y recurrió a sus amigos de siempre: necesitaba presionar al gobierno y la justicia para lograr la libertad del preso y uno de los recursos fue presentarse en televisión. 

Fruto de un mismo árbol

En la cruzada por la libertad del marido la acompañó su hijo, Javier Olivera Ravasi, por entonces un estudiante de derecho que estaba de novio con Trinidad Sequeiros, hija de un reconocido abogado, Octavio Sequeiros quien, mientras Olivera asolaba las calles sanjuaninas, hacía lo propio en La Plata como integrante de la CNU, la banda parapolicial de extrema derecha de los 70. Javier y Trinidad, en ese invierno de principio de milenio, aún no habían decidido separarse para tomar los hábitos, ella de monja, él de cura. 

En agosto de 2000 Javier Pablo Olivera Ravasi, denunció al gobierno de Italia ante la Corte Suprema de Justicia por "privación ilegal de la libertad", reivindicando el “principio de territorialidad” al sostener que "los hechos que se le imputan habrían sido consumados en territorio argentino y en perjuicio de una ciudadana argentina", en alusión al secuestro y desaparición de Marie Anne Erize Tisseau, de origen francés. 

Además sostuvo que en base a ese principio "los tribunales argentinos tienen única y exclusiva potestad de juzgar delitos cometidos dentro del territorio nacional". Para concluir que es  una "insólita y pretendida injerencia jurisdiccional lesiva a los intereses soberanos argentinos" por parte de Italia y Francia, y advirtió que se "está incurriendo en un claro exceso de jurisdicción internacional".

El diario La Nación le dio espacio en sus páginas el 15 de agosto, y publicó una carta de Javier Olivera Ravasi dirigida al presidente Fernando De la Rúa. Allí decía  que su padre estaba "abandonado en manos de países extranjeros por una lamentable decisión del Gobierno". El hijo del militar retirado sostenía que, "aprovechando este error", él y su familia sufrían "una campaña de amenazas veladas y directas por parte de organizaciones de derechos humanos que intentan atemorizarnos y dañarnos a fin de que callemos".

Siguió diciéndole a De la Rüa: "su ministro Gil (Lavedra, Ricardo, ministro de Justicia) está favoreciendo las pretensiones de estos organismos a cambio de un carguito internacional, ciertamente mejor pago que el actual", en relación con la información publicada en La Nación acerca de que el ministro podría estar pensando en un futuro cargo en la OEA.

Finalmente pidió al presidente: "Revea su decisión de entregar a mi padre", "que moralice su equipo de gobierno" y "que los servicios de inteligencia, la policía política, no interfieran en la decisión de los jueces y nuestra vida familiar".

Esa misma semana participó del programa "Hora clave" cuyo conductor, Mariano Grondona, lideró una mesa redonda para debatir acerca de la prisión de Jorge Olivera. En el estudio estaban Javier, su madre Marta, y Rogelio Roldán, quien fue detenido y torturado en San Juan durante la dictadura, y que denunció a Olivera como a uno de sus torturadores.

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Roldán empieza a contar su historia y en un fragmento dice: 

-Incluso en la jerga de los presos, cuando nos podíamos comunicar, que era muy difícil, había aparecido un nombre que era "el capitán Malavera". Era la suma de dos tenientes: Malatto y Olivera.

Mariano Grondona lo interrumpió y se dirigió a Marta Ravasi: 

-¿Usted quería decir algo, señora?

Rabassi de Olivera: -Sí, primero que el doctor preguntó por las voces, cómo lo reconocía usted, y se fue por las ramas y no dijo nada. Ayer, justamente, recibí un llamado de San Juan, de amigos muy queridos que tengo allá, y me hicieron recordar. Me decían: "Acordate que ese Roldán era de la pesada, era del organismo de base que él marcaba a quién había que percutar y a quién no". Yo no sé si sus manos son de tanto trabajar en la construcción o de... (con el pulgar y el índice hace gesto de gatillar, varias veces). Era un hombre peligroso usted.

Javier Olivera: -¿Te puedo tutear, Roldán? Porque yo soy también del pueblo, así como vos. Te puedo tutear, ¿no? Ayer estuvimos en el programa de Bonelli (sic) y vos me dijiste que trabajabas con las manos. Mostrá las manitos. ¿A ver? ¿Vos tenés las manitos de Moyano? Me parece que tenés manitos de las que le pegan al gatillito, ¿eh?

Allí terminó un bloque, pero no el diálogo, que continuó al finalizar la tanda publicitaria.

Javier Olivera: -Todos conocemos que los testigos en el fuero civil se pagan cien pesitos (mete la mano en el bolsillo del saco y exhibe un billete). Es lo que se paga por un juicio de deudas. ¿Cuánto se paga por un juicio penal por lo de mi padre? ¿Cuánto le pueden pagar a usted?

Rogelio Roldán: -Acá no estamos hablando...Yo te puedo aclarar. Yo me negué a cobrar la indemnización con que se resarció a los presos porque entiendo que era una medida política para instalar una teoría de equilibrio. Mi vida es conocida, con 30 años de militancia en San Juan.

Javier Olivera: -¿Te soltaron?

Rogelio Roldán: -Me soltaron.

Ravasi de Olivera: -Habrá colaborado...

Javier Olivera: -Muchos de la izquierda dicen que a los que soltaron era porque... (en tono sugerente) ¿eh? (sonríe). Era porque traicionaban, ¿no?

Rogelio Roldán: -Estamos analizando casos de torturas sobre docenas de presos.

Javier Olivera: -Es porque traicionabas, ¿no? ¿Con el gatillo así?

Rogelio Roldán (continúa hablando y trata de ignorar los dichos del joven Olivera) : -Y es lo que estamos discutiendo...

Javier Olivera: -Porque tenés manos de carterista, me parece.

Rogelio Roldán: -Acá estamos convirtiendo en victimarios a las víctimas y tenemos que ser un poquito más serios.

Javier Olivera: -Tenés manos de manicura, parece.

Fin de otro bloque, pero no el fin de la escena. Esta vez todos comparten la mesa junto a abogados como Cosme Beccar Varela, Eduardo Soares y Adolfo Casabal Elía. Le habían preguntado a Roldán por qué había estado preso.

Rogelio Roldán: -Nunca fui inocente. Soy militante. Estuve preso porque soy y he sido toda mi vida comunista, he sido delegado sindical, he defendido reivindicaciones y pertenezco a una generación que ha sido mutilada (se detiene, mira a Javier Olivera, lo señala con el índice). Y vos que me faltaste el respeto recién... Ayer te escuché largamente y vos me provocaste. No te contesté. No es una cuestión personal, pero te aclaro: tu padre me torturó, esta dentadura es postiza porque me quemaron las encías. Ese fue tu padre.

Javier Olivera: -Te quedan bien, ¡che!

El hijo del represor Jorge Olivera se burla de Rogelio Roldan detenido y torturado

El Juicio

Olivera Ravasi es sacerdote desde hace 18 años luego de haber cursado como seminarista en el Instituto del Verbo Encarnado, de Mendoza, donde luego fue profesor. De la Institución se fue en 2015, justo cuando empezaron las denuncias por abusos, maltratos y violaciones sufridas por alumnos y seminaristas por parte de algunos directivos y docentes, entre ellos el director de la Institución, el padre Buela, y su segundo, Yañez. 

Ya lejos del Verbo Encarnado y de las denuncias, fundó la Orden de San Elias junto al sacerdote Federico Highton. La Orden, que no está inscripta en el registro de cultos, no tiene tampoco misión sacerdotal más allá de la de sus dos fundadores: Highton en remotos parajes africanos y Olivera Ravasi en el coqueto barrio privado de San Benito, donde es capellán de la Iglesia San Juan de la Luz. 

La parroquia, de una belleza exquisita, está acorde con la estética del barrio privado, uno de los tantos emprendimientos de la constructora IEDICO que lidera Jorge O´Reilly, quien no solo es un lefebvrista y protector religioso, político y económico del padre Olivera Ravasi, sino que es uno de los nombres que suena con más peso para ser el embajador argentino ante el Vaticano. 

O´Reilly no es la primera vez que pretende el puesto, y para el que hace lobby. Ya lo había intentado en 2008 cuando contaba con el aval del platense Héctor Ruben Aguer para intentar una zancadilla contra el entonces arzobispo Jorge Bergoglio y en una jugada ajedrecística que no le salió, mandar a Bergoglio a Roma, poner a Aguer en su reemplazo y él lograr por su intermedio ser embajador ante la Santa Sede. Quince años después y con el deseo incólume, O´Reilly intenta acceder al puesto por sus vínculos con Olivera y la vicepresidenta Victoria Villarruel.

Olivera Ravasi no tiene las mismas urgencias. Cómodo en su privilegiado espacio del barrio San Benito, en donde los vecinos -católicos o no- financian sus gastos que se incluyen en las expensas, reza cada noche con su rosario de balas, invita a represores,  genocidas y reivindicadores de la dictadura -como Villarruel, Agustín Laje o Nicolás Márquez- a participar de charlas para su canal de Youtube, escribe largos artículos para su sitio web, y recibe donaciones en su cuenta personal.

En el nombre del padre: más historias oscuras del sacerdote e influencer religioso Javier Olivera Ravasi

Su padre finalmente fue sentenciado a cadena perpetua por secuestros, tormentos, violaciones, desapariciones, robos, hurtos, expropiaciones y asesinatos en la que se llamó la Megacausa San Juan I, II y III. Las condenas fueron por sesenta casos demostrados, aunque la lista podría triplicarse. 

"Secuestraban gente, mataban pibes y los hacían pasar por ladrones. Cuesta entender que se haya mirado para otro lado", dice uno de los cientos de testigos que pasaron ante los jueces Héctor Cortés, Raúl Fourcade y Alejandro Piña en la llamada Megacausa San Juan I por Delitos de Lesa Humanidad cometidos durante la dictadura militar en esa provincia. 

Los centros clandestinos que funcionaron en la capital provincial fueron antigua Legislatura, el Penal de Chimbas, la alcaidía de mujeres de la policía provincial, la Central de Policía, el camping conocido como “La Marquesita” y  RIM 22. 

Quien dirigía el Regimiento de Infantería de Montaña (RIM 22) era el Mayor Olivera, quien lideraba también las patotas que, gracias a zonas liberadas y a veces a plena luz del día, secuestraban a sus blancos. Olivera iba en yunta con el Mayor Carlos Malatto quien, ya en democracia y buscado por la justicia, huyó a Italia. La fama del dúo era tal que se los conocía como “el capitán Malavera” (conjunción de Malatto y Olivera). Así lo declaró Rogelio Roldán, un ex preso político, también recordó que “había un grupo de tareas que actuaba dentro y fuera de la cárcel. Los más duros eran Olivera y otro llamado Malatto. Nosotros teníamos un código entre los presos: cuando decíamos que venía “el capitán Malavera”, (por Malatto y Olivera) era que llegaban los dos juntos, y seguro que la pasábamos mal”. 

Uno de los que "la pasó mal" fue el luego gobernador de la provincia José Luis Gioja, por entonces secuestrado junto a su padre y su hermano. Gioja, que se presentó a declarar en la causa, dijo: “Olivera (Jorge, mayor del Ejército) y Malatto formaban parte de un grupo de tenientes y subtenientes que nos interrogaban y nos torturaban hasta dejarnos exhaustos. Después nos daban bebidas alcohólicas para que nos recuperáramos".

También narró el caso de otro detenido, de apellido Pereyra:  "Me quedó patente porque lo tiraron del primer piso, lo revolearon por la ventana al vacío y se salvó porque cayó arriba de las moras y las ramas amortiguaron la caída, por eso está vivo. Sorprende la impunidad con la que se manejaban, no les importaba nada, que lo tiren así porque no les dio la respuesta que querían escuchar es terrible".

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Los testimonios se repiten, demoledores, uno tras otro. Cientos de personas que testificaron en la causa por los secuestros, torturas, violaciones, robos, hurtos, desapariciones y asesinatos de sesenta personas y que llevó al banquillo a Olivera y doce represores más. Olivera tuvo perpetua, logró fugarse y fue recapturado cuatro años después. Hace un año pidió tener salidas transitorias para poder concurrir a las misas que celebra su hijo.

Historia Desobedientes

El 16 de enero Data Clave publicó la primera nota acerca de Javier Olivera Ravasi. La repercusión fue amplia e inmediata en múltiples sectores: desde la iglesia hasta el gobierno, desde actores políticos hasta referentes de las fuerzas armadas se hicieron eco de lo que contamos. 

Entre ellos, el  "Colectivo Historias Desobedientes. Familiares de genocidas por la Memoria, la Verdad y la Justicia" que comprende a familiares de partícipes de la última dictadura militar que, a diferencia de Olivera Ravasi, decidieron separar su historia de la de sus antecesores:

"A muchos de nosotros las historias se nos entrecruzan, las fuerzas armadas, las de seguridad, la familia judicial y la iglesia forman parte del conglomerado de emociones y vivencias de nuestras infancias o adolescencias y ahora, desde hace un tiempo de los fantasmas del pasado que se agolpan en las “memorias familiares” en la mente de nuestros hijos, sus nietos. 

Los significantes que forman parte de nuestro acerbo subjetivo, el universo simbólico del que venimos incluye y entrecruza capillas, sotanas, rezos, rosarios, armas, balas, insultos obscenos sin límites al “subversivo” (entrara quien entrara en ese concepto) y escenas oscuras que por mucho tiempo no tuvieron palabras para significarlas. Somos los hijos y ya desde hace un tiempo, los nietos, de los genocidas que en algún momento hemos podido ver el horror en el que estábamos inmersos y cuales miembros de una secta que despierta lucha por salirse de la misma con los costos emocionales, duelos y rechazos que implican siempre estos movimientos de liberación.

Sentimos el enorme dolor de saber quiénes fueron nuestros predecesores, lo que hicieron, y más aún haber seguido soportando su silencio que a modo de Omertá no ha sido posible quebrar nunca, salvo alguna excepción como Scilingo que relató en una entrevista a Horacio Verbitsky públicamente algo de las atrocidades que habían hecho. 

Somos muchos los que fuimos testigos silenciosos de situaciones que convivían y se entretejían entre el horror del afuera, con la normatividad de ser parte de familias, orgullosas de defender los conceptos de dios patria y familia (minúsculas adrede); y fuimos muchos los que en su debido momento acudimos a denunciar lo que sabíamos, traicionando aún más nuestras familias de origen. No nos resulta extraño leer acerca de Olivera Ravasi, extraño no, ciertamente. Nos recuerda y hace re-sentir el dolor de ver lo siniestro, de rememorar algo de los discursos escuchados, exacerbados en esta persona tan siniestra como su padre. La obediencia en los grupos de donde provenimos es más usual que la desobediencia, la repitencia de la narrativa es la forma más usual de vivir, pero imposible de transitar para quienes en algún momento quitamos el velo. 

Las discusiones acerca de la maldad en el ser humano, de la posibilidad de dañar, lastimar a otro desprotegido, trasmutado en la acción real de la tortura, violación y muerte de otro semejante, han llevado libros, estudios y discusiones de filósofos, intelectuales y hasta religiosos a través del tiempo. 

Algo de eso dejó entrever Hannah Arendt en su escrito acerca de la Banalidad del mal. El armado subjetivo de quienes conviven y sostienen a los verdugos implica un complejo entramado de conceptualizaciones que se solapan en discursos racionales y se deslizan al miedo y posterior odio del diferente, al armado del enemigo y a la necesidad de negarlo, de tacharlo y en su extremo exterminarlo. 

Solo nos queda hablar, confirmar, atestiguar que fuimos parte de esos grupos, no por elección sino por simple filiación, que salimos de los mismos y que somos la prueba viviente que es posible cuestionar y finalmente condenar ese discurso aprendido, que es posible transformar la historia que nos tocó. Cada una diferente, pero con denominadores comunes, nos sabemos hermanados en esta certeza, es posible salirse del discurso originario, que conlleva dolor y trabajo pero que jamás es excusa repetir por haber sido parte y nada más. 

Soy desobediente al discurso donde nací, pero soy obediente a mí mismo, a mi ética y moral, simplemente soy y en mi existencia denuncio, cuestiono la narrativa de la infancia y me planto y siembro mis verdades actuales". 

Facundo Bargalló 

Psicólogo 
Integrante del Colectivo Historias Desobedientes Familiares de genocidas por la Memoria, la Verdad y la Justicia.