La política nacional tuvo una semana en la que los recuerdos del 2001 estuvieron muy presentes en la campaña. Hubo cruces entre Horacio Rodríguez Larreta y Patricia Bullrich por la política del “blindaje” y se lo vio a un eufórico Javier Milei gritando “que se vayan todos, que no quede, ni uno solo” en una recorrida que realizó por Santa Fe.

En ese marco, dos investigadores del CONICET realizaron un informe titulado “Jóvenes, ciudadanía y política: análisis de dos estudios empíricos con estudiantes secundarios del AMBA ante su primer voto” y que busca describir los comportamientos del primer voto joven en 2015 y 2019.

Los especialistas son la investigadora Miriam Kriger junto al becario doctoral Ignacio Robba Toribio. El trabajo cuenta con 16 páginas y el objetivo es conocer el nivel de politización de los jóvenes y qué piensan de la herramienta del voto. Los relevamientos se hicieron en escuelas secundarias del Área Metropolitana de Buenos Aires.

En el estudio, Kriger asegura que  la comparación entre ambos momentos los llevó a plantear una “positivización de la política en clave juvenil”, a partir de detectar una mirada más positiva sobre el voto y de una diferenciación valorativa entre “la política” y “los políticos”.

En las dos encuestas, los estudiantes consideraron en un 60% que “votar es importante pero no alcanza para decidir lo que pasa en el país”, mientras que apenas el 5% siente que “votar no sirve para nada”. En ese caso, el porcentaje en 2015 era de 8%.

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Las diferencias están cuando se trasladan a la práctica política. El 64% manifestó tener una valoración nula (34%) o baja (30%) de la política partidaria y en 2019 la suma entre quienes no le daban “ninguna valoración” (31%) y quienes le dan “poca valoración” (29%) alcanzó un 61%. 

“En el post 2001 no había diferenciación entre política y políticos: todo, política y políticos, eran igual de malos, porque el divorcio entre ciudadanía y política era muy grande. Estábamos frente a un rechazo muy grande de la política en su forma tradicional”, comienza a explicar Kriger.

Lo que detectan las encuestas es que “la confianza en la política aumenta pero aparece disociada de los políticos, lo que termina acentuando la valoración positiva de la política como práctica en sí misma”, algo que los autores entienden como una “positivización de la política”. 

“Si se mira esta progresión en comparación con el rechazo a la política formal de los 90 y del post 2001, vemos una positivización de la política formal y partidaria, que se produce siempre y cuando la pongas en relación diferencial con los políticos”, agrega Kriger.

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El 69% de los encuestados se identificaron con la frase “creo en la política pero no en los políticos” en 2019, frente al 66% en 2015. La diferencia es más grande frente a la frase “creo en la política y en los políticos”, apoyada por el 11% de los encuestados en 2015 y por el 6% en 2019.

Como reflexión, Kriger sostiene que “la positivización de la política tiene que ver también con una valoración de la juventud, que comienza a pensar la política a partir de una autocalificación generacional más alta. La disputa comienza a darse con los políticos para tomar la política como práctica constructiva. Ese cambio es muy significativo”. 

“La politización es algo deseable, pero sucederá en su propia clave”, concluye.