"Bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, hay que permanecer vigilantes toda nuestra vida", escribió Simone de Beauvoir en 1949 y es, posiblemente, una de las frases que más se viralizó en los últimos días, tras conocerse la noticia de que la Corte Suprema de Estados Unidos anuló el fallo Roe vs Wade de 1973, que durante casi medio siglo garantizó el derecho de las mujeres al aborto.

La cita de la filósofa y activista feminista francesa resuena hoy con fuerza porque la decisión de la Corte norteamericana puso de manifiesto como nunca antes lo frágil que pueden resultar las conquistas de las mujeres en materia de derechos. Aún en los países cuya premisa es la libertad individual de todos sus habitantes, lo que contempla la libertad de decidir sobre sus cuerpos. Lo cierto es que desde el viernes 24 de junio las personas gestantes en Estados Unidos son un poco menos libre y, aunque ya se hablaba de este desenlace como una posibilidad real, el factor sorpresa se desprende del arquetipo mismo del poder: los privilegios son invisibles para quién los tiene.

Las mujeres de América Latina, en especial las argentinas, conocemos muy bien esa fragilidad: nos obligó a empujar con el cuerpo (en el sentido literal) una ley que sin la presencia constante de las mujeres en el espacio público no se hubiera conseguido porque era un debate que ningún gobierno estaba dispuesto a dar.

"¿De qué está hecha nuestra época?", se preguntó la autora Florencia Angilletta en su libro "Zona de promesas", donde muestra que "también de los feminismos" y repasa sus principales luchas contra la violencia de género, como la rediscusión por el trabajo, la implementación de la educación sexual integral y la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo.

Los feminismo, explicó Angilletta, empiezan a ser un significante disponible y en disputa cada vez más masivo y masificado, y un punto que toda persona que pretenda ejercer el poder no puede obviar. Esta definición puede servir como una posible puerta de entrada para entender por qué un derecho ganado, protegido, naturalizado y ejercido durante tantos años de repente ya no está o peligra con desaparecer. 

Hoy no es posible mandar a una mujer a la hoguera pero si nombrar jueces conservadores que firmen sentencias que ubiquen a las mujeres en una posición similar y retroceda cientos de años de lucha. Así operan los sectores conservadores que buscan alzarse con el poder y es algo que el feminismo viene alertando hace tiempo.

Marcha atrás del derecho al aborto: el resabio de Trump y la embestida letal en el país de la libertad

Con la misma fuerza en que gobiernos de izquierda (o que dicen serlo) ganan terreno en América Latina, la reacción conservadora da un embestida letal en el país de la libertad, con un gobierno demócrata en ejercicio, con el resabio de la presidencia de Donald Trump: tres jueces. Demuestra así que no necesita de Trump en el poder para existir y operar.

La filósofa estadounidense Wendy Brown sostiene que ya no se dice "soy fascista" porque no necesitan esta definición, hoy tienen la palabra libertarios y convocan masas desde el odio y el desamparo.

"En efecto, los llamados libertarios toman el concepto de libertad con carácter reaccionario y con discursos que efectúan una culpabilización de los movimientos sociales, de la izquierda popular, de los Estados de bienestar y de la igualdad, un motivo de explicación de las condiciones precarias de vida de las mayorías", explicó Brown.

Mientras tanto, es en el cuerpo de las mujeres, nuevamente, donde todas estas batallas se disputan.