La relativa calma de largos dos meses que mostró el dólar en sus diversas versiones “libres” fue interrumpida abruptamente hace poco más de dos semanas, con saltos de hasta $25, que llevaron al blue a marcar un tope de $212,50, y al dólar financiero, un máximo de $214,11.

Entre los factores que propiciaron este fuerte repunte podemos mencionar: la floja acumulación de reservas que mostró en Banco Central en el primer cuatrimestre (hasta abril pudo comprar en forma neta un monto raquítico de apenas u$s110 millones), a pesar de la buena cosecha y los altos precios internacionales de los commodities, impulsados por la guerra en Ucrania; la aceleración de la inflación tras el dato mensual récord de marzo (+6,7%) y la persistencia de la dinámica en abril; el anuncio de políticas expansivas en materia monetaria (bonos para trabajadores de menores ingresos y jubilados); y la salida de capitales financieros de los países emergentes hacia EEUU, por la suba de tasas, dispuesta por la Reserva Federal, en su lucha contra la mayor  inflación en 40 años.

Sin embargo, pasado el fogonazo cambiario, fue casi inversamente proporcional el repliegue que mostraron el blue y los tipos de cambio financieros durante los últimos días: el dólar informal cedió más de $10 y se estacionó cerca de los $200, precio que superó por primera esta semana el dólar ahorro, y que parece actuar como piso simbólico, tanto para el paralelo, como para el CCL y el MEP. Así, la brecha cambiaria se achicó en unos 10 puntos, al pasar del 85% al 75%, casi sin escalas.  

Al menos uno de los factores que había hecho reaccionar el precio del dólar no oficial comenzó a revertirse parcialmente en mayo: la compra de divisas por parte del BCRA. En apenas tres jornadas del quinto mes del año, la autoridad monetaria compró cuatro veces más dólares (u$s430 millones), que lo que había acumulado entre enero y abril (u$s109 millones), producto de una aceleración de la liquidación de divisas por parte del sector agroexportador, en plena cosecha gruesa, aunque también en un contexto de restricciones al acceso de dólares para los importadores. Se trata del mejor arranque de mes en un año para las arcas de la entidad que conduce Miguel Pesce.

Según el analista Salvador Di Stefano, sobre 41,2 millones de toneladas de soja a cosechar, solo se vendieron 5,2 millones de toneladas: “Es muy poco para lo que estamos acostumbrados”, comenta. Para julio deberían estar vendidas cerca de 20 millones de toneladas, con lo cual hay por delante mucho dinero por ingresar. En el caso del maíz, sobre una cosecha de 49,2 millones de toneladas, se vendieron 15,9 millones de toneladas. Para el séptimo mes del año Di Stefano calcula que deberían estar vendidas unos 30 millones de toneladas. En consecuencia, en los próximos 90 días deberían ingresar dólares por el equivalente a unos 15 millones de toneladas de soja y maíz: esto implicaría unos u$s13.500 millones.

El ingreso de dinero al fisco también será muy importante en los próximos meses: vencen tanto el impuesto a las Ganancias, como Bienes Personales, con lo cual quedarían menos pesos disponibles para demandar dólares. “Algunos contribuyentes tendrán que vender mercadería en stock, otros desahorrar, tomar crédito o vender dólares, nadie tiene suficiente dinero en efectivo para cancelar esta montaña de vencimientos”, advierte el analista.

En consecuencia, uno podría pensar que las presiones latentes sobre los dólares alternativos o libres podrían diluirse al menos por los próximos dos meses, sin embargo, en la coyuntura argentina sobrevuelan varias amenazas que podrían volver a interrumpir una eventual pax cambiaria. Entre ellas, aparecen, por ejemplo, los insólitos contrapuntos públicos de algunos referentes de la coalición gobernante, pero sobre todo la impredecible dinámica inflacionaria, además de la señal que se le dé al mercado sobre el próximo incremento de tarifas de luz y gas (en términos de recorte de subsidios).

Por lo pronto, será crucial el dato del IPC de abril que se conocerá el próximo jueves 12 de mayo. Consultoras estiman cifras superiores al 6%, y el mismo Gobierno ya admitió que "la inflación de abril no viene bien, no esperamos una baja pronunciada", se resignó el ministro de Desarrollo Productivo, Matías Kulfas. Ante lo cual, varios analistas privados ya vislumbran un escenario inflacionario para 2022 en torno al 66/67% (hasta el gran acuerdo paritario del 60% conseguido por la Bancaria, y celebrado por Cristina, se quedaría corto).

“El principal riesgo para el dólar es la aceleración de la dinámica inflacionaria, en un contexto donde el acuerdo con el Fondo te fuerza a indexar la tasa de interés y el tipo de cambio, y a subir las tarifas. A su vez, tenés los efectos de segunda ronda que generan las paritarias en el propio proceso inflacionario, en un contexto de tasas reales negativas y brecha cambiaria”, sostuvo a Data Clave, Federico Furiase, director de Anker Latinoamérica.

Si bien en lo que respecta al tipo de cambio oficial, gracias al cepo cambiario y a los actuales precios de los commodities, el Gobierno tiene margen para evitar cualquier salto brusco, no sucede lo mismo con los dólares financieros y el blue. En este terreno, la situación es más complicada porque en el marco del acuerdo con el FMI, el BCRA no puede vender reservas, como lo hizo en la previa electoral de 2021, para controlar el dólar ´contado con liqui´, dado que tiene que cumplir el objetivo de acumular de divisas para sus arcas.

De todos modos, Furiase no descarta que “se puedan vender bonos contra pesos para generar una esterilización y que eso ayude a contener la presión en la brecha cambiaria. Pero eso obviamente es de corto plazo y también afecta negativamente a las paridades de los bonos en el caso de que se hiciera”.

Por otro lado, la suba de tasas en EEUU -esta semana la Fed la ajustó otros 50 puntos básicos, el mayor incremento en más de dos décadas- es también otro foco de tensión para la dinámica cambiaria, porque propicia una salida de capitales desde los mercados emergentes (lo que se denomina fly to quality, o vuelo a la calidad), con la consecuente devaluación de las monedas en esos países, y la eventual caída en los precios de los commodities. “Eso indirectamente termina acelerando la apreciación del tipo de cambio real multilateral, aunque todavía no impactó en los commodities, y en términos de riesgo país tenemos un nivel tan alto que el efecto es marginal por ahora”, avisa el director de Anker Latinoamérica.

Otra historia muy distinta para el dólar tendrá lugar el segundo semestre, dado que a partir de entonces se reconfigura el habitual escenario de menor oferta de divisas desde el campo, conjugado con la constante presión por parte de importadores, pero también, desde hace varios meses, por parte del turismo emisivo. Con lo cual serán clave los próximos 90 días -marcarán a fuego a los siguientes 180 días- en términos de acumulación de reservas, tanto para cumplir con las metas acordadas con el FMI, como para robustecer el poder de fuego del BCRA con el fin de aquietar las aguas que se presumen, una vez más, turbulentas.