Enero comenzó con una inflación del 6% y las expectativas para febrero y marzo no son mejores. La inflación para febrero se posiciona entre 6 y 6,5% y la de marzo puede llegar a ser aún peor. De modo que parece muy difícil que la tasa de inflación de 2023 baje considerablemente en comparación a la del 96% del año pasado (a este ritmo posiblemente la supere). 

Con este contexto y en un escenario que estará atravesado por las elecciones presidenciales, debemos ser extremadamente analíticos e interpretar los efectos que el frente interno (escasez de dólares producto de la sequía y problemas con la deuda en pesos) y externo (aumento de tasas por parte de la FED y posibilidad de recesión) pueden tener sobre nuestras inversiones y que ocurrirá de cara al 2024.

La gran incógnita es qué ocurrirá con el tipo de cambio en lo que resta del año y en 2024. Con pocas reservas (que deben crecer), el mercado ya descuenta un nuevo plan soja 3, aunque el impacto de este disminuirá debido a que además de la sequía y la baja disponibilidad de divisas, el acercamiento a un posible traspaso de gobierno hace que el productor vea la posibilidad de que se unifique el mercado cambiario, y los que puedan decidan retener su producción. 

Massa anunció recientemente el acompañamiento a las economías regionales, arrancando por la vitivinicultura con un plan dólar vino. El mayorista subió 5,5% en febrero (igual que en enero), y otra vez quedó por debajo de la inflación. Parece que el Gobierno no quiere que quede por arriba. 

Nosotros hoy no vemos que el Gobierno vaya a hacer un salto discreto del mayorista antes de las elecciones (va a continuar con el crawling peg). Luego de las elecciones lo haría sólo mediante un acuerdo con la oposición (y tampoco creemos que eso ocurra). No sabemos qué va a hacer el próximo Gobierno y eso se ve reflejado en el salto en las tasas implícitas de dólar futuro a partir de diciembre.

Con el nuevo gobierno, el modelo de restricción de compra de divisas se encuentra agotado con una brecha cambiaria de tal magnitud que hace difícil que el sector privado pueda desarrollarse de manera sostenible. La oposición podría optar por sacar por completo desde el comienzo los controles de divisas o hacerlo paulatinamente (por el momento Rodríguez Larreta, que se perfila como el principal candidato, indicó que no va a levantar el cepo apenas asuma). 

Para hacerlo desde el día uno es necesario un programa económico contundente que demuestre una Argentina que puede crecer con un superávit fiscal primario para ganar confianza y generar inversiones. Sino con el stock de deuda comercial acumulado quitar la restricción podría producir una corrida hacia el dólar con el objetivo de cancelar balances comerciales (y el BCRA no tiene reservas para detenerla).

Si ajustamos el dólar CCL por el crecimiento de los pasivos del BCRA tendría que cotizar en $431, un 17% más alto que en la actualidad. Aquí es donde vemos la posibilidad de dolarizar carteras; para perfiles conservadores-moderados se pueden adquirir Obligaciones Negociables de empresas mientras que los inversores con perfil agresivo pueden aprovechar las bajas paridades de los bonos soberanos y algunos subsoberanos en caso de un trade electoral. 

El rally de octubre-enero y el sell-off reciente no parece ser motivo local, sino que está mejor explicado por la situación del mercado internacional. Con esto en cuenta para 2024 si el nuevo mandato presidencial consigue confianza en su programa, puede hacer que el precio haga un salto aunque se debe tener en cuenta que este instrumento es bastante riesgoso por la volatilidad que presenta. Por otro lado, no vemos que sea el momento de invertir en Cedears debido a la incertidumbre sobre la economía norteamericana. 

Si la inflación no baja, la Fed se vería obligada a aumentar las tasas por encima de lo priceado por el mercado y a mantenerlas altas por más tiempo; mientras que también existe el riesgo de que la política monetaria restrictiva lleve a una recesión, empeorando los resultados de las empresas. Consideramos prudente esperar a que haya más claridad acerca de si la economía se dirige a un “soft landing”, a un “hard landing” o a un “no landing”.