El consenso del Relevamiento de Expectativas de Mercado a cargo del BCRA nos dice que a fin de año la inflación se ubicaría levemente por debajo del 60%. Sin embargo, creo que esta visión es un tanto optimista y probablemente superemos esa cifra, a menos que el gobierno tenga un as bajo la manga. Veamos las razones.

El año 2021 cerró con una inflación 51% y el 2022 arrancó peor en materia de inflación. De acuerdo al INDEC, el último dato de inflación marcó un 6,7% en marzo, la más alta desde 2018. Esto llevaría la inflación acumulada en el primer trimestre arriba del 16%, lo cual equivale a un 77% anualizado. Obviamente uno puede argumentar que el primer trimestre suele mostrar una inflación más alta que los restantes meses del año por distintos factores estacionales, entonces hagamos el ejercicio de reemplazar la inflación de los 9 meses restantes por la inflación observada en dichos meses de 2021. Si al 15% del primer trimestre le sumamos el 33% de inflación de los últimos tres trimestres de 2021, entonces llegamos a una inflación de 54% proyectada a diciembre de 2022. Obviamente esto es menos que el 60% del REM, pero sirve como un piso a partir del cual vamos a continuar construyendo.

El acuerdo con el FMI pone como condición acelerar el ritmo de devaluación del tipo de cambio oficial para ponerlo en línea con la inflación. En los últimos días, el crawling peg del oficial ya se ubica arriba del 4% mensual y subiendo. Esto equivale a una tasa del 60% mensual. En 2021 el dólar oficial subió al ritmo de 2,8% mensual o 40% anual. Supongamos que, ceteris paribus, un aumento de 1% en la tasa de devaluación nos da 0,3% de inflación. Por lo tanto, si le sumamos 20 puntos a la devaluación entonces deberías sumarle 5 puntos más a la inflación. Esto ya nos lleva del 54% de base que teníamos antes al 59%. Prácticamente lo mismo que nos da el REM y todavía falta seguir sumando ajustes, en especial las tarifas.

Si el gobierno quiere cumplir con el FMI, entonces deberá ajustar las tarifas por lo menos para que los subsidios no aumenten en términos reales. Uno puede interpretar esto como que las tarifas tienen que subir lo mismo que el resto de los precios. Sin embargo, esto no es correcto. Para que los subsidios no aumenten en términos reales la tarifas tiene que aumentar lo mismo que el costo. Como el costo verdadero está atado al precio internacional (gas, petróleo, carbón, insumos importados para la generación, etc.), sumado a la variación del tipo de cambio oficial, entonces deberíamos estar hablando de aumentos de tarifas de un 60% por variación del tipo de cambio compuesto con un aumento del 50% en precio internacional. Por lo tanto, el aumento necesario sería de 140% en las tarifas.

Claramente si las tarifas aumentan 140% el consumo cae y eso reduce el monto de los subsidios, así que redondeemos en un aumento del 100% para simplificar. Un aumento del 100% tiene una incidencia directa en la inflación de un 5% aproximadamente, pero si sumamos los efectos indirectos de corto plazo fácilmente podemos duplicar esa cifra. Así que al 59% que ya teníamos le sumamos otros 10 puntos y estamos en 69%.

Inflación del 69% sin meternos con el déficit cuasifical y un sinfín de otras cuestiones que pueden salir mal como demandas sindicales y sociales o peleas entre La Campora y el Peronismo.

Obviamente el oficialismo tiene cartas para jugar y puede mandar a guardar el acuerdo con el FMI, suspender el ajuste de tarifas, atrasar el tipo de cambio oficial y reprimir más la economía de mercado con la esperanza de aguantar hasta diciembre de 2023 y que la bomba le explote al próximo gobierno. La vez anterior no fue una comedia, pero no importa como termine esta historia seguramente será una tragedia.