Finalmente, en la última semana de Febrero el acuerdo con el FMI no ingresó a las cámaras. La guerra que estalló con la invasión de Rusia a Ucrania corrió la discusión del acuerdo con el organismo y se incrementa el riesgo de seguir transitando el 2022 sin un programa económico.

Así, en el plano local la incertidumbre se mantiene elevada, pero ahora el marco de un mundo que luce también incierto y bastante inseguro.

Los análisis de las consecuencias económicas de la guerra son especulativos y hasta algunos se hacen ilusión de que la mejora de los términos de intercambio pueda redundar en un beneficio para el país. Una vez más, la búsqueda de una quimera mientras se sigue aplazando las tareas ineludibles para la economía argentina.

A la vez, sería poco deseable que la guerra sirva como una excusa adicional para evitar cumplir con el recorte de subsidios como medio para ir logrando la convergencia fiscal.

La economía se recupera pero la inflación empieza a preocupar todavía más por la posibilidad cierta de que se amplifique a futuro. Febrero nuevamente parece cerrar en torno al 4% mensual, y sobre esto deberá sumarse la corrección de tarifas (20% inicial en gas residencial anunciado para marzo, que aporta 0,3 pp de inflación directa) y las presiones inflacionarias del aumento de combustibles y alimentos a raíz de los eventos desatados por el Kremlin. Cada vez luce más probable un guarismo anual al orden del 60% para 2022.

Por lo pronto, se espera que en la apertura de sesiones de la semana siguiente se haga mención al acuerdo que debe pasar por el Congreso. Parece raro (o poco serio) que se empiecen a contar los votos en el Senado o Diputados, cuando aún no se sabe en qué consiste el acuerdo más que en sus grandísimos rasgos.

Mientras tanto, el BCRA intenta llegar a la firma del acuerdo, ajustando los controles sobre las importaciones. Sin embargo, continuar en esta vía, lejos de asegurar que la recuperación se mantenga, invita a pensar que se corta en cualquier momento.

Finalmente, y en el orden de lo político, cabe destacar que el ala kirchnerista del gobierno no se pronunció aún acerca del conflicto en Europa, y esto es algo curioso. Que no se pronuncie un vicepresidente puede ser natural, pero que no lo haya hecho Cristina Kirchner como jefa del espacio político que representa da lugar a pensar que posiblemente tenga una interpretación distinta a la de todo el arco político argentino. Un reflejo más de que el oficialismo se fragmenta ante cada evento y deja una sensación de gobernabilidad débil.