En la semana se vivió tensión, era de esperarse, el BCRA sin dólares y sin perspectivas de recomponer las reservas netas, alimentó la posibilidad de que no se pueda sostener el tipo de cambio en el nivel actual. Si bien el dólar oficial se contuvo a fuerza de no limitar la venta de dólares, el dólar libre se hizo eco y más que compensó el atraso del último año.

La estrategia de contenerlo a base de venta de títulos públicos tiene límites, en primer lugar el mercado ¿hasta cuándo se pueden vender bonos a esta paridad? En segundo lugar, la cantidad de títulos en manos del Tesoro. No hay un stock suficiente para el caso en el que ocurra un rechazo masivo al peso.

Las tensiones esperamos que retornen en las semanas siguientes, más aún previo a las PASO. Es decir, no creemos que haya pasado lo peor para el 2023. Los vencimientos abultados de deuda y la falta de reservas constante configuran la posibilidad de crisis.

El BCRA respondió subiendo la tasa de interés en 10 puntos porcentuales, estrategia que llega tarde y creemos que es poco efectiva para situaciones de pánico. Este nivel de tasa de interés imprime una velocidad a la emisión que no llega a ser compensada siquiera por la mayor nominalidad de la economía. Es decir, la demanda nominal de pesos crece, con suerte a la inflación, mientras que los pasivos remunerados a la tasa de interés. Sucede que estos pasivos más que duplican a la base monetaria.

Mientras tanto, la inflación en el mes de abril esperamos que nuevamente se acelere respecto a la del mes de marzo. En nuestras mediciones se refleja esto pero las mismas se realizan sobre grandes cadenas que están relativamente controladas por la secretaría de comercio. En cambio hay muchos productos que o bien no tienen precio dada la imposibilidad de calcular un costo de reposición, o bien subieron preventivamente.

La aceleración inflacionaria así corre con más fuerza a los salarios reales y va diagramando la imagen de la actividad para este año. Una demanda de bienes alimentada artificialmente por la inflación pero de unos ingresos que cada vez son menores. El efecto distributivo de la suba de precios debería generar márgenes de ganancia más altos, pero esos ingresos no creemos que se destinen al mercado de bienes debido a la baja disposición a invertir en un contexto tan incierto.

La alternativa para calmar las ansias en estos meses es la esperanza de que llegue dinero del FMI, ya sea un adelanto o fondos frescos. Sin embargo, el organismo va a pedir condicionalidades sobre esto. El gobierno sin disposición a devaluar el peso, y con dificultades incluso si quiere hacerlo debido a la falta de un marco adecuado, la única alternativa que tiene para ofrecer es profundizar el ajuste fiscal.

Un menor déficit fiscal creemos que profundizará la crisis, ningún agregado de la demanda parece tener base para crecer en 2023, la fragilidad financiera empieza a contagiar al lado real y la actividad va a sufrir mucho más de lo que debería haber sido por el mero hecho de la sequía. Asimismo, un mayor ajuste fiscal tampoco garantiza que el mercado se tranquilice, pero al menos evitará que la emisión de dinero exógeno sea tan fuerte en el año. Es esperable que en los próximos meses veamos al BCRA emitiendo dinero fuertemente para financiar a la Tesorería.