La semana pasada, la secretaria de Energía Flavia Royón confirmó que los aumentos en las tarifas de luz que estaban pactados para septiembre pasarán a noviembre, posponiendo las subas a solo un mes de anunciarlas. El argumento detrás de por qué se tomó esta decisión sería la poca capacidad para identificar a los hogares de menores recursos económicos, ya sea porque los beneficiarios no se anotaron para recibir el subsidio, o por ser técnicamente difícil identificar cuáles son efectivamente esos hogares.

Según se le notificó a Cammesa desde la Secretaria de Energía, este cambio es “de manera excepcional y de única vez”. Sin embargo, este tipo de medidas que luego se echan para atrás afectan el comportamiento de los agentes económicos, reducen la credibilidad del gobierno y generan problemas que en economía llamamos “inconsistencias temporales”.

El problema de la inconsistencia temporal en política económica refiere a situaciones en las cuales los gobiernos toman una medida o implementan una regla que afecta el comportamiento de los agentes económicos (familias, inversores, empresas, etc.) pero, luego, el propio gobierno decide modificar esa regla o medida para tomar ventaja de los cambios en el comportamiento de la sociedad.

Sin embargo, los agentes económicos son racionales. Eso quiere decir que no pueden ser engañados sistemáticamente por el “policy-maker”, ya que aprenden de los hechos pasados y toman decisiones en base a lo que creen que va a suceder. De esta forma, solo puede hacerse este cambio de reglas una (o pocas) veces de forma exitosa. Luego, la inconsistencia temporal genera que las medidas que el gobierno tome hoy puedan no ser consideradas como permanentes, y por ende los resultados de la política no sean los deseados (tal vez opuestos), o directamente no tengan efecto alguno.

Una famosa frase de Guillermo Calvo que la conocí por Juan Carlos de Pablo es: “una misma medida de política económica genera resultados, para un lado o para el otro, dependiendo de si te creen o no”. Justamente, volver atrás en una medida que se anunció hace apenas un mes, es lo que deteriora a un gobierno en materia de política económica. En un contexto discrecional donde la política económica depende de los ánimos del funcionario de turno, es más probable que los individuos pierdan la confianza en cualquier medida económica.

La credibilidad es un recurso muy difícil de conseguir, fácil de perder y casi imposible de recuperar. Por estos motivos, en determinados contextos es tan importante establecer reglas claras y creíbles que eliminen la discrecionalidad. La discrecionalidad es lo que genera inconsistencias temporales.

En lugares donde la discrecionalidad ha sido utilizada de manera contrapuesta repetidas veces (generando grandes inconsistencias temporales), como lo es Argentina, se deteriora la credibilidad de cualquier política económica de cara al futuro. Gobernar un país y hacer política económica sin credibilidad es muy difícil. Claro está que el gobierno actual perdió la credibilidad desde hace un largo tiempo y las probabilidades de recuperarlas son ínfimas, pero estas medidas lo único que hacen es demostrar que tampoco tiene deseos de hacerlo.

De cara al futuro es importante que el próximo gobierno entienda perfectamente estos problemas, siendo claro y consistente con la que vaya a ser en política económica desde un principio. La situación económica en Argentina se encuentra en un momento muy delicado que no deja margen para titubeos. Los nuevos gobiernos que asumen arrancan su mandato con techos de confianza y credibilidad cada vez menores, a raíz de la experiencia de los argentinos. Por ejemplo, el corralito, la estatización de las AFJP, el blanqueo, el dólar soja, la idea de eliminar las PASO, entre otros ejemplos. Si el próximo gobierno no aprende de las lecciones que deja la presidencia de Alberto Fernández, puede que corra la misma suerte que el gobierno actual en términos de gobernabilidad.