El gabinete económico se ilusionó al conocer el dato de inflación de noviembre y hasta hay declaraciones del oficialismo que osan decir que el país se encuentra en un sendero de desinflación. Si bien el dato mostró una marcada desaceleración respecto a meses previos cabe señalar que varios de los aumentos de precios de noviembre fueron pospuestos para diciembre y el primer trimestre del año 2023. Sostener el relato de la desinflación será difícil para los meses venideros. 

Adicionalmente, la inflación en términos interanuales se seguirá acelerando aunque se repita el valor de noviembre en los meses siguientes y será inevitable llegar a los tres dígitos en la comparación interanual de precios. No obstante, uno no puede culpar al gabinete económico de sacar a jugar las herramientas de controles de precios, no tanto por su eficacia, sino por la posibilidad de mostrar que algo se está haciendo con la inflación y no se encuentra en una posición de inacción. 

Si algo se debería haber aprendido de la última experiencia de reducción de la tasa de inflación del gobierno anterior es que encarar esta empresa con precios relativos desalineados es solo diferir inflación en el tiempo. Con corrección de tarifas, combustibles, tipo de cambio y otros regulados por delante, no hay chance de tener un programa anti inflacionario exitoso a lo largo del tiempo. 

Esta cuestión también es un sello del oficialismo, el horizonte de planificación es lo suficientemente miope para que se busquen estrategias de rápido resultado. Lo cual lleva a preguntarse si no existirán presiones para reducir el ritmo de depreciación del peso para los próximos meses, algo que tentó hasta al académico exministro Martín Guzmán en un año electoral. 

La preocupación aquí es que no se ve una voluntad por ordenar una transición hasta una nueva gestión, sea del signo político que fuere. Similar tentación se encuentra por parte de la oposición en no encarar el problema de resolver las dificultades para que en 2023 el gobierno consiga financiamiento en el mercado de deuda local. 

Estas tentaciones políticas dañan más a la macroeconomía que los fundamentos económicos de la misma. El país tiene problemas estructurales mucho más importantes que los macroeconómicos, pero lo estructural no se puede encarar con la macro desordenada y lo macro tampoco sin un horizonte de hacia dónde se quiere encarar en el mediano plazo. 

Los riesgos de esto se encuentran entonces en dos áreas interrelacionadas, las chances de una crisis cambiaria y las de una crisis de deuda local. Sobre ambos riesgos el país ya está acostumbrado, hemos atravesado ambas pocos años atrás. Lo que es una novedad es la posibilidad que estas crisis contagien al sistema bancario. Los bancos se encuentran con tal exposición al sector público amplio (Banco Central y Tesorería Nacional) derivadas de problemas en los stocks que vuelven más frágil al sistema en su conjunto. 

A pocos días de empezar un nuevo año, oficialismo y oposición están más preocupados por problemas que no pueden resolver, amenazas exógenas como la sequía o la recesión a nivel internacional, que por cuestiones que tiene la llave para la solución a su alcance. Sólo queda esperar a que ceda la mezquindad electoralista de la política.