El primer mes de gestión de Sergio Massa al frente del Ministerio de Economía tiene luces y sombras en un contexto sumamente complejo, con restricciones múltiples para revertir la realidad solo a través de la voluntad política. En estas semanas el foco de la opinión pública se corrió de lo económico y migró a la esfera de la política y el mundo judicial. Es sano. En este momento el silencio es salud, y dar tiempo para que vaya decantando el ‘Plan Massa’ ayuda a descomprimir. En cualquier caso, no serán las narrativas disputadas en la opinión pública las que pueden dar vuelta la taba, sino más bien los resultados concretos.

Para eso el programa requerirá mucho más tiempo de maduración. El efecto inicial se expresó en la dimensión financiera, con una normalización gradual tras el overshooting de la corrida.

Los tipos de cambio paralelos en $350 y las paridades de los bonos en 19 centavos de dólares no eran más que cotizaciones de pánico. No resistían análisis en términos de fundamentos técnicos y factores estructurales objetivos. La economía argentina sin dudas transita años delicados, pero estamos lejos de la convulsión política y crisis sistémica compatible con esos precios irrisorios para los activos soberanos. La reversión por el momento fue módica, pero es un primer paso.

Conforme acompañen los resultados, la tendencia debería profundizarse. No se debe subestimar la importancia de haber construido un dique de contención para frenar la corrida. El bimestre previo tuvo una dinámica insostenible, con la posibilidad de escenarios políticos disruptivos. Ese riesgo se ha disipado.

Un valor agregado de Massa tiene que ver con sus redes de influencia y su peso político específico. Ya su foto inicial en el momento de la asunción mostró invitados de peso del círculo rojo. El tigrense tampoco tiene vetos o impugnaciones de otros componentes del frente de Gobierno, lo cual es una condición necesaria para poder ordenar la coordinación. La situación inflacionaria sigue siendo la principal preocupación de la ciudadanía.

Es muy pronto para sacar conclusiones, pero la trayectoria de precios siguió muy efervescente, a pesar de la mayor estabilidad financiera y cambiaria. Es cierto que las decisiones empresarias de actualización de listas suelen determinarse a inicios de mes y en agosto el recambio de autoridades recién se estaba gestando. Fueron días de convulsión política. Pero en las semanas posteriores se esperaba una moderación más firme en el ritmo de aumentos, que finalmente dejó gusto a poco. La inercia del régimen de alta inflación es elevada, las subas de precios de regulados ponen un piso mensual alto y los acuerdos de precios ya no surten ningún tipo de efecto.

La posibilidad de profundizar el proceso de desinflación con una macro tan justa y sin un programa de estabilización tradicional luce complicada. Proyectando los últimos meses del año, hoy es impensado un escenario menor al 88%. Será la inflación más elevada en 31 años. Más aún, la aceleración de precios de estos meses terminó desandando la recuperación de salarios que había empezado. En los primeros ocho meses del año, el promedio de salarios registrados cae 0,6%. Si el 2022 cierra en rojo será la cuarta merma en los últimos cinco años.

Emergencia permanente

El inicio de la gestión Massa estuvo signado por un shock positivo de expectativas, producto de un sesgo más afín a la voluntad del mercado. El antecedente de su perfil ‘racional’, en adición a la capacidad de unificar bajo su égida a todas las áreas de administración económica. No es poco en contraste con los dos antecedentes previos.

Guzmán tuvo inmensos problemas de credibilidad después de perder el apoyo de la mayor parte de la coalición, mientras que Batakis no logró los apoyos políticos necesarios para poder desarrollar un programa propio, con la improvisación de ser capitana de tormenta. La dinámica de las reservas internacionales muestra que no alcanza solo con espalda política para remover los escollos estructurales de la economía argentina. Los parches se agudizaron en agosto y así el Gobierno logró comprar divisas en el mercado de cambios en la mayoría de las rondas.

No obstante, el mes cerró en zona negativa por arriba de los U$S 500 millones, y el Banco Central mantiene en sus arcas un volumen de dólares muy módico. Como dato favorable, se pinchó la brecha cambiaria que había tocado un techo de 135% en el mes de julio. Hoy gravita algo por debajo del 100%, y no se ven en el horizonte nuevas fuentes de presión alcista a corto plazo. Claro que poder respirar no significa estar curado. La situación cambiaria seguirá atada con alambres para lo que resta de esta gestión, ya que no parecen haber condiciones (¿ni intención?) de cambios de fondo.

 Ampliando el esquema de ‘trajes a medida’ como el Dólar Soja para promover la liquidación es probable que el Gobierno construya el puente de dólares el pilar macroeconómico mostró un comienzo promisorio. Más allá de los simbolismos, las primeras decisiones fueron consistentes y contribuyeron a dar señales de anclaje político. En el plano monetario Massa garantiza el cumplimiento del programa con el FMI de ‘apagar la maquinita’ y en materia fiscal se retoma (incluso sobreactuando) el sendero de convergencia. La adecuación presupuestaria de fin de mes pasado, transfiriendo recursos desde áreas con subejecución hacia el Tesoro da cuenta que el Ejecutivo empieza a prever un impacto del menor ritmo de actividad sobre los niveles de recaudación.

Una luz de alarma se encendió cuando se conocieron los ingresos públicos de agosto, que se incrementaron un 72,2% anual contra una inflación (proyectada) de cinco puntos mayor para igual período. La variable de ajuste serán las erogaciones, lo cual va a requerir un grado de maniobra elevado del Ministro, para no agudizar tensiones políticas. En el cuadro final de la izquierda sintetizamos algunas variables económicas para evaluación de desempeño con los números ya disponibles. El primer cumple mes del nuevo Ministro deja un saldo positivo, mas no ideal.

El escenario contrafáctico es el abismo, que este Gobierno tuvo frente a sus ojos en plena corrida financiera y cambiaria cuando había elevadas posibilidades de salirse de cuadro y viaja hacia una aceleración nominal sin techo. La vara estaba baja, y eso permitió a Massa sumar oxígeno en el tubo para alejarse de escenarios disruptivos. No es poco, pero si en una segunda instancia no se retoma parte de la agenda del contrato electoral 2019, difícilmente alcance para revertir la percepción generalizada de desánimo. Y mucho menos le alcanzará para tener competitividad electoral.