Se tensiona cada vez más la convivencia en el Frente de Todos y se mantienen las acusaciones cruzadas por el delicado contexto político dentro de la coalición, herida en los últimos días tras haber votado dividida el acuerdo del Gobierno con el Fondo Monetario Internacional (FMI), que fue acompañado por la oposición íntegramente, pero no por La Cámpora.

La coalición oficialista muestra cada vez más dificultades para encontrarse unida. La última detonación política la dio el propio Alberto Fernández, quien decidió cruzar a la agrupación militante en su cuenta de Twitter. ¿Qué hizo? compartió una nota de Data Clave en la que se replican declaraciones de Leandro Santoro en Radio con Vos, donde lanzó que "todos los funcionarios deben estar alineados con el Presidente".

Hay dos versiones que muestran las claras diferencias dentro de la coalición. El reproche de La Cámpora es que cada vez tendría menos peso en la toma de decisiones que salen del Poder Ejecutivo, pese a tratarse de una alianza que se gestó para desbancar a Mauricio Macri en 2019. En tanto, desde el "Albertismo" señalan la falta de adhesión y de posicionamiento político en los grandes temas de agenda, aún cuando se piensa distinto y aparecen matices.

La nueva historia dentro de la interna proviene de funcionarios de segunda línea que están completamente adheridos a las decisiones que se tomen en el Poder Ejecutivo. Durante el fin de semana empezó a circular un documento en varios despachos y oficinas que se titula "La unidad del campo popular en tiempos difíciles". Es un llamado a la unidad dentro del arco político frentetodista, pero también un cuestionamiento a los grupos reacios de esta posibilidad.

La carta oficialista está firmada por una decena de funcionarios de segunda línea, entre ellos Alejandro Grimson, Jorge Alemán, Dora Barrancos, Ricardo Forster, María Seoane, Eduardo Jozami, María Esperanza Casullo ,Juan José Gianni, Adriana Puigrós,  Edgardo Mocca, Graciela Morgade, Eduardo Aliverti, Diego Golombek, Carolina Mera y Daniel “Tano” Catalano. También están Sabina Frederic y Cecilia Todesca.

"Una pregunta nos convoca y nos exige encontrar las respuestas imprescindibles: ¿Cuál es la mejor estrategia para enfrentar en la etapa actual a las fuerzas de la derecha, la ultraderecha y el neoliberalismo que se muestran activas y con una fuerte capacidad de interpelación social?", se comienza preguntando el texto que contó con el visto bueno del propio Alberto Fernández.

La misiva apunta a hacer una descripción de cómo se están comportando las masas en América Latina y otros países del continente, en especial por los cambios políticos y los avances de sectores políticos que no representan la izquierda progresista y de mercado. Más bien, todo lo contrario, como los fenómenos de Jair Bolsonaro y la aparición de sectores de extrema derecha, como José Luis Espert, el ala dura del PRO y Javier Milei.

"En el amplio espectro progresista, del campo popular y de las izquierdas, este debate está a la orden del día en varios países como consecuencia, entre otros factores, del impacto de los dos años de pandemia y, ahora, de lo que significa la guerra que lanza hacia un territorio de incertidumbre la vida colectiva en la geografía planetaria. A partir de la "oleada" de 2015 y 2016 que produjo el golpe contra Dilma, el triunfo de Trump, el ascenso de la derecha en Gran Bretaña y la derrota electoral en Argentina, se ha iniciado un ciclo marcado por la inestabilidad global, por triunfos y derrotas de ambos proyectos antagónicos y por una enorme dificultad de generar sustentabilidad a todos los proyectos políticos", dice el texto.

Y luego, analiza: "Estamos en una época donde toda estabilidad se vuelve precaria y provisoria. Su figura dominante y excluyente es la del "cisne negro". En el inicio de aquel ascenso de la derecha hubo quienes postularon que sólo con una radicalización equivalente el campo popular podía volver a construir mayorías. Sin embargo, hasta ahora ningún proyecto de esas características pudo triunfar ni en Europa ni en América Latina. Más bien, los triunfos electorales y otros posibles triunfos populares en otros países están inexorablemente marcados por la construcción de la unidad más amplia posible".

Y luego, apareció la primera patada para La Cámpora: "Siempre es necesario saber leer los signos de cada momento histórico, no como un ejercicio de resignación o de posibilismo, sino como forma de desplegar acciones que logren sostener y hacer avanzar a los proyectos populares. Salvo el caso de Chile desde 2019, tampoco hay fenómenos de movilización social y política comparables a lo sucedido en aquellos años en Venezuela, Bolivia, Ecuador o Argentina. Y el gran triunfo de Boric requirió del apoyo de una amplísima coalición".

La carta, de varios párrafos, lo que busca es encerrar un concepto determinante para el Frente de Todos: o se mantiene la unidad y se apuesta a relanzar el Gobierno o se fragmenta -como lo fue en las elecciones de 2015- y "vuelve el neoliberalismo", según la analogía del texto firmado por una gran cantidad de funcionarios.

"En un momento de alto cansancio y desgaste social por crisis profundas, la política transformadora necesita evitar que esos debates aparezcan como desconectados de ese malestar. Es decir, el campo nacional y popular necesita abrir un debate amplio y franco acerca de la sostenibilidad del proyecto político. La política consiste en crear posibilidades y en diseñar nuevos caminos. Sin embargo, esa creación surge de las vivencias y las movilizaciones de la sociedad", plantea el documento.

"Los pueblos no son entidades metafísicas. Constituyen experiencias históricas concretas, hechas con personas de carne y hueso, que sufren el impacto de los dispositivos de la dominación, las enormes dificultades de un tiempo de incertidumbres y precariedad. Los "otros" también juegan y lo hacen con una mezcla de astucia, poder de fuego inmenso y capacidad de construir sentido común", agregan.

El texto plantea mantener la unidad a cualquier costo: "Creemos que hay que asumir los riesgos concretos que nuestras sociedades desiguales tienen en la situación actual. En términos globales, hay que dar pasos firmes y concretos sabiendo que vendrá más adelante una nueva oleada, más profunda si somos capaces de no desperdiciar lo que ahora estamos sosteniendo, con grandes dificultades. Pero si esa oleada dependiera sólo de la voluntad este debate no tendría sentido. Esperar a tiempos mejores incluso tomando el riesgo de grandes derrotas no puede ser hecho sin asumir el propio lugar en las consecuencias calamitosas sobre la vida de las trabajadoras y trabajadores, de las consecuencias desastrosas (incluso de pocos años neoliberales) sobre generaciones".

"Unidad para defender la democracia y los derechos humanos. Unidad para repudiar la persecución política contra líderes populares y, ahora mismo, contra la violencia inusitada contra nuestra vicepresidenta en el Congreso. Unidad para construir la transformación material progresiva sobre la cual se despliegue el día a día de los trabajadores y sus familias. Unidad para fortalecer a nuestro gobierno y a nuestro Presidente", dice la carta.

A su vez, plantean que "cuando la unidad entra en riesgo, el resultado es incalculable. Frente al odio, templanza. Ante las minorías excluyentes, construcción de mayorías. Ante los propios deseos, intenso diálogo con los sectores populares. Ante los propios errores, reparación. Nadie es dueño, como le gustaba decir a Néstor Kirchner, de la verdad absoluta. En la diversidad, en las discrepancias, en los acuerdos, en "las verdades relativas" y en la voluntad de tensionar creativamente la unidad está nuestra fuerza allí donde compartimos un ideal emancipador común".

"Estamos atravesando una etapa de triunfos y derrotas, de avances y retrocesos. Hay que asumir los ritmos de una realidad veloz y cambiante y trabajar para crear otras posibilidades. Si se preservan identidades para otra etapa quizás se encuentren con un futuro catastrófico que hoy no es fácil imaginar pero que acecha en el horizonte si nos resignamos a descuidar lo que hoy tenemos. El deber de la hora es sostener los proyectos progresistas y populares, fortalecer a esos gobiernos contra las arremetidas de las derechas, crear ámbitos para que la diversidad pueda desplegarse y tener siempre muy claro dónde está la contradicción principal", reclaman desde el Gobierno nacional a las agrupaciones que muestran más resistencia para encolumnarse.

Y luego, en pocas líneas, le intentan explicar a La Cámpora el acuerdo con el FMI: "Hay decisiones que un dirigente debe tomar porque son necesarias para el país y el bienestar de la población, aunque a veces pueden no ser convenientes para su capital político o su futuro electoral. La historia está repleta de ejemplos. La moderación no es buena o mala en sí misma. Quizás en países híper estables la moderación puede ser hasta una identidad. En América Latina no. Es una opción táctica en una etapa específica. Hay momentos en la historia en los cuales la moderación puede ser transformadora y la radicalización impotente".

"En otras condiciones objetivas, en cambio, intensificar las acciones transformadoras es la clave de un proyecto popular. Seamos capaces, todos y todas los que nos sentimos parte del frente nacido en 2019 gracias a una decisión histórica, de seguir inventando una política que nos pueda conducir a la construcción de un país más justo", finaliza el texto.