En los últimos días, la política y los dispositivos de poder de la República Argentina danzaron al compás de la figura del expresidente de España Felipe González, quien fue citado al país para dar una serie de charlas y mantener reuniones con dirigentes importantes. ¿El objetivo? Rememorar y explicar lo que fue el "Pacto de la Moncloa" en su país, un mega acuerdo nacional que se logró en 1977 "desagradable" para todos los espacios en términos partidarios pero "necesarios" para avanzar en la transición democrática que estaba en marcha desde dos años atrás producto de la muerte del dictador Franco.

El expresidente español fue la figura estelar de un encuentro que organizaron empresarios argentinos y a la que fueron invitados muchos actores clave de la política. En el mismo salón escucharon atentamente dirigentes que responden a las dos principales coaliciones mayoritarias, que son el Frente de Todos y Juntos por el Cambio. Por la primera, se los vio en primera fila a uno de los líderes del Movimiento Evita, Fernando "Chino" Navarro, el ministro del Interior, Eduardo "Wado" de Pedro, el sindicalista Hugo Moyano, el jefe de Gabinete, Juan Manzur y uno de los principales líderes de la CGT, Héctor Daer. Por el lado de la oposición se vio una importante impronta radical, entre ellos los diputados Facundo Manes y Mario Negri y los senadores Martín Lousteau y Luis Naidenoff, entre otros.

Tweet de Martín Lousteau

Del mundo empresario asistieron personalidades destacadas como Eduardo Eurnekian, presidente de Aeropuertos Argentina 2000 y uno de los hombres más ricos del país, el titular de la UIA, Daniel Funes de Rioja y representantes de la Cámara Argentina de la Construcción, la Sociedad Rural y la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, entre otros. También se los vio en primera fila a Carlos RosenkrantzRicardo Lorenzetti, jueces de la Corte Suprema de Justicia.

Tweet de Sociedad Rural

Pero eso no es todo. Además de ese encuentro, Felipe González hizo un desfile de visitas personales a otros dirigentes. Además de los mencionados en la primera reunión, también fue recibido por la vicepresidenta de la Nación, Cristina Fernández de Kirchner, el jefe de Gobierno porteño y principal candidato a presidente en 2023, Horacio Rodríguez Larreta y la presidenta del PRO, Patricia Bullrich. Tuvo un cara a cara con Lousteau y también mantuvo un encuentro personal con el gobernador de Jujuy, el radical Gerardo Morales.

Tweet de Cristina Kirchner

"Los dirigentes políticos, sociales, sindicales y económicos son líderes. Y los líderes deben proveer certidumbres, aún en una época de incertidumbres como ésta. Es mejor equivocarse y corregir juntos, unidos en el objetivo de construir un país, que equivocarse por separado y en contra del otro", fue uno de los conceptos resonantes que dio Felipe González ante la mirada atenta de todos los dirigentes políticos.

Tweet de Patricia Bullrich

El concepto "Pacto de la Moncloa" llega a la Argentina en un contexto en el que se avecinan las elecciones 2023 y donde hay una fuerte compulsa entre oficialismo y oposición y que, inevitablemente, genera internas en los propios partidos para definir a los candidatos. No sólo no hay acuerdos profundos entre ambas coaliciones, sino que los proyectos empiezan a ser distintos internamente. No es lo mismo Patricia Bullrich que Horacio Rodríguez Larreta y, claro está, tampoco fue lo mismo Alberto Fernández y Cristina Kirchner.

La presencia de dirigentes de ambos espectros en este último encuentro y las reuniones personales de Felipe González con dirigentes importantes dan cuenta de que, para lo que viene, evidentemente Argentina necesita algo más que una mayoría simple con la que suele estar acostumbrada a gobernar.

¿Qué fue el Pacto de la Moncloa?

En resumidas cuentas, el Pacto de la Moncloa en España implicó una serie de acuerdos entre todos los partidos políticos españoles que no venían teniendo protagonismo en la escena por la dictadura de Franco, que duró desde 1936 hasta 1975. Este acuerdo se logró en 1977 luego de dos años de un desorden social con diferencias insalvables.

A grandes rasgos, en este Pacto todos los integrantes políticos se sentaron en una mesa para ver qué es lo que tenían para perder. Fue un acuerdo que llegaba después de la crisis del petróleo en 1973 y que impactaba de lleno en la economía española con el aumento del desempleo y cifras que daban posibilidades de una verdadera hiperinflación. Eso sin mencionar la violencia política en las calles y el desorden de lo que significa una transición rumbo a consolidar un sistema democrático.

Los firmantes de ese acuerdo fueron Adolfo Suárez, en ese momento presidente de Esapaña, Leopoldo Calvo-Sotelo (UCD), Felipe González (Partido Socialista Obrero Español), Santiago Carrillo (Partido Comunista de España), Enrique Tierno Galván (Partido Socialista Popular), Josep Maria Triginer (Federación Catalana del PSOE), Joan Reventós (Convergencia Socialista de Cataluña), Juan Ajuriaguerra (Partido Nacionalista Vasco) y Miquel Roca (por Convergència i Unió).

Desde lo político se modificaron restricciones de la libertad de prensa y se derivó al Poder Judicial a quien revea decisiones sobre la misma, de alguna manera desprendiendo a la política de esa capacidad de juicio. También se aprobaron los derechos de reunión, de asociación política y la libertad de expresión mediante la propaganda, tipificando los delitos correspondientes por la violación de estos derechos.

En cuanto a lo económico, quizás los puntos que generaron más rispideces, se reconoció el despido libre para un máximo del 5 por 100 de las listas de las empresas, el derecho de asociación sindical y el  límite de incremento de salarios para contener la inflación. También se hizo una reforma tributaria para bajar el gasto público y se tomaron medidas de control financiero a través del Gobierno y el Banco de España ante el riesgo de quiebras bancarias y la fuga de capitales al exterior.

Es allí donde se logra converger todas estas ideas en la nueva Constitución de 1978, el instrumento que básicamente consolidó el acuerdo y creó un nuevo sistema político en España, donde el Gobierno fue el operador de frente a la sociedad civil y el encargado de arbitrar las tensiones.

El Pacto de la Moncloa no fue un consenso que se pueda cranear fácilmente en una reunión de Labor Parlamentaria de la Cámara de Diputados. Está lejos de ser el ejercicio que se ve en el Poder Legislativo, donde muchas veces se sancionan leyes de menor impacto con acuerdo interpartidario. Fue una verdadera mesa política en la que se sentaron personas que se detestaban mutuamente. Para tomar una dimensión de ese pacto, es como si hoy se sentaran en una mesa Mauricio Macri, Cristina Kirchner, Javier Milei y Nicolás del Caño para que de ahí salga un modelo común de país. Imposible de imaginar en estos tiempos.