Contra todos los pronósticos, la inflación pegó un salto en febrero a niveles casi insospechados, en las puertas del altísimo 5% (marcó 4,7%), un nivel que se descuenta como piso para marzo. Lo realmente preocupante fueron los guarismos observados en alimentos y bebidas: 7,5% en el país y 8,6% en GBA, empujados por verduras (más de 32% en GBA), frutas (hasta más de 16%), productos lácteos (+5,8%), y carnes (+5,7%).

Pero también el dato de la inflación núcleo (la que no tiene en cuenta ni precios estacionales, ni regulados) fue elevado, al pasar del 3,3% al 4,5%, lo que deja expuesto la magnitud de la inercia inflacionaria (interviene aquí la fuerte emisión monetaria durante la segunda mitad de 2021): ese nivel representa “70% en términos anualizados, valores que no se exhiben desde 2018/19 en meses de significativo estrés cambiario”, remarcó LCG. Esta inflación se encuentra por encima del 3% mensual hace 17 meses.

Por ende, las causas de la aceleración de febrero son varias, al igual que los matices sobre el peso de cada uno en el resultado final del IPC. El Ministerio de Economía señaló al incremento de precios a nivel global por el conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, y por la sequía, como el principal factor de impacto en la aceleración inflacionaria.

Sin embargo, varios analistas cuestionan esa ponderación dado que la suba de precios comenzó el mismo 24 de febrero cuando tuvieron lugar los primeros ataques. “La mayor incidencia de los precios internacionales se verá en marzo y el foco recae sobre la suba del precio del maíz y el trigo. Desde entonces, el precio del primero escaló 13% hasta 292 dólares por tonelada, mientras que, en el caso del segundo la suba fue del 26% y alcanzó un valor de 390 dólares”, señalaron desde Invecq.

Para Delphos Investment, “se advirtió un ´shock´ en los precios de los alimentos frescos probablemente por problemas en las cadenas de comercialización y la sequía que impactaron fuertemente en la inflación de febrero, con un impacto directo muy reducido del conflicto entre Rusia y Ucrania”.

Con lo cual, el efecto de la guerra sí se sentirá en marzo, mes en el que además se registran varios aumentos de precios regulados (prepagas, tarifas de electricidad y gas, colegios privados, y combustibles -otro impacto de la guerra), y en el que el Banco Central aceleró levemente el ritmo de devaluación del tipo de cambio oficial (los primeros 15 días de marzo reflejaron un 2,6% de aumento respecto el mismo período del mes anterior). Con todo, el segmento regulado en marzo subiría 10%, el mayor nivel en 4 años, proyecta el economista Fernando Marull. También, aceleraría el rubro “Prendas de vestir y calzado” por el habitual cambio de temporada.

Así, las estimaciones de inflación sufrieron varios “recalculando”, tanto para el tercer mes del año (entre 5% y 6%, que será el mayor nivel en la gestión de Alberto Fernández, y el más alto desde el 5,9% de septiembre de 2019 durante la administración de Mauricio Macri: su récord fue 6,5% en septiembre de 2018), como para el total de 2022 (en torno a 60%, sería un récord desde 1991, año en el que alcanzó el 84%).

En consecuencia, la primera batalla en la “guerra contra la inflación” está prácticamente perdida, pese a los anuncios del presidente sobre una serie de medidas, que van desde mantener (y controlar) los “precios cuidados”, fijar precios máximos para artículos de primera necesidad, pasando por incrementar dos puntos porcentuales hasta el 33% las retenciones a la harina y aceite de soja (hasta, por lo menos, el 31 de diciembre de este año), reforzar los fideicomisos para el trigo, hasta convocar a partir de esta semana a distintos sectores para ampliar el paquete de medidas. A primera vista, la “artillería” de medidas luce insuficiente, más aun en momentos en que las diferentes “tropas” del Gobierno quedaron con fractura expuesta tras el debate sobre el acuerdo con el FMI en el Congreso.

“La falta de anclaje de expectativas y la descoordinación que surge de la crisis interna del gobierno dificultan la posibilidad de encausar un proceso de desinflación y de que estas medidas provoquen efecto alguno. El único objetivo al que apunta el gobierno es que la inflación no se dispare por encima del 2021, algo que parece imposible en este escenario. Hoy, el mercado asume una inflación promedio del 3,6% todos los meses para llegar a una inflación del 55% hacia fin de año. Escenario que, con los últimos datos, cada vez queda más lejano”, comentaron desde Invecq.

Desde Quinquela-MegaInver afirmaron que “el principal problema es que en el corto plazo no se vislumbran motivos significativos que lleven a pensar en una rápida desaceleración. Quedan todavía muchas correcciones pendientes. Y la principal ancla nominal en este momento es el deterioro del salario real, que ya perdió 13 puntos con respecto a la inflación y genera un deterioro de la capacidad de consumo de los hogares y frena la capacidad de trasladar aumentos de costos”.

De todos modos, el Gobierno se tomaría revancha en abril, mes en el que se proyecta una desaceleración (veremos desde qué niveles), dado que no hay previstas subas en precios regulados, con la esperanza de una baja en commodities en caso de una distensión en el conflicto bélico.

Tras salto inflacionario y primera reacción oficial, mercado espera definiciones sobre dólar y tasas

Lo que espera ahora el mercado tras el salto inflacionario

Más allá de los anuncios oficiales que apuntan a controlar precios sensibles de la canasta básica, los mercados esperan ahora definiciones en dos temas clave: tasas de interés y dólar.

Tras postergar llamativamente dos veces la semana pasada la reunión del directorio (jueves y viernes), el Banco Central se encamina a ajustar al alza las tasas de interés por tercera vez en el año.

Fuentes de la autoridad monetaria confirmaron a Data Clave que el directorio se reunirá el próximo miércoles para analizar un nuevo incremento en los tipos de interés de referencia, que tendrán impacto en los plazos fijos y los créditos. "La postergación no se dio por ningún motivo particular”, dijeron y recordaron que la Carta Orgánica de la entidad prevé la potestad de hacer una reunión cada 15 días. Es decir que al llevarla a cabo el próximo miércoles se cumplen los plazos. En el BCRA creen en la importancia de la tasa como elemento de estabilidad financiera y externa, para ir moderando el resto de los desequilibrios macro, e ir reconstruyendo el mercado local de deuda.

Hoy los ahorristas minoristas reciben por un plazo fijo a 30 días de hasta $1 millón, una tasa de 3,45% mensual, muy por debajo al 4,7% de aumento de precios de febrero y a los más de 5 puntos de incremento que se esperan para marzo. De todos modos, igualar ese ritmo de inflación implicaría llevar la tasa de depósitos a plazo fijo a una tasa nominal anual del 60%. “No pensamos que en el corto plazo el BCRA decida alcanzar esos niveles. Seguramente pondrán el foco en un período más largo de tiempo hacia adelante y trabajen con supuestos de inflación menores. Por lo tanto, el incremento de las tasas de interés podría ser similar a los últimos ajustes que hizo (+2 / 2,5% de TNA)”, analizaron desde Quinquela-MegaInver.

En lo que va de 2022, el BCRA elevó las tasas en dos oportunidades (enero y febrero) por un total de 450 puntos básicos. La tasa de referencia de las Leliqs pasó del 38% al actual 42,5% anual. La autoridad monetaria podría llevarlas a un nivel cercano del 45% anual (piso de plazos fijos quedaría en 44% anual y 3,66% mensual).

La otra cuestión que deberá calibrar la autoridad monetaria es el ritmo de devaluación del peso para no seguir perdiendo competitividad cambiaria. “En el último mes perdió dos puntos y si bien la inflación internacional y la fluctuación de las demás monedas ayudaron a contener ese efecto en febrero, en marzo sería difícil de evitar. Eso implica necesariamente incrementar el ritmo de crawling peg”, sostuvieron en Quinquela-MegaInver. El techo de esa suba sigue estando dado por la suba de la tasa de interés. Es decir que, en la medida en que el BCRA aumente la tasa, podrá acelerar el ritmo de depreciación sin generar incentivos negativos para la liquidación de divisas.

Recordemos que, en cuanto al dólar oficial, el acuerdo con el FMI fijó un nivel de tipo de cambio “real” estable de enero 2022. “En marzo, con una inflación de 5,2% y una inflación internacional de 0,7% mensual, el BCRA está devaluando al 3% mensual. Esta dinámica no alcanza a la `estabilidad real`, pero el real brasileño está ayudando más fuerte a que el dólar no se atrase”, analizó Marull.

En los mercados paralelos, por su parte, el dólar pareció tocar un piso la semana pasada tras la difusión del dato de inflación. Luego de caer a niveles de $187, los tipos de cambio financieros rebotaron a niveles de $195/196 en apenas tres días. Algo similar ocurrió con el blue, aunque con una menor corrección y una nominalidad mayor: el lunes de la semana pasada llegó a operar a $199, pero cerró el viernes pasado a casi $203. “El dato de inflación cortó con la tendencia y ahora los fundamentals deberían volver a la escena. Desde el punto de vista monetario, el CCL se encuentra en valores bajos, en tanto que si lo analizamos contra reservas (e incluso contemplando la devolución de DEGs) también el CCL se encontraría en zona atractiva”, indicó un informe de Consultatio.

En el mercado, los operadores creen que, para el corto plazo, el dólar CCL mantendrá una leve tendencia al alza, ya sea por menor oferta de empresas (tal como la hubo en febrero y parte de marzo), como por mayor demanda (fundamentalmente del agro). De todos modos, descartan que el dólar CCL vuelva al pico histórico que alcanzó en el primer año de pandemia ($266 en octubre de 2020, ajustado por inflación).