En el Mercosur el status quo ya no parece ser una opción. En la última reunión de presidentes, Uruguay anunció que iniciaría negociaciones de libre comercio con terceros países, preferentemente junto a los demás socios del bloque, pero sin ellos de ser necesario. En tanto que hoy, un Brasil ansioso por implementar una liberalización, ostenta la presidencia en medio del escenario de mayor tensión en décadas. Paraguay acompaña. Con tres de cuatro países a bordo, Argentina se mantiene en solitario como el único detractor. 

Para nuestro país parecen vislumbrarse solo dos grandes opciones: acompañar la apertura, por lo menos en algún grado, o llevar el bloqueo de la agenda hasta las últimas consecuencias y arriesgarse a una flexibilización, jurídica o de facto, del Mercosur (no sería el primer bloque económico que se fragmenta o flexibiliza). 

Más allá de cuestiones ideológicas, es relevante analizar cuáles son los posibles beneficios y costos económicos de cada alternativa. 

Para saber qué ponemos en juego tenemos que estimar cuánto aporta el Mercosur para Argentina. En términos de comercio, explica un intercambio anual en el orden de 32 mil millones de dólares (promedio 2010-2020). Gran parte de este flujo está justificado por nuestra cercanía geográfica, pero tampoco podemos ignorar que gracias al mercado común las empresas argentinas tienen condiciones preferenciales para exportar e importar. No deben pagar aranceles y existen facilidades burocráticas para los cruces transfronterizos de bienes, servicios y personas. La eliminación de estos costos ha creado (y desviado) comercio en favor de los Estados parte del bloque. 

Hagamos un breve ejercicio contrafáctico. Si no existiese el Mercosur y en cambio los países impusieran entre sí un arancel promedio de 14% (equivalente al Arancel Externo Común), entonces, para mantener los niveles actuales de comercio, las empresas argentinas deberían pagar, de manera directa o indirecta, más de 4.000 millones de dólares por año sólo en materia de aranceles. 

La pertenencia al Mercosur también explica mayores inversiones. El stock de inversión extranjera directa de Brasil, Paraguay y Uruguay en Argentina ronda los 8.500 millones de dólares. Además, habría que contabilizar las inversiones de empresas locales y de otros países que tienen como objetivo exportar al Mercosur. Para dar magnitud, más de la mitad de las empresas que exportan desde nuestro país tienen como destino al bloque. 

Pero no solo hay que analizar lo que es, sino lo que podría ser. En lo que refiere al desarrollo económico futuro, ¿estaremos mejor dentro o fuera del Mercosur? Como toda buena pregunta económica, la respuesta depende. 

Que el Mercosur no haya acompañado el proceso de integración internacional que ocurrió durante las primeras dos décadas de los 2000 no ha sido gratuito. La oportunidad perdida contribuyó a que hoy las economías del bloque acumulen, con ciertos matices, diez años de estancamiento económico y poca inversión. Si se repite una agenda proteccionista en las próximas décadas la oportunidad perdida será aún mayor, dado el crecimiento del comercio y el mercado mundial que se espera. De aquí surge el reclamo de Uruguay. 

Sin perjuicio de esto, ser parte de un bloque que ha perdurado por más de 30 años, incluye una población de más de 290 millones de personas, con un PBI superior al de Rusia, Canadá, Italia o Francia, y que a su vez es el principal exportador mundial de alimentos, es un activo para el posicionamiento internacional que ningún país tendría por sí mismo. 

El escenario en el cual se maximiza el valor económico futuro del Mercosur es aquel donde los cuatro miembros fundadores avanzan en una agenda común de integración interna y con el resto del mundo. El precio a pagar es político e implica un giro de 180 grados en nuestra agenda económica internacional. 

De lograrlo, Argentina gozaría de todos los beneficios de ser parte de un Mercado Común, no solo incluyendo el comercio y las inversiones internas (algo que hoy tenemos de manera incompleta), sino también en lo que hace al posicionamiento preferencial y el poder negociador internacional.