El cambio climático (CC) constituye uno de los desafíos más importantes que enfrenta la humanidad. Una pregunta es cual es la forma mas económica de alcanzar la meta de reducción de gases de efecto invernadero (GEI) que nuestro país se propone. Según se desprende del documento del Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales, los 443 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente (MtCOe2) emitidos en 2007 no deberán superar 359 millones 2030. Por lo tanto, 84 millones de toneladas deberán “dejar de producirse”. 

El problema es encontrar la forma más económica de lograr este objetivo. Y aquí las alternativas van desde fuentes alternativas de energía (eólica, solar, hidroeléctrica, combustibles fósiles, biocombustibles), mejoras en tecnologías (motores más eficientes, menores desperdicios) hasta cambios de hábitos de la población. Incluyen también decisiones en lo relativo a utilización de pastizales, bosques y otros recursos. Los beneficios de la reducción de GEI no son capturados por el individuo o organización que lleva a cabo las acciones, sino que son una “externalidad positiva” para toda la humanidad. En consecuencia, lograr esta reducción requiere alguna forma de subsidio. La minimización del monto necesario de subsidios necesarios para lograr la reducción de 84 millones de toneladas de COe2 debe ser entonces el objetivo a buscar.

De commodity agrícola a biocombustible

El biodiesel obtenido a partir de soja, y el bioetanol obtenido a partir de maíz o caña son los dos biocombustibles más importantes producidos en Argentina. Las inversiones en plantas especializadas en transformar materia prima de origen vegetal en biocombustibles se hicieron en el país a partir del año 2006, momento en el cual se aprueba una ley de promoción orientada a los mismos. La ley incluye beneficios impositivos, y además impone la obligación de que los combustibles consumidos en el país deban incluir biocombustibles en cierta proporción. Esto permite que haya una demanda aun siendo el costo de producción de éstos mayor al del combustible fósil equivalente. Un incentivo adicional – y de gran importancia - para la inversión en el sector bicombustibles ha sido el tratamiento diferencial de estos en materia de derechos de exportación con respecto a las materias primas empleadas. En el caso del biodiesel estos derechos han sido (2010-2018) entre 25 y 32 por ciento para el aceite de soja, pero entre 0 y 15 por ciento para el biodiesel (excepcionalmente algo mayores a esto). Según estimaciones realizadas por Daniel Lema, para el período 2010 -2018 esto ha resultado en transferencias totales de US$ 3100 millones, de los cuales US$ 1700 millones han sido capturadas por la industria local, y el resto por los países importadores. 

El componente más importante del costo de producción de biocombustibles es el precio de la materia prima empleada. Para el caso del biodiesel en Argentina, este es el precio internacional del aceite de soja, el cual obviamente fluctúa con el precio de la soja empleada para producirlo. El precio relativo petróleo/soja es entonces un indicador relevante en lo que hace a la viabilidad comercial del biodiesel, o eventualmente de la magnitud del subsidio necesario para su uso.  

Existe una alta correlación entre los precios del insumo (soja) empleado para producir biodiesel, y el del petróleo (ver gráfico). Por ejemplo, para el período 2010-2020, precios de soja del orden de los US/ton 300 – 400, estuvieron acompañados por precio del petróleo de US$/barril 60-70. Cuando, los precios de la soja alcanzaron valores de US$ 500-600, el precio por barril del petróleo osciló en los US$ 90 – 100. Lo anterior implica que precios “bajos” de soja no son condición suficiente para que costos de producción de biodiesel sean inferiores al precio del combustible fósil, ya que estos precios bajos del commodity agrícola estarán acompañados, con alta probabilidad, por precios también bajos del combustible fósil que el biocombustible reemplaza. 

Argentina frente a los biocombustibles

Biocombustibles: ¿subsidiar o no?

Un trabajo reciente resume estudios que comparan costos de producción de biodiesel a partir de soja con el precio del combustible fósil. Los resultados indican que el precio del biodiesel general supera en 50 por ciento o más el del combustible convencional. Sin fuertes subsidios al biodiesel, mezcla obligatoria, o impuestos al consumo de combustible fósiles no resulta entonces posible el reemplazo de combustibles convencionales por aquellos de origen vegetal. Al menos con la tecnología actualmente empleada.

La pregunta es cual debe ser la política pública relativa a esta industria. Para ello es necesario estimar correctamente la magnitud de la reducción emisiones de GEI de los biocombustibles con respecto a combustibles fósiles. Además, deben estimarse los costos de formas alternativas de reducción de GEI, entre ellas energía eólica, solar y otros. ¿Dónde deben asignarse los recursos disponibles? No alcanza con afirmar que una alternativa es “amigable” o “verde”.

A modo de resumen, reducir la emisión de GEI resultará en costos que toda la sociedad deberá afrontar. El desafío es diseñar alterativas que minimicen los costos de lograr el objetivo deseado.