La maldición de los años pares se repitió por quinta vez consecutiva en nuestro país. La particularidad de 2020 es que, producto de la pandemia, la recesión fue global. Pero como dice el refrán “mal de muchos, consuelo de tontos”. Además, en términos relativos, la caída del PBI argentino (en torno al 10%) más que duplica la contracción mundial (estimada en 4,4% según el FMI) y se encuentra -junto con los casos y muertes de covid-19 por millón de habitantes- entre las más elevada de la región.

Pero en pocos días arranca un año impar, que en nuestro país coincide con elecciones (legislativa en esta oportunidad) que “casualmente” suele tener un signo expansivo. Lamentablemente, en la última década la “bendición de los años impares” -que salteó el 2019- no se trató de crecimiento genuino, sino de rebote.

La recuperación en 2021 en nuestro país va a ser parcial pues la expansión del PBI será menor al 11% necesario para volver al nivel pre-pandemia. Vale la pena destacar que, las previsiones del FMI para el PBI global arrojan un alza del 5,2% que devuelve el nivel de actividad a niveles del 2019. El promedio de expansión mundial esconde tres grandes grupos de países: i) los que tendrán crecimiento genuino (mayores niveles de actividad que en 2019); los que lograrán recuperar el terreno perdido en 2020; y los que no lograrán recomponer en 2021 el terreno perdido este año. Dentro del primer lote, destacan los países emergentes motorizados por China y gran parte del resto de Asia. Entre los rezagados figuran las economías desarrolladas y América Latina.

Dado que la población mundial crece a una tasa cercana al 1% anual (similar a la de nuestro país), la recuperación necesaria en 2021 para alcanzar los niveles del PBI per cápita de 2019 es aún mayor (por caso, para argentina sería 13,5% en vez del 11% mencionado). Es por ello, que el grupo de países que lograran crecimiento genuino ajustado por la población se acota sensiblemente.

Más allá del pantallazo general de la actividad prevista para 2021, quiero concentrarme en los factores que morigeran la recuperación del PBI en nuestro país. De hecho, según el relevamiento de expectativas de mercado del BCRA el PBI trepará 4,8% lejos del 11% necesario para alcanzar niveles pre-pandemia.

El primer factor para mencionar es la pandemia. El cambio de calendario no modifica el panorama sanitario ya que la llegada de una segunda ola de contagios augura una primera mitad de año compleja. Lo positivo es que gracias al aprendizaje que deja 2020 y el inicio del proceso de vacunación, el impacto sería acotado de cara a la segunda mitad del año. En nuestro país, tanto la llegada de la segunda ola como la vacunación masiva de los grupos de riesgo se demoran.

El segundo, es el daño del tejido productivo-social. La acumulación de tres años recesivos con desplome histórico de la actividad en el otoño-invierno de 2020, produjo una elevada destrucción neta de firmas (mayormente PyMEs) y empleos (principalmente aquellos de menor calidad/estabilidad). ¿Cuánto tardará el aparato productivo en recobrar su vigor? ¿Cuándo se recuperará el empleo informal y cuentapropista, clave para sacar a la mayoría de los hogares que este año cayeron en la pobreza?

El tercero, es el agotamiento de las finanzas del Estado. Pese a la reestructuración de la deuda pública nacional en moneda dura con acreedores privados y que el costo del financiamiento está en niveles históricamente bajos para los países emergentes, el acceso a los mercados permanece cerrado para Argentina. Asimismo, el margen para cubrir el bache fiscal con asistencia del BCRA sin generar presiones cambiarias es mínimo: las reservas netas están en niveles mínimos, la brecha sigue en niveles tóxicos afectando particularmente el funcionamiento del sector externo y la Base monetaria, pero sobretodo el stock de instrumentos de esterilización del Central (Leliq y Pases) treparon fuerte (rozan 10% del PBI).

Por último, la falta de confianza y visión de largo plazo generaliza el comportamiento defensivo de los agentes económicos. Si bien este problema se arrastra de hace varios años, las ideas y vueltas del Ejecutivo en la definición de la política económica ha exacerbado el déficit en la materia. El Estado tiene que volver a generar condiciones para que el sector privado crezca y políticas públicas para estimular -a través de la acumulación de capital físico y humano- el desarrollo integral de nuestro territorio.

Para cerrar con optimismo, cabe destacar que se ha configurado un contexto externo favorable para nuestro país. Gracias a planes fiscales y monetarios expansivos en las principales economías desarrolladas, se espera un par de años de abundante liquidez y debilidad el dólar americano (léase fortaleza del resto de los activos y, en particular, el precio de las commodities) con fuerte expansión (China) y recuperación (Brasil) de nuestros principales socios comerciales. Tengo la esperanza de que podremos aprovechar el viento de cola externo.