Sin dudas, uno de los principales desafíos para este 2022, tanto para el oficialismo como para la oposición bonaerense, será poder mantener la unidad con la mayor fuerza posible. Ningún sector quiere romper. Eso está claro. Pero las diferencias internas quedaron expuestas como una herida que difícilmente pueda sanar en lo inmediato.

Y pese a que el motivo principal quedó reflejado en la votación por la nueva ley que prohíbe las reelecciones indefinidas, hay mucho arrastre previo. Sobre todo, de lo que fueron los resultados de las elecciones legislativas y, también, sus interpretaciones.

Los desacuerdos en la oposición no son nuevos. Existían cuando eran gobierno. Pero con una gran diferencia. En ese entonces, el PRO se mostraba más unido. Y el rival interno era la UCR, por su poca participación activa en los escenarios de poder.

Ya en su nuevo rol de oposición, las pujas en el sector amarillo comenzaron a crecer. Y pese a que el radicalismo pasó por una elección partidaria descarnada, hoy se muestra con mayor afinidad que sus aliados. Y esto mucho se debe a la gran elección que realizaron los boinas blancas, quienes se ilusionan con tener un candidato de peso para 2023.

Ese crecimiento también provocó, por contrapeso, una baja en la balanza del PRO, lo que a su vez generó una serie de cruces internos entre los denominados halcones y palomas que, como era de esperar, trajo su correlato a nivel provincial.

Pero sin dudas, lo que terminó de provocar la fractura interna fue la puja suscitada por la presentación de del proyecto para modificar la ley de reelecciones indefinidas aprobada en 2016 por el gobierno de María Eugenia Vidal con el apoyo del Frente Renovador.

La exgobernadora tomó como una traición la presentación que hicieron desde un sector del PRO, apoyado por los intendentes y el sector peronista de Joaquín de la Torre, su entonces ministro de Gobierno, quien había firmado el decreto en cuestión que permitía a aquellos jefes comunales que no cumplieran los dos años de mandato a quedar exceptuados de la prohibición de poder volver a presentarse.

Ante esta situación, Vidal quiso dar el primer golpe mediático sobre lo que estaban pergeñando desde el ala dura, con el apoyo de los jefes comunales. Y pese a la anticipación de la jugada no pudo revertir la situación. Tanto en la Cámara baja como en el Senado, los alcaldes del PRO ganador el apoyo del Frente de Todos (sin contar con el Frente Renovador) y la UCR y consiguieron tirar para atrás una de las leyes de la que la exgobernadora se sentía orgullosa.

Algo similar se dio en el oficialismo. Pero sin tanto antecedente directo. Es que más allá de la interpretación del resultado de las elecciones, las diferencias entre el Frente Renovador y el resto del Frente de Todos no eran tan significativas como para generar ruido externo.

Sin embargo, la postura del Frente Renovador fue muy marcada. Y pese a que internamente movieron todos los hilos para poder conseguir los votos necesarios para trabar el proyecto, no lo lograron. Y la derrota pegó duro de manera interna. “No nos gustaron las formas. Y lo dejamos en claro. Se sabía cuál era nuestra postura y Sergio dejó claro de entrada que no quería saber nada con modificar la ley. Sin embargo, se avanzó en una ley que en dos años se buscará cambiar de nuevo y así seguirá. Es una lástima. Teníamos la posibilidad como oficialismo de dar un ejemplo. Y nos volvimos a mirar el ombligo”, le dice a Data Clave un dirigente de peso del Frente Renovador.

Ahora, lo que resta saber es cómo quedará la relación entre unos y otros en la previa de lo que será un año para comenzar de definir los candidatos rumbo al 2023.